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Cónclave en el museo: conversación a cinco sobre la emoción y el futuro de las Fallas

18/03/2016 - 

VALENCIA. La Ciudad de las Artes y las Ciencias parece el campo base de un lugar exterior en el que casi siempre uno parece pionero. En las proximidades del Príncipe Felipe (un contenedor supuestamente dedicado a la ciencia) un promocional señala una exposición sobre el ADN y la memoria genética. En el lago varios operarios limpian las aguas. Todavía no son las nueve de la mañana y a estas horas esta llanura planetaria parece estar colocándose en su sitio, moviéndose tal que una tramoya. En una concavidad del museo guarda silencio la exposición del Ninot. Todavía no está abierta y al encender las luces centenares de figuras toman vida tras un letargo. «Esto parece Noche en el museo», grita alguien. Pero la noche ya se ha hecho día. Unos selfies con el Titi, una mirada a los ojos del Home tabular, ninot de Alberto Ferrer en homenaje a Miquel Navarro. Todos están como mirándonos

Entre la maraña de ninots cinco sillas esperan a cinco protagonistas en un cónclave casi improvisado que tiene por objeto hablar de fallas, de su imagen, de sus reclamos, de su futuro, de… «Ahí llega la primera». Parecería la casa vacía de un programa de telerrealidad a la espera de sus primeros ocupantes. Marina Puche hace acto de aparición. Es artista fallera, joven, hija de una generación legendaria. El diseñador Ibán Ramón, autor de los carteles de Fallas de este año, artista fallero sobrevenido, llega junto a Miguel Ángel Pérez, presidente de la comisión Corona, cuyo lema es «caminando entre la tradición y la innovación». Mientras los tres se pierden por las marismas del ninot la pirotécnica Reyes Martí se adentra en la sala. “Piroténica no, coetera”. Eso, coetera. Y el último, el ilustrador Paco Roca, que acaba de dejar a su hija en la guardería. Roca tiene escarceos puntuales, como el diseño de la falla General Barroso Litógrafo Pascual y Abad, en su barrio. Los cinco –representantes de elementos distintos que conforman estas fiestas- ya están sentados. El Home tabular y el Titi, en formato ninot, se miran a los ojos fijamente.


Intentemos descifrar la composición genética de las fallas. ¿Qué tienen que tanto os emocionan? A ver...

—Miguel Ángel Pérez: Tienen algo hipnótico que hace que cuando te metes en la vorágine te acaba atrapando, emocionando. No sé si se puede explicar. De hecho aquí hay una persona que hace poco tiempo que es fallero, antes casi era anti, pero que las ha descubierto y…

—Ibán Ramón: No antifallero porque no soy anti nada, pero sí he pasado de ver las fallas como algo insoportable a verlas como una oportunidad magnífica, es un espacio tan grande que hay para todos, quien quiere hacer, hace. Es una gran oportunidad para cambiarle la cara a la ciudad.

—M.Á. Pérez: Yo soy fallero desde pequeño, pero no de familia. No sé la razón pero cuando tenía diez u once años había algo que me atraía mucho, me escapaba del colegio a la plaza de San Marcelino a ver cómo plantaba la falla Santiago Rubio. Se me pasaban las horas viendo aquello sin saber por qué. Desde entonces soy muy de los monumentos, de la pirotecnia y de la falla eterna, que es el llibret.

—Marina Puche: Es que es como algo que pica y ya se queda. Estaba en el taller de mi padre y veía que todo estaba relacionado con la pintura, la escultura, el espacio… un mundo tan intenso, trabajar todo un año para algo que se va a quemar. Algo muy especial.

—Reyes Martí: Una falla transmite alegría. Aunque más cuando casi todos los falleros se curraban el barrio desde la mañana, ahora el fallero quiere más noche y no quiere madrugar.

—I.R.: Despreciar las Fallas y hacer como que no están es perder una oportunidad. Supongo que hay una ciudad que las ha dejado como una cosa perdida. Hay muchos aspectos que no sigo viviendo a gusto, es muy invasiva, poco amable para el no fallero…

—R.M.: ¡Si son cuatro días!

