GASTRONOMÍA DE BARRIO

Comer en Benimaclet, el barrio más bullicioso de la ciudad

El barrio de Benimaclet se ha quedado detenido entre dos mundos. Entre el derecho al descanso que reclaman sus vecinos y el desenfreno juvenil de los universitarios que compartenpiso desde 150 euros la habitación y siempre están dispuestos a tomarse la última. Este es un recorrido por sus mejores restaurantes, locales y desayunos.

| 21/04/2016 | 5 min, 7 seg

Aquí las personas mayores se saludan por su nombre, los niños corretean por la plaza y las campanas de la iglesia de la Asunción recuerdan que lo que hoy es el distrito 14 era, hasta hace no tanto, un pueblo. De esta época son las casas de una altura, con sus patios interiores y sus balcones de hierro forjado. Ese respeto por las tradiciones se ve complementado por la efervescencia estudiantil y una rica vida vecinal que lo han convertido en el barrio más vivo de la ciudad. Dos poderosas fuerzas ejercen de amalgama, una son las universidades, la otra la huerta.  Aunque el ladrillo arrasó con buena parte de las superficies de cultivo, el empeño de los vecinos ha transformado el entorno en los últimos años y algunos de estos terrenos abandonados vuelven a producir lechugas, tomates o patatas. Benimaclet no tiene diseño, gastrobares, ni hipsters. Ni falta que hace.

Esa idiosincrasia particular se refleja en la oferta gastronómica del barrio. Aunque uno puede despistarse entre tanto kebab y tanto cartel anunciando media docena de quintos y plato de morro por 6 euros, solo hay que prestar un poco de atención y dirigirse a los lugares adecuados.  Desde bien temprano, las calles peatonales desprenden aroma a pan recién horneado procedente del horno Cuenca o el de Isabel. Si apetece algo más elaborado, hay que visitar La Ola Fresca, un pequeño local en el que Helen, una inglesa encantadora, prepara con cariño propio de una madre, tartas dulces y saladas y zumos de frutas. Cruzando el parque, encontramos uno de esos sitios indispensables en los que uno se quedaría a vivir, El Taller, donde, además de una empanada de pisto superlativa, realizan una de las mejores tartas de manzana del universo. No es una pastelería al uso. Aquí prácticamente todo se pide por encargo y a mitad de diciembre ya no aceptan pedidos para Navidad.

A cinco minutos de allí, abrió hace menos de un año un establecimiento singular. La Comanda es una tienda donde comprar alimentos a granel de casi cualquier cosa que se te ocurra. Sacos con pastas, arroces, especias, algas, setas, harinas, cereales, tés y legumbres ocupan el espacio como si de un bazar oriental se tratara. También hay geles, champús y productos de limpieza que tratan de minimizar sus efectos nocivos sobre el medio ambiente. Puedes llevarte tus propios envases y rellenarlos. Es el paraíso de los veganos y el templo del producto ecológico y de proximidad. Una orgía de colores y sabores al peso que merece convertirse en una referencia.

Siguiendo la estela de cocina saludable con una carta que varía según la temporada nos topamos con Al-Paladar, un restaurante no exclusivamente vegetariano, pero con multitud de opciones para los seguidores de esta corriente. Es además el mejor sitio del barrio para comprar comida para llevar. Pero no se asusten los alérgicos al mijo, al bulgur y a la quinoa porque en Benimaclet uno también puede encaminarse hacia el extremo opuesto y encontrar carne en el estado más puro, el steak tartare. Separados solo por cuatro calles se encuentran dos propuestas mucho más formales y alejadas de la corriente jipi que impregna la zona. Son El Gastrónomo y Dolium. El primero fue uno de los pioneros en  Valencia en servir carne cruda hace más de 30 años.

Para tomar café, hay que probar una de sus tranquilas terrazas, la de la librería cafetería Chico Ostra  o la del Café d Coco, donde en esta época del año el sol aguanta hasta tarde,  son dos buenas opciones. Si se prefiere algo interior, en el Ziryab puedes, además de merendar, asistir a la tertulia filosófica que organizan semanalmente. Nietzsche y carrot cake, una combinación explosiva.

Cae la noche y hay que cenar. El Patanegra restorán es uno de los clásicos del barrio. Con su multicolor decoración y una deliciosa terraza interior para el verano, ofrece una carta variada en la que sobresalen los chipirones en su tinta y la morcilla de burgos con setas. El Aprendiz es otra de las recientes incorporaciones gastronómicas a tener en cuenta. En solo seis meses su sashimi de lubina, su ensaladilla y su ceviche han ocupado un lugar destacado por derecho propio.  Para acertar con una buena pizza, el Bajo Flores donde las cocinan en horno de piedra o la Pizzeria Trattoria Torino, que se distingue por hacer auténtica comida italiana.

Uno no puede irse de Benimaclet sin antes conocer su agitada vida nocturna. En el Pulso, el London, Tulsa, La Gramola o Enbabia, además de tomarse una copa, se puede escuchar música en directo, ver una exposición de fotos o pintura,asistir a una representación de café teatro o escuchar un recital de poesía. La vida cultural del barrio bulle en cada garito.

Ninguno de sus locales conseguirá nunca una estrella Michelin, tampoco aparecerán en revistas de moda ni recibirán reservas con meses de antelación, pero la oferta gastronómica de Benimaclet es más que aceptable y mejora con el paso del tiempo. Esa mezcla entre el respeto por el pasado y la apuesta por un estilo de vida sostenible en el que la ciudad se pone al servicio de los vecinos y no al contrario, tampoco requiere de la nebulosa de sofisticación de otras zonas. Cuando existe autenticidad, lo demás es secundario.  

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