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Arcángel: "El concepto de 'intimidad' me gusta. El flamenco acentúa esa cercanía, al ser música muy de contacto"

17/12/2017 - 

VALÈNCIA. Cuando dos deseos se juntan, surge una necesidad. Entre la combustión primitiva y el arte sin horma ha compactado Arcángel la esencia de su filosofía. En el flamenco, el duende que no falla es el que acude cuando no haces más que currártelo, estudiar, seguir aprendiendo cuando ya hace mucho que sabes mucho. Eso es lo que tiene Arcángel: duendazo.

Una memoria en marcha que el cantaor de Huelva alimenta con fuegos nuevos y arde en todas direcciones. Hay veces en que ecos lejanos tapan su voz y se ponen en lugar de la suya, como en sus flamenquísimos Abecedario flamenco, su último espectáculo, y Tablao, grabado en directo en tres escenarios emblemáticos: el Corral de la Morería de Madrid, El Cordobés de Barcelona y El Arenal de Sevilla.

"Abrir el abanico es lo que vengo defendiendo desde hace muchos años. Me considero muy, pero muy a caballo entre lo ortodoxo y lo heterodoxo. Mi propuesta siempre es defender el cante clásico, tradicional, a mi forma, y, sobre todo, disfrutar de todas las posibilidades que aún tiene. Siempre desde el conocimiento de las cosas, si no... no estamos hablando de nada". 

No se puede negar que es mucho más cómodo olfatear por dónde van los gustos y seguirlos sin remilgos. Pero, en esto, Arcángel no se limita a aportar léxico, sino discurso. Todo parece tan definido y tan para siempre, que para Arcángel cada trabajo es una gran prueba personal -una Excalibur enclavijada en la piedra- con la que legitimarse más allá del derecho conquistado. Frente al catetismo de pensar que no quedan proezas pendientes, el cantaor cruza el presente buscando la manera de abrir la siguiente frontera. 

Ese esbozo de una época confusa, pero al mismo tiempo como si todo fuera la inminencia de algo, traza una línea que va de Enrique Morente (fundador del califato de los Omega y leyenda desde mucho antes) al filósofo Lacan con palmitas de fondo. Casi na.

"Me enfrento a mis propios miedos, ese concepto siempre me ha provocado bastante temor, porque no estaba acostumbrado, no lo domino. Siempre defiendo que decir las cosas de tú a tú es mucho más complicado que cuando hay, aunque sea, un telón invisible por medio".

"Ahora que estoy mezclando mi próximo disco, a punto de acabar, es cuando me doy cuenta de lo que disfruto haciéndolo. Más que cuando lo tengo en las manos. Cuando ya he terminado de hacer algo, siento más alivio que satisfacción". 

"Recuerdo una frase —explica Arcángel— que dice: 'Deseando una cosa parece un mundo y una vez que se consigue, tan solo es humo' [bellísima copla que cantaba Morente por alegrías]. No estoy 100% de acuerdo con el final, porque el humo se te va de entre las manos. Lo cambiaría por algo más estable, permanente, yo qué sé, como la resina. Algo que se te queda pegado durante el proceso de creación".

Esa apetencia narrativa del onubense convierte las callejuelas, los antiguos cafés, los discos viejos con un zumbido de fondo como de torre eléctrica, en un inmenso coto de caza argumental que lo devuelve al presente y a Lacan —"la cacería es más dulce que lo cazado", en clara enmienda a las fantasías poco realistas. Para que el deseo dure, los objetos tienen que estar permanentemente ausentes— para custodiar los valores de un género, escritos todos en mayúscula.

"No soy nada autocomplaciente, tampoco mi propio verdugo. Lo que intento es mantener un equilibrio, pero cada vez tengo más claro que el proceso de crear algo es más enriquecedor que haberlo conseguido. De todas las experiencias guardo algo, no es que acabe y desaparezca todo, como un resfriado, pero ya lo ves de otra manera, más deshinibida, como si no tuviera que ver contigo.  

Sin embargo, los golpes cortos no se dan desde la distancia larga, sino que obligan a acercase.

"El concepto de intimidad me gusta bastante. Cada género tiene su idiosincrasia, pero en el flamenco esa cercanía se acentúa, al ser una música muy de contacto. Sin necesitar amplificación para poder establecer un diálogo, ya me gusta, de entrada. Es una propuesta por la que aposté en Tablao que para otros proyectos es hartamente complicado. El principio de la música es unir elementos, y en según qué espacios es muy difícil poner una guitarra al mismo nivel que una voz y si hay percusión u otros instrumentos, es dificilísimo conseguir un recogimiento verdadero". 

Saben bien los antiguos que no es posible comprender el pasado aplicándole convenciones actuales. En su visita a València este sábado, Arcángel ahormó en el Teatre El Musical un repertorio concebido como un examen de honradez y notable defensa del oficio. Enjundia, sustancia, olor y color desde el pregón a las bulerías, la exquisita soleá, el fandango (inconmensurable), la conmovedora zambra Azucena, las alegrías con la intervención de la bailaora Patricia Guerrero y hasta la despedida por villancicos del Gloria. Sobre las tablas había un coloso, como suele siempre que hay exigencia, y se vació, literalmente, desbordando compromiso con el público. Imposible no disfrutarlo.

"Cuando canto, intento que por la cabeza me pasen pocas más cosas que la música y las letras, porque entonces es una tragedia. Me gusta captar la atención, compartir el sentimiento de ese momento. Ahí se produce una eclosión muy importante entre el público y el escenario. Si pestañeas pierdes, pierdes detalles". 

De la tiesura de la historia acostumbra a salir Arcángel para dejarse fluir hacia una calidez terapéutica. Así acabó metido un flamenco en una ópera, El público, de Mauricio Sotelo con el cantaor Jesús Méndez y el guitarrista Cañizares. 

"Principalmente te aporta tres cosas: conocimiento, nuevos retos, porque te enfrentas a algo que te exige salir de tu zona de confort y descubrir tus limitaciones, que me parece mucho más interesante. También divertimento. Necesito estar permanentemente jugando con algo entre las manos".

Se podría pensar que el resto de géneros son bienvenidos si matizan su carácter fuerte, si se rebajan como el vino al que se añade agua, para homologarse a la albura de los estándares del flamenco. Pero es más. Mucho más. La música no rompe el silencio, sino que corrige el vacío.

"No me gusta estar escuchando música y hacer otras cosas a la vez. Dicho de otra manera: escuchar algo que te permita estar dedicándote a otros asuntos. Entiendo que haya otros estilos creados para otros ámbitos y que están creados para otros menesteres y otros objetivos, pero el mío, intento, por todos los medios, que no se parezca".

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