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el callejero

Chulito es mi nombre

Foto: KIKE TABERNER
1/11/2020 - 

VALÈNCIA. Suena la música trap y se mezcla con la percusión de los guantes chocando contra los sacos. De vez en cuando también se cuela el silbido de las cuerdas que mueven velozmente los púgiles de pies ligeros que están calentando en este gimnasio de boxeo, el Tsu Box, que está al fondo de un callejón en el Grao. Sobre el ring, un colombiano de aspecto robusto suelta los puños contra el aire al tiempo que exhala un grito, más bien un gemido, que acompaña el gesto. Abajo, en una esquina, Jorge Fortea, el boxeador que hace unos meses participó en una de esas grandes veladas en el MGM Grand de Las Vegas, un junco embutido en unas mallas y otras prendas elásticas, practica algunos movimientos frente a un espejo.

En la puerta acaba de aparcar un TT tan blanco y reluciente como la sonrisa de Tamara Falcó. Del Audi se bajan los hermanos Pardal, que son mellizos hasta en la forma de vestir. Aritz, que es el boxeador, dice lo de Pardal con la boca pequeña, como si el apellido, que seguro que fue motivo de mofa en las aulas de la infancia, afeara su aspecto de chico malo. Aunque luego se verá que, en el fondo, es un muchacho más bien tierno que adora a su hermano, a su chica y a sus dos niñas.

Pero, claro, para alguien que es conocido como Chulito, lo de apellidarse Pardal...

Aritz y Garoe -las raíces vascas de la rama materna son evidentes- son de la Cruz Cubierta, de una familia de currantes. Su madre lo mismo trabajaba de peluquera que en una lavandería industrial. Y su padre se emplea como responsable de un almacén de productos de menaje y hogar. Los niños eran dos trastos. "Mi hermano y yo éramos más bien moviditos y siempre estábamos por la calle", dice Aritz en un tono que no es el de dos chiquillos que ayudaban a las abuelitas a cruzar un paso de cebra. "Éramos hiperactivos diagnosticados y no muy buenos. Alguna pelea y algún problema en la calle hemos tenido...".

Al final de la adolescencia, un amigo le animó a que probara el muay thai, un deporte de combate -con puños, patadas, codos y rodillas- sobre un ring. Les encantó y al día siguiente ya se habían apuntado al gimnasio. Aritz estuvo dos años practicando esta especialidad, disputó siete peleas y llegó a ser subcampeón de España.

Los amigos, en el 'hotel'

Su forma de moverse en el cuadrilátero llamó la atención de un preparador venezolano, Manuel 'El Zorro' Sequera, que le pidió que probara con el boxeo. Con 19 años cambió de modalidad y hoy, a los 32, siguen pensando en combates y cinturones. 

Su hermano escucha la conversación de pie, apoyado en una bicicleta estática. Sus andares delatan que no está bien, aunque aún no ha llegado el momento de saber el porqué. Observa con orgullo a su mellizo y llama la atención una gruesa cadena dorada de la que cuelga una gran G de Garoe. 

El deporte cambió sus vidas. "A mí me da mucha tranquilidad. Es como una medicina", apunta Aritz. De más jovencito sirvió para canalizar tanta energía. Eso le permitía salir del gimnasio más calmado, sin tantas ganas de pasarse las tardes en los parques y las noches en las discotecas. Sin juntarse demasiado con los amigos que arruinaban sus vidas en la calle. "Unos se tiraron demasiado hacia la mala vida, otros están encerrados en un 'hotel', otros se tranquilizaron como nosotros...". El hotel es como llaman ellos a la prisión y no descarta que el boxeo haya evitado que él acabara como otro huésped más. "A saber dónde estaría... Me he metido en líos feos y el boxeo me ha apartado de esta vida".

El Zorro Sequera guio sus primeros pasos en el boxeo. Como amateur disputó 28 peleas en las que hubo muchas más victorias que derrotas. En 2015 pasó a profesional. Lleva 22 combates con 14 triunfos, seis derrotas y dos nulos. Ahí se dio a conocer como Chulito, su nombre de guerra. Y Chulito, claro, afirma que nunca ha pasado miedo entre las cuerdas. "Miedo no, respeto sí. Esto es como una droga. Me encanta subir el ring y, aun perdiendo, me bajo y me siento fenomenal. Aunque me pongan la cara como un mapa, siento pasión".

