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SILLÓN OREJERO

Animosity: La venganza de los animales

Aftershock comics plantea la hipótesis de qué pasaría si los animales cobrasen conciencia

26/06/2017 - 

VALÈNCIA. Antiguamente se llamaba protección de los animales. Luego, con el desarrollo de las teorías morales "especistas" de Richard D. Ryder, hubo gente que se lo fue tomando muy a pecho. En los 90 era muy frecuente en los circuitos de información underground encontrarse con proclamas de veganas o lucha contra la vivisección, algo de lo que hoy en día ya no se habla tanto. Quizá porque la emoción por destacar en las redes sociales bajo cualquier pretexto ha hecho que el "especismo" sea más visible reducido a una serie de silogismos delirantes en redes sociales que a un pensamiento más profundo, pragmático y comprometido. 

Lo que no se puede negar es que estas emociones existen y eso explica el cómic que tenemos entre manos, Animosity, una distopía en la que los animales, por arte de birlibirloque, toman conciencia de sí mismos. Desarrollan un pensamiento abstracto, son capaces de verbalizarlo, expresarse y ya del tirón toman también empoderamiento, conciencia política y se enfrentan, unidos, a los humanos. Una lucha desigual. Dice el prólogo:" hay veinte quintillones de animales y siete mil millones de humanos". 

 

Firmado por Marguerite Bennett, guión, y Rafael de Latorre, dibujo, lanzado por AfterShock comics, desde el 1 de marzo está disponible en Kindle en inglés . Y ofrece, en principio, un montón de detalles que hacen que merezca la pena echarle un vistazo. 

¿Por qué las ratas no son monas?

La primera reflexión que plantea es interesante. Un veterinario llama a la desratización porque ha encontrado ratas en su establecimiento. El técnico que llega se ríe un poco de él, le comenta: "es curioso lo tuyo, te pasas la vida cuidando y salvando a animalitos, pero luego bien que te comes una hamburguesa gourmet o me llamas a mí en cuanto ves un roedor para que lo aniquile". 

 

"Solo ayudas a los animales "monos", le viene a decir este hombre. El veterinario se ríe y le contesta que la vida es así que no la ha inventado él, pero no pueden profundizar mucho más en el debate porque, de repente, las ratas salen todas del agujero donde están y acaban con la vida del hombre de control de plagas. La venganza ha comenzado. 

A partir de una serie de citas bíblicas y elucubraciones de ese tipo, se anuncia al lector que los animales ya no son esos seres movidos por instintos. Ahora razonan como cualquier ser humano y están muy cabreados. Ellos mismos toman las riendas de su revolución. 

Nueva revuelta animal

El argumento es muy parecido al del Planeta de los simios. Concretamente, a la cuarta entrega de la saga La conquista del Planeta de los simios (J. Lee Thompson, 1972) en la que un virus acaba con todos los animales domésticos menos los monos y los humanos se proveen de simios para que les hicieran compañía. Se ignoró, en esta distopía, el potencial de los simios para aprender y adaptarse, así que se empoderaron, hicieron la revolución y crearon el escenario de lo que era la primera parte de la saga, la película famosa con Charlton Heston, Zira y el Doctor Zaius. 

En Animosity es igual, pero Marguerite Bennett se salta la parte en la que se extinguen los animales domésticos y la liberación llega con la participación de todos, de los peces a los pájaros pasado por los mamíferos. Por ejemplo, tras las primeras algaradas, las negociaciones de paz con el Senado estadounidense las lleva un ciervo con dos ardillas fuertemente armadas subidas a su cornamenta. 

 

Antes de meterse en vereda con la historia de una niña que hace la guerra por su cuenta junto a su perro, con el que se sigue llevando bien pese a que este haya cobrado conciencia y capacidades comunicativas equivalentes a la humanas, se plantean situaciones por las que siempre ha gustado sumergirse en la ficción popular sin ponerse quisquilloso con la crítica.

Reptiles cotillas

Por ejemplo, los perros, como se ha dicho, al haber sido bien tratados, respetan a los humanos. Pero muchos animales de los que se tienen en casa de adorno, como una iguana en un terrario, ya que no pueden escapar, al menos hablan. Le dicen a tu pareja que han asistido con todo lujo de detalles a cómo le ponías los cuernos. 

Los gatos, que dice el tópico -estúpido- que son más queridos por las mujeres que por los varones, amenazan a los hombres y se toman la justicia por su mano en el caso de que haya habido maltrato doméstico. 

Los pájaros son quizá los más chungos de todos. Pero también, los que mejor llevan la emancipación según la autora. Plantea que como solo comen semillas y ponen huevos, no molestan a nadie y son autosuficientes. Como si no hubiera aves carnívoras e insectívoras. 

Hay una tigresa histérica, vengándose en plan Chuck Norris de los que le arrebataron a la prole y vendieron a sus cachorros en el mercado negro. Escenas por donde habría merecido la pena más abundar también se sugieren, como un nuevo Wall Street, una zona de comercio entre humanos y animales en la que aparecen vacas buscando quien las ordeñe para ir a medias con los beneficios. 

 

Hormigas en la clandestinidad 

Por supuesto, a los humanos que colaboran con los animales, los propios bichos les llaman "aliados", que es la palabra de moda en nuestra sociedad tras cierto letargo por el final de la II Guerra Mundial. Los "aliados" plantan tofu y se lo venden a los animales ¿y qué pasa? Pues que hay una guerra civil entre las criaturitas porque muchas no quieren alimentarse de esa porquería. 

Esos debates sobre la alimentación especista nos los volvemos a encontrar en el penúltimo número -el último, el 8, ha aparecido este mes de junio- cuando dos gambas tienen un diálogo muy tuiteable sobre el pesar que les produce haber comido en algún momento de su vida microbios. Entretanto, los humanos también se organizan y empiezan a lobotomizar a los animales para que sean los de antes. Los de la "mirada bovina", que dice nuestra cultura, entre las advertencias, por otro lado, de las hormigas a los mamíferos, que amenazan con pasar a la violencia. 

Leído del tirón, es divertidísimo, pese a que sea un argumento de todo punto insostenible. Ahora bien, habrá quien piense que un momento sería el inicio de la utopía.  

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