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EL PEOR DE LOS TIEMPOS / OPINIÓN

Los no tan nuevos resultados de PISA

FOTO EFE/JAVIER LIZÓN

Las significativas diferencias en niveles y resultados educativos dentro de España deberían ser corregidas, pues ésta es una de las principales fuentes de desigualdad futura

18/12/2016 - 

A pesar de que esta sección se denomine El peor de los tiempos, el propósito de la misma no es ser pesimista por definición sino poner de manifiesto que debemos ser capaces de hacer autocrítica como mecanismo imprescindible para mejorar. A este respecto, no puedo evitar dedicar unas líneas a la reacción que el Informe PISA 2015 ha causado en dos comunidades autónomas españolas, ambas con malos resultados. Por un lado, en el País Vasco, tradicionalmente con resultados bastante buenos y superiores a la media de la OCDE y del resto de España, se han mostrado horrorizados por el empeoramiento en sus resultados, se han rasgado las vestiduras y se ha tambaleado la continuidad de la consejera de educación, Cristina Uriarte. En Andalucía, comunidad que suele aparecer en la parte baja del ranking español, el empeoramiento de los resultados frente a 2012 ha generado idéntico asombro pero, al contrario que los vascos, la consejera de educación (ex-rectora de Málaga y expresidenta de la CRUE) Adelaida de la Calle y el consejero de economía ( y ex-rector de la Universidad de Sevilla), Antonio Ramírez de Arellano, lejos de aplicar la autocrítica, atribuyen los resultados, en el caso de la primera, a sesgos por parte de la OCDE en la elección de los centros examinados y a las consecuencias de la aplicación de la LOMCE, mientras que el segundo cuestiona la validez del estudio.

La ventaja de las pruebas PISA, a mi modo de ver, es que este tipo de examen no se puede preparar, puesto que no mide los conocimientos de los alumnos, sino la capacidad de aplicarlos a situaciones, analizar datos y sacar conclusiones. Es decir, lo que toda la vida se ha llamado “relacionar” unos conocimientos con otros y que ahora se denomina “adquisición de competencias”.

Por lo que se refiere a los resultados españoles, en primer lugar, parece que no hay suficientes motivos para pensar que se ha producido un cambio de tendencia. A modo de resumen, podemos utilizar la tabla 1, donde se comparan los resultados en 2012 y 2015 para la media de la OCDE, España y cada una de las comunidades autónomas. Si se compara estrictamente 2012 con 2015, se habría mejorado, sobre todo, en comprensión lectora (al pasar de 488 a 496), ligeramente en matemáticas (de 484 a 486) y se habría bajado en ciencias (de 496 a 493). Si se tiene en cuenta que, cuando se definió la prueba, la media era 500, no se habría superado todavía la media en ninguno de los apartados. Además, el conjunto de la OCDE habría empeorado en las tres categorías, puesto que ahora se han incluido algunos países más con peores resultados. Que habiendo empeorado en ciencias se considere una mejora haber igualado la media de la OCDE (que ha bajado 8 puntos en este apartado) parece, al menos, triste. En segundo lugar, la forma más adecuada de analizar la evolución de la media española es respecto a sí misma. Florentino Felgueroso, investigador de Fedea (Fundación de Estudios en Economía Aplicada), profesor de la Universidad de Oviedo y experto en el mercado de trabajo y educación, realizó un tweet hace unos días donde incluía el Gráfico 1. De la primera prueba, en 2002, en que los alumnos de 15 años españoles obtuvieron un 485 al actual 486 no parece que haya habido una mejoría digna de mención.  

Por comunidades autónomas, la primera buena noticia es que tres de ellas que nunca se habían evaluado (Canarias, Castilla la Mancha y la Comunidad Valenciana) se han decidido a hacerlo, por lo que ahora disponemos, por primera vez, de datos de todas las regiones españolas. Con la excepción de Canarias, cuyos resultados se muestran claramente por debajo de la media española, posibles reticencias a evaluarse de las otras dos comunidades se han probado infundadas, pues se hallan cómodamente instaladas en la mediocridad. Sin embargo, lo que más puede preocuparnos es que se va ensanchando la brecha que separa a las 5 ó 6 comunidades con mejores resultados (por este orden, Castilla y León, Madrid, Navarra, La Rioja, Galicia y Aragón) de las que los tienen peores. En ciencias, por ejemplo, entre los 519 de Castilla León y los 473 de Andalucía hay 46 puntos; son 47 los que separan a Castilla León de Extremadura en comprensión lectora y 66 la diferencia entre Navarra y Canarias en matemáticas. Si hacemos caso a los propios cálculos de la OCDE, que sitúan entre 30-40 puntos el equivalente a un curso académico, ello equivaldría a un curso de diferencia entre la mejor y la peor en ciencias y lectura, y hasta casi dos en matemáticas.

Otro dato que merece la pena tener en cuenta es cuántos estudiantes se encuentra en ambos extremos de los posibles resultados. España se encuentra algo por debajo de la media en el porcentaje de estudiantes que sacan menos de 2 en las tres materias (en una escala del 1 al 6, siendo 6 lo máximo), con un 10.3% frente a una media del 13% en la OCDE. Esto querría decir que sólo un 10% de estudiantes de 15 tendrían una formación deficiente en los tres campos, lo cual es un buen resultado. Por el contrario, tan sólo un 10.9% de los estudiantes alcanzarían un 5 ó un 6 en al menos una de las disciplinas, muy por debajo del 15.3%, que es la media de la OCDE, y lejos de los países de la UE, que se sitúan de media en un 20%, por no hablar de Singapur (39%). Si bien es estupendo que esté disminuyendo el fracaso, el sistema educativo español no está consiguiendo un porcentaje suficiente de alumnos que destaquen en los diferentes campos, que son la base del progreso y la innovación.

De este primer análisis (descriptivo) y sin entrar en los factores explicativos, pueden sacarse dos conclusiones. La primera, que hay diferencias significativas en los niveles y resultados educativos dentro de España que deberíamos esforzarnos por corregir, pues ésta es una de las principales fuentes de desigualdad futura y el sistema educativo tiene como una de sus misiones minimizarla. La segunda, que estemos más o menos cerca de la media de la OCDE no es lo relevante, sino que logremos identificar y ayudar a los jóvenes con más talento y orientarlos para tener futuros profesionales en los que se apoye el tan deseado pero nunca bien explicado “modelo” económico basado en el conocimiento. Si lo hacemos, que suba la media de los resultados de PISA será un efecto estadístico.

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