Chulito se considera valiente. Pero más una persona valiente que un púgil valiente. "Para el boxeo no hace falta ser valiente, lo soy en otras cosas de la vida. Lo soy para afrontar las cosas, los problemas. Yo creo que el boxeo no es un deporte violento. Yo no siento rabia ni odio hacia mi rival. De hecho, lo considero un compañero con el que únicamente vamos a ver quién es el mejor. Y ya está".

El Zorro le pilló el punto a Aritz a la primera. Él le colocó el sobrenombre de Chulito en cuanto lo vio. "Me lo puso por mi forma de ser. Decía que era muy chulito y empezó con 'Chulito, ven aquí', 'Chulito, ve allá' y Chulito se quedó".

Gana nueve kilos en 24 horas

Aritz, además de boxeador y chulito, es padre de dos niñas: Enara, de cinco años, y Sherezade, de dos. Son las dos hijas que ha tenido con Saray, su mujer, con la que lleva once años y que está encantada, o eso dice él, de tener un chico boxeador. Salvo en los días previos al combate, cuando el luchador hace un esfuerzo mayúsculo por perder peso -así logran meterse en una categoría inferior a la que sería la suya en condiciones normales-. Lo logran gracias a la deshidratación. Sudar sin recuperar el líquido. "A las niñas les gusta que el papi sea boxeador y se ponen los guantes y hacen las tontas... pero dicen que no quieren ser boxeadoras. A mí tampoco me gustaría. Prefiero que se dediquen al deporte, pero a otro. Esto es muy sacrificado. La gente ve la pelea, pero lo que hay detrás es un pasada".

Un boxeador profesional, además de subirse al cuadrilátero a partirse la cara con un contrincante que también quiere ganar, tiene que entrenar muy duro, cuidar la alimentación, descansar al máximo y, en muchos casos, compaginarlo con un trabajo.

Chulito ha llegado a pelear en Super Gallo (55 kilos) y en Pluma (57). Cuando él, fuera de los días del combate, pesa entre 64 o 65 kilos. Por eso tiene que exprimirse como una naranja la semana de la pelea. El pesaje es la víspera y en ese día que tienen por delante son capaces de recuperar un montón de peso. "Primero haces una dieta para quedarte fino, pero, además, te deshidratas y los últimos tres o cuatro kilos te los quitas de agua. Entonces te pesas y luego recuperas bebiendo. Yo, en el Campeonato de España que hice en 55 kilos, luego subí con nueve kilos más al día siguiente".

Su vida es mucho más que gimnasio y familia. Muchas horas las pasa en el restaurante donde trabaja. "Estoy con el 'delivery'. Con el teléfono y llevando comida a domicilio. El boxeo ayuda pero es un extra. A mí no me da para vivir y en España a muy poca gente". Su mayor bolsa fue en el Campeonato de la Unión Europea, donde se llevó cerca de siete mil euros.

Ahora está parado. En diciembre se fajó en Roma por el cinturón de la UE y volvió con una lesión en el ojo derecho. Da el año por perdido y cuenta esto mientras ve doble por culpa de ese ojo que está levemente desviado. "Me vuelvo muy loco. Los primeros meses estuve hasta con depresión y no podía ni dormir, pero el cuerpo es muy listo y se acostumbra. Pero voy un poco mal".

Aritz no reniega de su apodo. Al contrario: está encantado con él. En un pispás se ha quitado la camiseta y muestra su torso. En el pecho aparece su logo (el nombre de chulito escrito sobre una gran A) y en la espalda, de lado a lado, un segundo chulito de letras enormes rellenas de tinta negra. Su hermano se apresura y le saca una cadena dorada como la suya de la que cuelga su logotipo: otra A y otro chulito. Y ya van tres. ¿Será que sí es un poco chulito?

Su epidermis es un enorme tapiz con espacio para todo lo que quiere. Sus padres en la piernas. Sus hijas, con la hora en la que nacieron, lo que pesaron y algunos detalles más, están en el lado izquierdo de su cuerpo, muy cerca del corazón. 

En la espalda, encima del Chulito, hay dos palabras: disciplina y sacrificio. "Me definen".

El accidente de Garoe

Y en la pierna, el accidente que tuvo su hermano. Porque Garoe, que también boxeaba, se estampó con la moto es 2007 y casi no sale de esa. Las secuelas que ahora se ven en cuanto se pone en movimiento son una broma en comparación con el diagnóstico de los médicos. Una broma o el premio a su esfuerzo y su capacidad de recuperación.

