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el cabecicubo

Cómo la chispa de un incendio en un bosque ruso puede provocar una primavera árabe

El documental ‘Diez mil millones’ anuncia que ya ha pasado el tiempo para tomar medidas a nivel global para evitar una catástrofe planetaria que acabe con gran parte de la vida en la Tierra y que conflictos, como la primavera árabe, guardan relación con desequilibrios climáticos como la oleada de calor de 2010 que hizo que los alimentos subieran un 45% en todo el mundo generando estos disturbios

5/03/2016 - 

VALENCIA. En 2005 Una verdad incómoda, el documental de Al Gore, llegó a nuestras pantallas alertándonos de los peligros del cambio climático. Gore, aparte de su célebre carrera política en la que perdió las ignominiosas elecciones de 2000 contra George Bush Jr., era miembro del consejo de administración de Apple.

Un dato meramente circunstancial, que estuviera relacionado con esa empresa, de no ser porque el documental que ahora nos está alertando del fin del mundo, Diez mil millones, también ya en nuestras pantallas, está protagonizado por Stephen Emmott, director de ciencias informáticas del Microsoft Research de Cambridge, un centro de investigación cuyo objetivo es, según Wikipedia, “resolver los problemas del mundo a través de la innovación tecnológica”. Ejem.

Malthus originalmente y el club de Roma desde los años 70 vienen alertando de que el mundo va a colapsar, de que no habrá recursos suficientes para la superpoblación y de que el mero crecimiento destruirá los recursos naturales. Del mismo modo, tampoco faltan publicaciones y artículos desmintiéndolos. Incluso haciendo mofa de sus predicciones o profecías que no se cumplen. Hacer profecías fácil no es, aunque ha habido casos, más relacionados con la economía, donde sí que hubo aciertos.

En la URSS en los 60 circularon entre las elites soviéticas unos documentos científicos que preveían el estancamiento de la economía, no tanto el colapso, y en veinte años dejaron de salir las cuentas si lo que se quería era vivir en el mundo avanzado y no cerrar más las fronteras y mantener una reserva espiritual del pasado y la pureza. Sutiles reformas pudieron haber reformado el comunismo a tiempo de manera que todavía existiría, pero vencieron los guardianes de las esencias y tras dos décadas de negar la mayor, en solo un par de años de desestabilización estos sistemas salieron de la Historia con viento fresco.

En Diez mil millones se parte de la premisa de qué haríamos si supiéramos que un
asteroide va a impactar con La Tierra en 2080 y destruirá el 70% de la vida que alberga el planeta. Sería una situación desesperada, explica, pues eso mismo es lo que nos ocurre ahora con los recursos naturales y el calentamiento del planeta. Abreviando: vamos a morir todos.

La pregunta es qué ocurrirá cuando en el planeta seamos diez mil millones de personas. En los primeros compases del documental hay un totum revolutum de ideas y conceptos que no guardan relación necesariamente, pero lo principal es que parece que el relato que se pergeña está hecho por y para anglosajones. Cuando dice que el ser humano ha ido pagando cada vez menos por la comida, demandando entonces más bienes de consumo y luego yéndose en avión de vacaciones ¿A qué ser humano se refiere? La gran mayoría de la humanidad todavía no ha dado todos esos pasos. Más bien, esa forma de vida se encuentra plenamente instaurada en países como el suyo.

De pie en un escenario, con gesto afectado, ceño fruncido y mirada firme, Emmott va relatando paso por paso por qué nos estamos cargando el planeta. Lo hace de forma didáctica y sencilla, de modo que la mayoría de los espectadores ya conocerán de otras ocasiones lo que se les está contando.

Resulta particularmente simpático cuando se refiere a los litros de agua que son necesarios para fabricar una tableta de chocolate y dice: “Téngalo en cuenta cada vez que toma una acurrucado en pijama en su sofá, hasta cada pijama necesita 9.000 litros de agua para fabricarse, hacen falta de hecho cuatro litros de agua para embotellar uno, es totalmente insostenible”.

Pero el verdadero interés llega cuando se produce la anunciación, es decir, lo dicho, que moriremos todos. Emmott advierte de que todo va a empeorar. Calcula que para 2050 habrá en la Tierra el doble de demanda de alimentos y que, lejos de aumentar la productividad de la agricultura como ha venido sucediendo de forma increíble desde mediados del siglo pasado, dato que omite, ésta se reducirá a consecuencia del cambio climático. Y aquí viene lo único por lo que merece la pena el documental.

A la hora de poner un ejemplo de las desgracias que puede acarrear cualquier vaivén climático recurre a un argumento que publicó, entre otros, el periódico Monde Diplomatique en 2011  y The Economist en 2012. Una oleada de calor e incendios en 2010 acabó con un tercio de la cosecha de cereal en Rusia. El gobierno suspendió la exportación de cereales y los precios subieron un 45% en el mercado internacional, el mayor incremento de los precios alimentarios de todo el mundo desde 1990. El ámbito árabe, una de las principales regiones importadoras, entró el conflicto. El resultado: las primaveras árabes. Aunque así lo explica Emmott, el aludido diario citaba cuatro causas más de estas revoluciones además de ésta y en Economist lo calificaban de “último clavo en el ataúd” de los regimenes existentes hasta entonces.

“Creo que estamos jodidos”

El acto en el que se basa este documental de Peter Webber es en la aparición que
Stephen Emmott hizo en el Royal Court Theatre de Londres en 2013 que concluyó con la famosa sentencia: “creo que estamos jodidos”. El ponente anunció para las próximas décadas fenómenos climatológicos sin precedentes: inundaciones, incendios, aumento del nivel del mar… Bangladesh, profetiza, desparecerá antes del final de este siglo. El Amazonas será un desierto. Reino Unido. Estados Unidos y Europa estarán militarizados para impedir la entrada de miles de personas procedentes de países inhabitables o en conflicto por la falta de recursos. Los que llamó “refugiados climatológicos” –no existían los actuales todavía.

Aunque admite que las predicciones catastrofistas de sus predecesores erraron porque el hombre supo dar respuesta en cada momento al aumento de población con la tecnología, Emmott sostiene que ya es demasiado tarde, que ni hemos emprendido un plan de energías renovables, nuclear o la desalinización ni siquiera está en el horizonte. “Salir por la vía tecnológica no parece posible”.

Todas las iniciativas globales han fracasado, dice. Y advierte: “solo un idiota negaría que hay un límite en la capacidad de la tierra ¿dónde está? creo que ya hemos rebasado la cantidad límite, la hemos rebasado de largo. Espero estar equivocado, pero la ciencia me ha hecho ver que no lo estoy estamos en una situación de emergencia no estamos haciendo más dada la magnitud y la urgencia del problema hacer algo radical con urgencia algo de verdad, creo que no haremos nada, creo que estamos jodidos.”. Y entonces llega la solución: “consumir menos, mucho menos, menos comida, menos energía, menos bienes de consumo”.

Todo ello aderezado con “préstamos” muy descarados del documental Koyaanisqatsi y la música de 1983 de mostrar cómo el hombre desequilibra el planeta, para proclamar que el asteroide que se acerca a destruir la Tierra no existe, que es que somos nosotros, la raza humana, el meteorito. En resumen, sin especificar más: ninguna novedad.

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