LA PANTALLA GLOBAL

Venimos en son de paz: cuando los extraterrestres nos tienden la mano

Se estrena ‘La llegada’, una cinta de ciencia ficción especulativa que explora la posibilidad de comunicación entre el hombre y los alienígenas

18/11/2016 - 

VALENCIA. ¡Vigilad el cielo! La famosa frase que sirvió para cerrar más de una película de ciencia ficción de los cincuenta sigue siendo válida hoy en día. Entonces, era una alegoría del peligro comunista (y, por extensión, de la invasión extranjera), plasmada en infinidad de títulos que aprovecharon con inteligencia el miedo que se había instalado en la población americana, tan cercano a la paranoia que incluso una versión radiofónica de La guerra de los mundos, la novela de H.G. Wells, logró sembrar el pánico entre la audiencia. El Mercury Theater dirigido por Orson Welles adaptó la novela en 1938 (con la Segunda Guerra Mundial a punto de estallar) como si se tratase de un noticiario real, y el clima del momento hizo el resto. El libro se había publicado en 1898, pero demostró su poder simbólico con la misma fuerza que lo haría en 1953, cuando la versión cinematográfica de Byron Haskin llegó a las pantallas en plena guerra fría.

No fue la única cinta que basó su premisa principal en una invasión alienígena. En la misma época, el cine americano, y especialmente las productoras de bajo presupuesto dedicadas a la explotación, llenaron las salas (y los autocines) de naves espaciales pilotadas por extraterrestres de aviesas intenciones, muchos de ellos ridículos, y casi siempre dispuestos a destruir nuestro planeta (en realidad, nuestro modo de vida) a base de rayos positrónicos y otros ingenios tecnológicos futuristas. El paralelismo con la amenaza nuclear era evidente, y algún título con mayores aspiraciones abordó el tema con seriedad e inteligencia. Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, Robert Wise, 1951), basada en el relato Farewell to the Master, del escritor pulp Harry Bates, narraba la llegada a Washington de un mensajero del espacio exterior (acompañado de un gigantesco robot) que advertía a la raza humana del peligro atómico. Ciencia ficción humanista que planteaba la relación con seres venidos de otras galaxias en términos no necesariamente de confrontación.

Más ciencia, menos ficción

La amenaza de invasión ha seguido nutriendo el cine comercial desde entonces, con grandes éxitos de taquilla como Independence Day (Roland Emmerich, 1996), que convertía en carne de blockbuster argumentos y personajes de tebeo, o Mars Attacks! (Tim Burton, 1996), que los parodiaba con ingenio. Una fórmula que funciona y que, por tanto, tiene la supervivencia garantizada. Sin embargo, otras películas se han aproximado a la posibilidad de contactos con extraterrestres desde perspectivas más cercanas a la ficción especulativa o, directamente, al análisis de las opciones reales, desde un punto de vista científico, de lograr tales contactos. El modo en que enfocó Steven Spielberg sus Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977) es un buen ejemplo, sobre todo en lo que se refiere al intento de comunicación entre los humanos y los seres procedentes del espacio, mediante cinco inolvidables notas de sintetizador.

La hipótesis de que tales contactos existan desde hace tiempo pero sean alto secreto era uno de los pilares sobre los que se sustentaba la serie Expediente X (The X-Files, Chris Carter, 1993), y no conviene olvidar que el punto de partida de 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odissey, 1967) son las señales acústicas que emite un extraño monolito hallado en la Luna y que parece obra de una civilización extraterrestre. De hecho, el complejo film de Stanley Kubrick (según guión de Arthur C. Clarke) continúa siendo el alfa y omega del género, no solo por su ambición conceptual sino por su realismo científico. No ha habido intento de investir el género de rigor que no la haya tomado como referencia, desde Interstellar (Christopher Nolan, 2014) a La llegada (Arrival, Denis Villeneuve, 2016), que se estrena este fin de semana en nuestro país y cuyo título original es muy similar al de ¡Han llegado! (The Arrival, David Twohy, 1996), una simpática serie B protagonizada por Charlie Sheen que echaba pronto a perder su interesante planteamiento inicial.

La divulgación científica sobre el Universo, su origen y la posibilidad de vida en otros planetas recibió un importante espaldarazo popular gracias a Cosmos, un libro de Carl Sagan que se convertiría en serie televisiva en 1980 y haría del astrónomo americano toda una celebridad. Sagan, que ejerció brevemente como asesor en 2001 (le propuso a Kubrick que la película sugiriese, sin mostrarla, la existencia de una superinteligencia extraterrestre), escribió en 1985 la novela Contacto, sobre una eventual relación con una civilización alienígena, que daría pie a la película Contact (Robert Zemeckis, 1997). En ella, una investigadora (Jodie Foster) que ha perdido la fe en Dios tras la prematura muerte de sus padres, trabaja con un grupo de científicos que analizan ondas de radio procedentes del espacio exterior con el fin de encontrar señales de inteligencia extraterrestre. De nuevo, ecos de 2001 que, en este caso, van más allá de la especulación para desembocar en un contacto real, que se produce cuando detecta una señal desconocida que parece contener las instrucciones de fabricación de una máquina para reunirse con los autores del mensaje.

¿Hay alguien ahí afuera?

