VALÈNCIA. En este barrio no se puede jugar al balón, tampoco se pueden pegar carteles y mucho menos correr. En este barrio solo hay espacio para pisos turísticos, solares gigantes que algún día se convertirán en un hotel y para otras propuestas que pretenden generar dinero con el espacio público. Esto sucede a lo largo y ancho de toda València, pero hay un colectivo que quiere reivindicar de nuevo el espacio público: seis personas, nueve zonas y un sambori. Una lucha “de salto” por recuperar la memoria cultural de los barrios que se pelea, tiza y piedra en mano. El proyecto JJocs hace esto posible de la mano de Paula Balsas, Andreu Barrantes, Elena Colino, Marina Osca Redón, Alba Ramiro y Estefanía Serrano, un equipo pretende señalar las cuestiones que modifican el espacio público de la ciudad, peleando por este a través del dibujo de un sambori tradicional en el suelo.
Balsas explica que la creación de este proyecto surge en respuesta a su asignatura Intervención Gráfica en el Espacio Público, en la que querían tratar una problemática que estuviera relacionada con la ciudad de València como es la gentrificación. Analizando esta cuestión se centran en nueve barrios cercanos a los componentes del grupo para conocerlos un poco más.
Marina añade que para ello dibujan un “sambori”, que de alguna manera es un símbolo de tradición y juego que les une con “la memoria cultural”: “Queríamos hacer esto y explicar el por qué en el mismo punto en el que se encuentra la acción. No sólo se trata de un juego, hay una explicación detrás que analiza el por qué y que habla sobre cómo el espacio servía para el juego y ahora ya no”, explica.
Todo esto se cuenta a través de un “auca” del juego, que tal y como lo explica Barrantes es un formato valenciano que les sirve perfectamente para trabajar sobre la ciudad: “Es un formato antiguo pero que se reformula y sigue formando parte de nuestra cultura y de cómo hemos contado las historias a lo largo del tiempo”, añade. Este auca se sitúa en zonas de la ciudad que necesitan un nuevo cuidado que según explica Ramiro se estudia “dependiendo de la zona y sus problemáticas”: "No es lo mismo dibujar el sambori en espacios que aun tienen vida, en defensa de su vecindario; que en aquellos donde se han obviado los intereses de la gente que los habitaba en pro de la especulación. Empezamos a intervenir a plena luz del día y, la misma acción, en los primeros se interpretaba como un gesto solidario, inocente; mientras que en los segundos se recibía como una vandalización de la zona."