Garoe llevaba una día la escúter a todo lo que daba, metió la rueda en un socavón y salió volando. Su cuerpo cayó en un escorzo horrible y se partió el cuello. "Estuvo tocado de médula y un montón de meses tumbado en una cama sin moverse". Luego estuvo mucho tiempo en una silla de ruedas y ahora, aunque cojeando, ha llegado a caminar y a conducir el TT impoluto que hay aparcado en la puerta. Todo un éxito. "Llevo una vida con limitaciones", señala.

Garoe intenta no perderse un combate de Aritz y, desde la esquina, le anima cuando se pone cuesta arriba. A Chulito le encanta y le calma verle allí. "Él es mi mayor apoyo en el boxeo. Él lo vivía como yo y desde que no puede, yo peleo por los dos. Él está en todas las peleas, donde sea".

El día del accidente, la novia de Garoe llamó al hermano, que, en ese momento, salía del taller de motos donde trabajaba. Le contó que había tenido un golpe en la moto y que se lo habían llevado a La Fe. "Va, yo pensé que había sido un golpe más, como muchos que hemos tenido, porque somos dos cabras, pero por dentro notas que ha pasado algo"· Salió disparado hacia el hospital y allí empezó a ver que los médicos "se pasaban la pelota". Hasta que le metieron en un cuarto y le contaron que se había roto el cuello, que tenía coágulos en la cabeza, que lo iban a operar y que si salía de la intervención se iba a quedar tetrapléjico. "Imagínate cómo me quedé", recuerda con una mueca.

Garoe pasó un tiempo en la UCI con un coma inducido. Su hermano lo miraba a través de una ventanita y solo podía pensar en qué le iba a decir cuando se despertara. Ese día llegó y Aritz solo pudo soltarle una mentira piadosa, que no se podía mover porque le habían sedado. Lo segundo que preguntó Garoe fue que dónde estaba todo el oro -en aquella época les gustaba lucir como raperos- que llevaba puesto. "¿Dónde está mi oro?", se ríen ahora.

Luego empezó a moverse y los médicos decían que eso era imposible. Ellos pensaban que se quedaría inmóvil de cuello para abajo y aquella reacción, decían, solo eran espasmos. Pero no. Era el cuerpo de Garoe luchando contra la lógica. Estuvo casi tres meses atado a la cama y con la cabeza sujeta con una corona que le pasaba por la frente. Perdió más de veinte kilos. Se quedó en el chasis: 47 kilos. Pero los Pardal no se rinden fácilmente. El joven que estaba condenado a estar conectado toda su vida a una máquina resucitó. 

"Soy guapete"

De la cama pasó a la silla de ruedas. Y de ahí se enderezó y, contra todo pronóstico, empezó a andar.

Aritz cambió de entrenador en 2015 y confió su carrera a Sento Martínez, que es el dueño de este gimnasio, Tsu Box. Lo de Tsu viene del apodo del entrenador en su época de boxeador: Tsunami. Sento, con la ayuda de Lautaro Arborelo, el hombre que los pone como toros, lleva uno de los mejores grupos pugilísticos de la Comunitat Valenciana. Los dos no paran de vacilarle a Chulito. Como para demostrarle que para chulitos, ellos.

Con él vivió uno de sus mejores combates, el que ponía en juego el título de campeón de la Unión Europea, pero lo perdió. Así que su gran recuerdo es el que disputó en Bilbao, donde se proclamó campeón del WBC Mediterráneo. "Fuimos a casa del rival, un chico que estaba invicto, en una pelea que se preveía durísima, con toda la gente en contra, y en el segundo asalto lo dejé seco. Aunque la pelea más dura fue contra un georgiano que acabamos los dos rotos. Y a falta de 15 segundos, le pillo una mano y lo tiro. Último apretón y a dormir. Gané en el sexto".

A Chulito se le encienden los ojos hablando de sus grandes gestas. De su facilidad, algo poco habitual en su peso, para mandar al rival a la lona. Once de sus catorce victorias fueron por KO. Aritz explica que él encaja bien "las manitas" y que a pesar de tantas peleas tiene la cara casi intacta. "Soy guapete". Chulito en estado puro.

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