Siniestro Total lo resumieron con su guasa habitual: ¿Estamos solos en la galaxia, o acompañados?, se preguntaban en ¿Quienes somos, de dónde venimos, a dónde vamos? El hombre siempre ha querido saber si era el único habitante del universo, y el cine se lo sigue cuestionando con cierta regularidad. La citada La llegada es el último ejemplo. En la película, una docena de naves extraterrestres quedan suspendidas sobre diferentes puntos de la Tierra, pero no ofrecen signos de hostilidad. Ante la posibilidad de establecer comunicación con sus tripulantes, los mandos militares estadounidenses contratan a una experta lingüista (Amy Adams) para intentar averiguar si vienen en son de paz o suponen una amenaza. El film adapta el relato corto The Story of Your Life, del escritor Ted Chiang, ganador de los prestigioso premios de ciencia ficción Hugo y Nebula, y aterriza a los cines en el momento adecuado, precisamente cuando otro divulgador científico convertido en celebrity, Stephen Hawking, acaba de hacer unas interesantes declaraciones sobre el asunto.

En el reciente documental de media hora StephenHawking’s Favourite Places, disponible en CuriosityStream, el científico asegura: “Amedida que envejezco, estoymás convencido que nunca de que no estamos solos. Y ahora,después de toda una vida de preguntas, estoy ayudando a liderar un nuevoesfuerzo global para encontrarlos”. No obstante, cree que no debería producirsecontacto algunos con ellos, y advierte que los esfuerzos de organizaciones comoel SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence, fundado por Sagan y FrankDrake)para establecer un posible contacto con alienígenas podrían suponer el fin de nuestra especie. “Un díapodríamos recibir una señal procedente de un planeta como Gliese 832c, perodebemos tener mucho cuidado de noresponder. Si lo hacemos, podrían ser mucho más poderosos quenosotros y nos darán el valor que nosotros damos a las bacterias”.Curiosamente, fueron las bacterias terrestres las que acabaron con los invasoresde La guerra de los mundos en la novela de Wells.

Los visitantes de La llegada, como es lógico, proceden de una civilización más avanzada que la terrestre, y a medida que la lingüista aprende a comunicarse con ellos, comienza también a experimentar una serie de flash-backs extremadamente realistas, que llegarán a ser la clave que dará significado a la verdadera razón y gran misterio de la visita extraterrestre. Porque la película de Denis Villeneuve, que se muestra tan virtuoso como en él es habitual, plantea dos niveles de lectura de desigual interés. Por un lado, articula un discurso de apología del diálogo y la comunicación como vías de entendimiento universal. El lenguaje como elemento básico para conectar culturas, solucionar conflictos y llegar a acuerdos. De Perogrullo, dirán algunos, aunque nunca está de más recordarlo, sobre todo si la tesis del film remite a la teoría de principios y parámetros de Noam Chomsky. Por otro lado, la película expone una propuesta mucho más interesante, ya que plantea un cambio en la manera en que percibimos pasado y futuro, planteando la posibilidad de coexistencia de ambos. Una historia del tiempo (por volver a Hawking) que entra en los terrenos de la física cuántica.

La representación cinematográfica del origen del tiempo y, por ende, del universo, tiende a los paralelismos religiosos. No es casual que la Jodie Foster de Contact haya perdido la fe, tal como le sucede al pastor protestante encarnado por Mel Gibson en Señales (Signals, M. Night Shyamalan, 2002). La conexión entre la existencia de otros mundos inteligentes y la de una fuerza superior es inevitable. De ahí que Interstellar, ciencia ficción especulativa en su mayor grado de depuración, tenga un final mesiánico, que por otra parte no tiene por qué invalidar sus aventuradas teorías (desarrolladas con la ayuda del científico Kip Thorne) sobre los agujeros de gusano y la relatividad, más allá de las evidentes dificultades que genera la plasmación en la pantalla de la cuarta dimensión que propone una película que también asume su deuda con Kubrick. Pese a la tendencia de Nolan a la grandilocuencia y los subrayados emocionales de la historia, se trata de un film de género que se plantea preguntas de momento sin respuesta y que, por tanto, asume riesgos evidentes.

La existencia de vida extraterrestre es también la premisa de Life (Daniel Espinosa, 2017), que se estrenará el año que viene y que, al parecer, abunda en territorios ya explorados por Alien (Ridley Scott, 1979), con un alienígena feroz y despiadado cuyo principal objetivo, como el de Depredador (Predator, John McTiernan, 1987), es asesinar a cuanto humano se le cruce por delante. El factor diferencial de la nueva película de Denis Villeneuve (que, no lo olvidemos, estrenará en 2017 la esperada secuela de Blade Runner) consiste en la voluntad de La llegada de poner sobre la mesa cuestiones relativas a nuestra percepción del tiempo, que compara con un palíndromo (estableciendo un juego con el nombre de la hija de la protagonista: Hannah). Como ha dicho el crítico Gerard Alonso, el film plantea que “pasado y futuro no son más que construcciones que han determinado el modo en que entendemos nuestra existencia”, y se pregunta: “¿Sería posible trascender esa limitación?” Esta vez, los alienígenas no vienen a aniquilarnos, sino a ofrecernos la respuesta.

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