horarios, tiempo, relojes

¿A qué hora dan de comer aquí?

Sobre horarios, tiempos, esperas y cómo la comida se adapta (o no) a los nuestros

| 25/05/2018 | 3 min, 56 seg

Calor reseco, ambiente pringado de humo, vasos vacíos de Coca-Cola y bocadillos a medio engullir. En mi barrio existía un salón recreativo de esos que ya no existen (¿alguien recuerda que Sega instaló un Sega Park por Cánovas?, pues molaba, ahí con su Afterburner) con nombre compuesto por las iniciales de sus dueños y todo lo bueno y malo de estos sitios. Como una cantina del infierno llena de lucecitas y voces digitalizadas. Jugábamos a ese de las vacas con pistolas para cuatro jugadores. Y al Supersidekicks de Neo-Geo.

Lo que quiero decir con tanto recuerdo es que junto a los recreativos había un bar (que el bar, a su vez, tenía también un par de máquinas), mismo nombre mismos dueños, y todo a la vez estaba abierto como 36 horas al día o algo así. Nunca cerraba. El bar tampoco, así que aquello era un ir y venir de vasos de plástico y entrepanes con papel de plata. Parece una anécdota sentimental pero no; el tema es que podías jugar y comer cuando quisieras. A la hora que quisieras. Y yo el otro día fui a almorzar y a las 11:30 ya era tarde para almorzar.

¿Cómo va esto? Hay horario de comidas, horario de almuerzos, horas para la terraza, momentos de barra y momentos de mesa, meriendas solo a veces, cenas hasta una determinada hora. También mucha grosería de reloj. Terraza en la Gran Vía valenciana, sitio cool, muebles decapados. Nos sentamos, pedimos café. 12:45 horas de sábado soleado. "¿Un café? Es que el servicio de comidas empieza a la una y media y ahora no servimos cafés", nos dicen. Real. En el Aquarium sí lo sirvieron porque para ellos el tiempo no es un reloj.

Uno intenta apurar las horas y seguir insistiendo hasta el último instante razonable pero claro, cuando vuelan miradas y los servilleteros a tu entrada, no compensa. Digamos que las 11:30-12:00 sería el límite del almuerzo en un bar estándar. Lo que significa que tienes que almorzar bastante temprano pero si no es ni pronto ni tarde, casi mejor te esperas a comer, pongamos a las dos. Lo entiendo pero no lo entiendo del todo. ¿Se puede comer a la una y a las cuatro, poniendo dos extremos horarios, en un restaurante que no sea para turistas recalentados?

Otras veces ocurre que no está el mismo menú en la barra y en la mesa. En ocasiones hay una barra que realmente no sirve para nada porque no puedes ir, sentarte allí y pedir un plato pequeño, comértelo y marcharte. ¿O puedes pero nadie lo hace porque no estamos acostumbrados? Ni siquiera es aquello del concepto cocina abierta, que se ha extendido por Europa de un modo tan imparable como un chiste verde. Es cierta flexibilidad. Es entender que el tiempo vale lo mismo para todos -mucho- pero que no es dos veces el mismo.

Y el horario de los menús nobles. De los buenos, de los restaurantes molones y caros. Inflexibles, exigentes. Contrarreloj de esas que veíamos en las tardes dulces de verano por la tele. Hay quien dirá, y será un buen argumento, que si un cine tiene unos horarios y no otros (si empieza el concierto, poniendo otro ejemplo, y no estás, te lo pierdes) un restaurante con maquinaria enorme también. Y que no es fácil servir a determinados niveles. Y que el menú tiene un ritmo y un trabajo. Y tendrán todos razón, con sus ojos de manecillas. Pero deberíamos pensar entonces en qué momento decidimos que dar de comer era montar una función.

Justo en esa época de los recreativos sonaba Extremoduro casi todo el rato. "Para algunos, la vida es salvar un camino empedrado de horas, minutos y segundos. Yo, más humilde soy, y solo espero que la ola que surge del último suspiro de un segundo, me transporte mecido hasta el siguiente", cantaban. El tiempo es una cosa rarísima. Porque no lo tenemos, porque en lugar de mecernos en él nos baja de un furgón y nos mete una elaborada manta de hostias. El único tiempo bueno son las sobremesas interminables alrededor de una mesa y unos amigos. En nuestras casas.

Estoy en el bar y el reloj del fondo se acerca peligrosamente al mediodía. El camarero da un respingo de pavor y a preparar ya la siguiente oleada. Serán otras horas, será otra comida.

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