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el peor de los tiempos / OPINIÓN

El mito de la educación en los Países Nórdicos

La sanidad en España es de alta calidad, al tiempo que nuestro país es muy eficiente en el gasto sanitario, ¿por qué no podemos hacer lo mismo en educación?

1/11/2015 - 

En los últimos meses se está citando como modelo social y económico a imitar a los países del norte de Europa. Dinamarca es el objeto de la mayor parte de estos comentarios (no sé si por las series de televisión, que nos han hecho sentirlos más cercanos), aunque Finlandia suele ser el más envidiado por sus excelentes resultados educativos. El secreto de este último país radica en el elevado prestigio social de los maestros y profesores, seleccionados entre los mejores alumnos y formados con esmero. 

Sin embargo, eso no quiere decir que la calidad de la educación del resto de los Países Nórdicos (siendo buena)  sea tan elevada como la finlandesa. Suecia o Dinamarca no se encuentran tan bien situados en las pruebas de PISA, ni tampoco utilizan los mismos métodos que Finlandia. Hace algunos años tuve la ocasión de asistir a una conferencia impartida por una afamada experta sueca en educación, Inger Enkvist, quien señaló que en su país se había llevando a cabo una reforma con el objetivo de mejorar la calidad de la educación en 2007 (continuada en 2011).

La reforma había sido necesaria pues, a pesar del elevado gasto y tras una serie de cambios introducidos en los años 90, los resultados académicos no eran satisfactorios. Lo achacaban a la vuelta a la “escuela comprensiva” que los propios suecos habían inventado en los años 50 y después abandonaron, sistema poco exigente o selectivo, y que otros, como Gran Bretaña o España adoptarían posteriormente. 

En Dinamarca la educación secundaria es obligatoria hasta los 15-16 años. Los alumnos que posteriormente quieran realizar estudios universitarios deberán estudiar tres años más en el Gymnasium,  sistema con nombre y concepto similares al modelo alemán. En el caso danés, la educación es selectiva, de manera que a lo largo de los estudios obligatorios se va orientando a los alumnos hacia una u otra salida profesional o académica.

Por tanto, es difícil comparar sistemas educativos, a no ser que se utilicen métodos rigurosos. Desde el punto de vista económico, el análisis de la eficiencia y, en concreto, el DEA (Data Envelopment Analysis) es una herramienta muy útil. Mediante indicadores relativos, se puede calcular la denominada frontera de eficiencia (aquellos países que para un nivel de gasto realizado logran mejores resultados) y situar a los países respecto a ella. Estos métodos se pueden aplicar en muy diferentes contextos.

En un reciente trabajo realizado por investigadores daneses y publicado por el CESifo alemán, se comparan los resultados educativos de los Países Nórdicos con otros países de renta alta de la OCDE, incluyendo a España. Los resultados son muy similares a un estudio anterior, realizado en 2006 por Fondo Monetario Internacional, donde, además, se compara la eficiencia del gasto en educación con la del gasto en sanidad. 

Como punto de referencia, conviene empezar el análisis por la sanidad. Casi cualquier español al que se preguntara coincidiría en la elevada calidad del sistema sanitario español. En el gráfico 1 puede verse una frontera de eficiencia en sanidad para los países de la OCDE, donde se compara un resultado del sistema sanitario (en este caso el indicador utilizado es la tasa de mortalidad infantil) con el gasto sanitario. El gasto en sanidad en España era en 2006 de unos 1.150 dólares per cápita, algo inferior a Finlandia (sobre los 1.300) o Japón (unos 1.600).

Pero los tres países tienen en común que, para su nivel de gasto, todos ellos están sobre la frontera de eficiencia. Además, la diferencia en resultados (todos comparten bajísimas tasas de mortalidad infantil) es pequeña. En cambio, el Reino Unido gasta casi tanto como Japón y tiene casi el doble de mortalidad infantil que España. Por otro lado, Noruega o Suecia gastan más del doble que España y tienen similares resultados a los de nuestro país. 

Este mismo análisis se puede repetir para el caso de la educación, en el gráfico 2, donde se compara el gasto por alumno (en educación secundaria) con los resultados de PISA en matemáticas. La situación es completamente distinta, como vamos a ver. España gastaba en 2006 unos 6.000 dólares por estudiante, cifra similar a la de Corea, Irlanda o Canadá, y algo inferior a Finlandia, Holanda o Japón. En términos de la prueba de PISA, la media es 500. Eso quiere decir que Finlandia es, de forma absoluta, el país que mejor resultado obtuvo en ese año, alrededor de 550, junto con Corea (que gasta lo mismo que España).

Esto significa que con el mismo nivel de gasto por estudiante, los estudiantes coreanos obtienen, de media, 70 puntos más en matemáticas que los españoles. Además, también puede observarse que, con un gasto en educación mucho más alto que el de España (y algo superior al finlandés) Suecia y Dinamarca se encuentran ligeramente por encima de 500.

Finalmente podemos ver uno de los resultados del estudio del CESifo antes mencionado, que ofrece datos más recientes y compara los Países Nórdicos con otros países de la OCDE (aunque no se incluyen todos). En el gráfico 3 se compara el gasto en educación primaria y secundaria por estudiante con la tasa de graduación de bachillerato (secundaria superior). Nuevamente Finlandia es el país más eficiente: tiene una tasa de graduación cercana al 95% con un gasto por alumno por debajo de 9.000 dólares. España, con un gasto por alumno un poco más alto se sitúa en el 80%, pero Suecia, con aún mayor gasto, tiene tan sólo un 75% de graduados, mientras que Dinamarca supera el 85% pero gasta más de 11.000 dólares por alumno. 

Dos ideas quedan para la reflexión: la primera es que, como país, usamos muy eficientemente el dinero gastado en sanidad, pues dado nuestro nivel de gasto, estamos a la cabeza en resultados, ¿por qué no podemos hacer lo mismo en educación? La segunda idea es que mayor gasto no implica mejores resultados. Es posible gastar más en la provisión de servicios públicos como sanidad o educación, pero lo importante, cuando se está en niveles de gasto plenamente homologables con los países de nuestro entorno, es emplearlo bien. Y algo estamos haciendo mal en educación. Y no siempre se resuelve gastando más. 

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