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CRÍTICA DE CINE

El cine, ese arma de doble filo para el catolicismo

Anthony Hopkins y Colin Farrel protagonizan uno de los thrillers más fallidos de la temporada

16/07/2016 - 

"Desde que la primera audiencia pública en París viera las imágenes en movimiento preparadas por los hermanos Lumière en diciembre de 1895, la industria cinematográfica se ha convertido en un medio universal que ejerce una profunda influencia en el desarrollo de las actitudes y opciones de la gente, poseyendo una notable habilidad para influenciar a la opinión pública y a la cultura a través de todas las fronteras, tanto sociales como políticas".

VALENCIA. El 17 de marzo de 1995 el popular papa Juan Pablo II pronunció un discurso en plena asamblea plenaria del Pontificio Consejo. El cine cumplía 100 años y la Iglesia Católica llevaba décadas abrazando -e interviniendo- el que tantos años después sigue siendo uno de los principales medios de masas. El cine es "un factor cada vez más positivo en el desarrollo de los individuos y en un estímulo para la conciencia de la sociedad como un todo", 'el papa Polaco' y en esa toma de "conciencia", en esa necesidad de mostrar a la "sociedad como un todo", hay una serie de cineastas a las que no se sabe si su trabajo le hace un flaco favor.

Premonición es la primera producción internacional del joven cineasta Afonso Poyart. De hecho, cuesta encajar cómo este realizador brasileño hilvana el salto desde un único largometraje de cierta entidad (2 conejos, una película de acción con una marcada clava para atraer al público en exclusiva de su país) hasta este film con estructura hollywoodiense. El citado film de 2012, difícilmente exportable, no debe contar como la variable por la que fue fichado para dirigir a un reparto que incluye a Anthony Hopkins, Colin Farrel, Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish.

Es difícil poner a trabajar sobre un thriller de acción a Hopkins, Farrel y Dean Morgan y no mantener alguna escena de placer cinematográfico para el espectador, pero no imposible: Poyart lo logra. Con la voluntariosa y destartalada carrera de Cornish colándose en el nivel actoral de la triada de actores principales, seguramente son el guión y finalmente el montaje los que no le dan la menor posibilidad al film de respirar una historia que, en esencia, es lo más preocupante de toda la película. Porque el título original del film es Solace, aunque esa idea (textualmente, Consuelo) tan capital para entender el largometraje no ha sido tenida en consideración por la oficina de marketing en España.

Cornish junto a Hopkins

Los fantasmas de un catolicismo psuedoactualizado a los tiempos que corren (llevan móviles, camisas entalladas y no encajan peor el mundo tras la postmodernidad) están por todas partes en un film que, más que del consuelo, habla de la piedad. El film de Poyart es un flaco favor a los tímidos avances en esa materia tan incómoda para la moralidad que es la muerte digna. Más tímidos, obviamente en aquellos países donde  El catolicismo, con la idea de presentar a un dios bueno, encuentra un mesías de piedad y consuelo a través de una figura mucho más pagana: la enésima reencarnación del mito del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

La idea de un mismo hombre contrapuesto, el Jekyll de Hopkins y el Hide de Farrel, viven en una suerte de declamación de un texto abrumador por su llaneza, pero torpe en un desarrollo por el que cabe aceptar la inverosimilitud de todo lo que se nos muestra en los primeros minutos del film. Es, de hecho, una película de ciencia ficción por aquello de las premoniciones, pero en cualquier caso un thriller que no se priva de unas cuantas escenas sangrientas y de una violencia exagerada para sus conclusiones y que parece justificar la máxima católica tan absurdamente presente en texto y subtexto del film. 

Para acolchar la piedad y la condescendencia, la paz es un plato que se sirve a través de un enviado, un hombre -que no mujer- de carne y hueso. Las referencias a la mujer, de hecho, invitan a tratar de no sonrojarse con el tipo de roles que juegan en la sociedad. La salvedad, por cierto, la protagoniza Cornish, convertida en una súper agente policial (que es doctora en psicología pero se marca una persecución en coche que ni Steve McQueen en Bullitt) tras el profundo trauma de ser madre soltera y dar su hijo en adopción. Y la escenografía social sigue así en un sinfín de cuestiones que es imposible pasar por alto para aceptar su relato total.

Dean Morgan a la izquierda de la imagen

Pero es tan evidente la necesidad de ofrecer consuelo a través de un cine actual mal entendido (las inserciones, ese recurso del montaje, alcanzan en esta película el grado de esquizofrenia) que hacia el final el guión se revela y acaba por ser excesivamente textual: el problema del asesino en serie que domina la trama "es una moralidad mal entendida". El mundo, después de todo, muestra cómo son otros los que eligen por nosotros, los conectados a ese dios bueno que siempre permite que los finales no sean los de quien comulga con este tipo de ideas. Y esa es la tensión que genera para terminar en la paz esperable.

Proceso a Jesús (José Luis Sáenz de Heredia, 1974), Canción de cuna (José Luis Garci, 1994), Ben-Hur (William Wyler, 1959), Barrabás (Richard Fleischer, 1961), Quo Vadis? (Mervyn LeRoy, 1951), El reino de los cielos (Ridley Scott, 2005), La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, Mel Gibson, 2004), Jesús de Nazaret (Jesus of Nazareth, Franco Zeffirelli, 1977), Marcelino pan y vino (Ladislao Vajda, 1955) o Encontrarás dragones (There Be Dragons, Roland Joffé, 2011), en otros contextos, contando otras historias, no ofrecieron un cine tan limitado para la causa católica. Son solo algunos casos, porque hasta El Vaticano tiene su lista de 45 películas divididas según su poder religioso, en valores o artístico sin contradecir sus postulados.

A estas alturas de la historia del cine existe, no obstante, hay una cantidad de películas de talla enorme para abordar el mundo de dios y las religiones (también las que han sabido reírse del asunto). Para  creyentes, ateos y agnósticos y buscando un referente más próximo, puede resultar mucho más estimulante el proyecto Words with Gods, el proyecto coordinado por Guillermo Arriaga con direcciones de Héctor Babenco, Bahman Ghobadi, Emir Kusturica, Mira Nair, Hideo Nakata, Warwick Thornton, Álex de la Iglesia, Amos Gitai.


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