—I.R.: Si fueran sólo cuatro días no habría problema.

—Paco Roca: El primer recuerdo de las Fallas que me emocionó fue la música, esa vibración, siendo un crío quizá no estás acostumbrado a la música en vivo y ésa era la primera aproximación. Luego me atraían los concursos de dibujos y poder dibujar una falla… Pasé de participar en el concurso de dibujos de General Barroso a años después acabar haciendo la propia falla. Cerré un círculo.

—M.P.: Estamos muy acostumbrados ya, pero el poner tu trabajo en la calle, ante la luz, en un sitio que va a pasar la gente y que sólo va a estar cuatro días, eso es espectacular.

—R.M.: Son grandes emociones. ¿Tú sabes qué sentí la primera vez que disparé, en 2001, una mascletà en la plaza del Ayuntamiento? Como si fueras a Port Aventura y te metieran en la Stampida. Pasas miedo, empiezas a temblar, se te seca la boca, bailas para que no se note que estás nerviosa…

—I.R.: Y sobre todo, las Fallas son una tarea colectiva.

—R.M.: Te olvidas de tu rol social de cada día. Da igual que seas un médico que un agricultor.

—P.R.: Si lo piensas las Fallas son una cosa muy rara. Toda una ciudad asociada. Tienes a buena parte de la ciudad organizada en barrios. Imagina si se pusieran de acuerdo para cualquier otra cosa… Es tanto poder. Podéis condicionar incluso el voto. Es difícil encontrar otra ciudad en el mundo con tantas asociaciones organizadas.

Y si todo son oportunidades y ventajas, ¿por qué parte de la población las percibe de manera negativa?

—M.P.: Hay que intentar informarse para ver que las Fallas no son los tópicos de siempre.

—I.R.: Pero es tan masivo que es imposible evadirse. Una cosa es hacer un monumento, y otra la juerga, el exceso… Cuando llegan ya llevas muchos fines de semana previos en los que no se puede dormir. Hay cosas a replantearse.

—P.R.: Estéticamente creo que se retroalimenta de sus propios tics, mira poco para fuera. A nivel artístico son cuatro referentes, Disney, alguna película de Píxar…

—I.R.: Respetando ese tipo de estética se pueden hacer muchas más de las cosas que se hacen. Recuerdo el ejemplo de las fallas de Manolo Martín, como aquella que tenía un espejo y veías reflejada la parte de atrás de la estructura… No sólo es hacer una falla abstracta, es que con la falla convencional se pueden contar películas que no se están contando. Y reivindico que hay que recuperar la crítica, no el chiste, sino la crítica, de lo contrario nos vamos a quedar con lo superficial y no con la esencia de lo que son las Fallas.

Proyección. ¿Cómo deberían contarse a los demás?

—M.Á. Pérez: Precisamente a través de la diversidad de reclamos. Que se van a encontrar música, arte, monumentos, pirotecnia… Todo junto, desde la calle.

—I.R.: Sobre todo no proyectar que es un festival de arte porque saldremos perdiendo ante cualquiera. Que es una fiesta con componentes artísticos, sí, pero no un festival de arte. Lo trascendente es que nace de la calle, su carácter popular. La gente de repente se apropia de la ciudad, la hace suya, ése es el punto de vista diferencial ante los demás.

—M.Á. Pérez: El Burning Man es en un desierto, la Feria de Abril en un recinto… aquí es en toda una ciudad.

—P.R.: Por eso es tan difícil controlarla.

—M.P.: Contaría a los demás el proceso, el taller, el trabajo de un año. Eso es espectacular.

—I.R.: La mirada tiene la capacidad de cambiar las cosas. Si tú pones el foco en la fallera al final se le acaba dando más importancia a la fallera, pero si lo pones en el monumento se hablará del monumento, de otras Fallas más interesantes.

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