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EL MURO / OPINIÓN

Cazaperiodistas

Tenemos a Zipi y Zape investigando a periodistas de 'Valencia Plaza'. Vigilan a profesionales que dan la cara por informar sobre casos políticos actualmente investigados en los juzgados. Con un asunto así, no podemos olvidar que estamos todos en el punto de mira. Esto no es ninguna broma pese a las disculpas ofrecidas

6/03/2016 - 

VALENCIA. El periodismo es un ejercicio de libertad. Es garante y pilar básico de las democracias. Sin un periodismo libre no existe una democracia real. Lo saben bien los países más avanzados. El periodismo es libre o no es. Y cuanto más incómodo, mejor. Es su objetivo. La cita/las citas son conocidas. Una se atribuye a George Orwell. Dice algo así como que “El periodismo consiste en decir cosas que alguien no quiere que digas: todo lo demás son relaciones públicas”, aunque para otros, la frase es en realidad que “El periodismo consiste en contar aquello que el poder no quiere que se sepa”. Ambas son válidas y complementarias. Y mira que las relaciones públicas no paran en algunos escenarios o sólo sirven. Añadiré otra: “El periodismo es un ejercicio de contrapoder”.

En nuestro sistema, la propia Constitución española en su artículo 20, dedicado a la libertad de expresión, afirma que: 

1. Se reconocen y protegen los derechos:

a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.

b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.

c) A la libertad de cátedra.

d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.

2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa…

Todos los periodistas que de una u otra manera hemos estado metidos en algún momento en asuntos graves de investigación sabemos qué es la presión, qué significa el selfcontrol y lo mucho que nos ha costado sacar adelante nuestro trabajo y, lo peor, salir airosos pese a las dificultades externas de todo tipo. Más aún ahora, en una etapa en la que la experiencia ha apartado de su tarea a miles y miles de periodistas experimentados debido a las crisis  y al reajuste de las masas salariales para ser sustituidos por jóvenes guerreros, bien formados, pero sin todavía muchas claves para poder entrar de lleno en la pomada sin escudo. 

El alambre siempre será capaz de tirarte a un lado. La experiencia, las fuentes y la rebeldía son las que determinan la intromisión sin red. En este momento todo es muy complejo. Por ello, alabar la valentía de algunos/as ya que en periodismo lo que te salva es la firma. En el oficio sólo convives con ella.  

"Metido de lleno en la madeja de una investigación político- económica, acabé citado en un siniestro bar de Catarroja con UN excontable"

Ahora una experiencia personal, de las múltiples que muchos de nosotros hemos vivido en el ejercicio del periodismo incómodo para entender el trago. Metido de lleno en la madeja de una investigación político- económica, acabé citado en un siniestro bar de Catarroja con el excontable de una empresa-tapadera a la que seguíamos. Estaba sentado al fondo del establecimiento. Apenas había luz pese a ser las diez de la mañana. Él bebía ya una copa de coñac. Llevaba gafas de sol. Lo primero que preguntó fue cómo había conseguido llegar hasta él. La segunda, qué es lo que buscaba y por qué; la tercera para qué quería saber más. Sin ni siquiera haberme dejado realizar pregunta alguna me aconsejó algo así como que si quería no tener problemas en el futuro me recomendaba olvidarme del asunto y volver por donde había venido. No lo hice, aunque él tampoco me dijo nada de lo que buscaba. Era la viva imagen de la presión intimidatoria a un joven periodista. También guardo algunas cartas amenazantes. Eso forma parte del currículum. Todas esas experiencias son las que curten la piel de un periodista. Hasta que se caen las escamas.

Se trata de situar mezquindades en contra de la libertad de información y el auténtico ejercicio de un periodismo valiente. Es lo mismo que nos cuenta Spotlight, la película ganadora del Oscar sobre la investigación del Boston Globe en torno a los casos de pederastia de la Iglesia Católica y las sutiles o no tanto presiones y “recomendaciones” que el equipo de investigación sufrió desde el establishment bostoniano -menuda ciudad más complicada- para que la historia no viera la luz pública en pro de la sociedad que vive y sufre el poder estamental investigado y lo que puede suponer ir más allá para la comunidad que lo cobija.

Hace apenas unos días, la periodista de esta casa, Loreto Ochando, encargada de la información de tribunales, denunciaba ante el Juzgado de Guardia las presiones y el seguimiento personal que había descubierto de una pareja de personas al parecer vinculadas a investigados en los casos Taula e Imelsa. Les pillaron fotografiándola impunemente en una cafetería próxima a la Ciudad de la Justicia. Sin su consentimiento. Es un lugar de reunión de periodistas, jueces, abogados, fiscales… ¿Qué buscarían? Evidentemente, creemos todos, recopilar información sobre la periodista, darle un susto, como se dice en el argot del hampa, y amedrantar sus futuros movimientos e informaciones. Fueron pillados. 

Según la denuncia de la periodista de Valencia Plaza "los hechos ocurridos le están provocando una perturbación y una inquietud que puede derivar en un cambio en su forma de trabajar, debido a que no sabe por qué alguien ha enviado a terceros a realizar fotografías de su vida cotidiana ni con qué intenciones se están realizando las mismas". 

Son más que lógicas sus sensaciones. Como las de otro compañero que un día vio inundada la propia Ciudad de la Justicia con un retrato suyo y un aviso por haber denunciado que algunos funcionarios fichaban y desaparecían.

Pese a la gravedad del asunto, la mezquindad reside en atestiguar la chapuza de los dos implicados, más propio de Mr. Bean o del inspector Clouseau, que de un trabajo serio. Algo así como lo del exPresident Francisco Camps, grabándose a sí mismo en una conversación con un periodista de la SER, dándole de paso recomendaciones profesionales y pidiendo que revelara sus fuentes: un ejemplo dantesco, subido además de forma infantil a las redes sociales. Estos casos son un buen “chute” de adrenalina profesional.

Pero más allá de la ironía y de la traca que debería esperar a Zipi y Zape -asesores del PP y relacionados con el antiguo poder municipal pese a las explicaciones, disculpas y medidas de carácter interno  de su partido, ya que por lo visto pasaban por allí con una cámara fotográfica en las manos-, el problema es comprobar que algunos no sólo se saltan cualquier límite de nuestra Democracia sino que pueden llegar a considerarse justicieros, algo que rompe los límites constitucionales. Al menos los dos asesores implicados han reconocido su error y han pedido disculpas por lo que consideran “un hecho  puntual, casual y espontáneo”.

Aún así, no deja de ser una vergüenza. Sin embargo, a algunos nos da cierta energía saber que aún quedan periodistas y medios como “Valencia Plaza”, entre otros, al pie del cañón, dando la cara, poniendo en valor una profesión aturdida por las circunstancias y ejerciendo un periodismo real que mucho creían estaba en vías de sedación.

Este asunto es un buen ejemplo sobre aquellos que creen controlarlo todo porque se manejan en los círculos de poder. En fin, a por ellos que son pocos y pusilánimes. 

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