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en caja alta

El museo de los errores del diseño

Estamos más familiarizados con el mal diseño que con el buen diseño, un filtro por el que nos hacemos inmunes a logos horrorosos a base de verlos hasta la saciedad

| 19/02/2018 | 2 min, 43 seg

VALÈNCIA.- Los malos diseños nos rodean, y como decía el diseñador norteamericano Paul Rand, «el público está condicionado a preferir el mal diseño, porque es con lo que convive». Convivimos con logos y marcas mal diseñados, y no hablo de una cuestión puramente estética sino funcional: logos que utilizan lenguajes infantiles para dirigirse a un público adulto o estilos gráficos sin ningún fundamento para destinarse a targets antagónicos, porque sí, sin ningún tipo de análisis o de estudio previo. Y además, son feos, horrorosos.

No hablamos de logos polémicos, de rediseños de esos que salen a la palestra incluso de medios generalistas (me viene a la cabeza el rediseño de Gap o el de Yahoo, para colmo carne de memes en redes sociales), sino de verdaderas catástrofes precisamente por pasar inadvertidos por exceso de exposición, aceptados por todos, siendo ya una especie de cultura de lo feo y de lo mainstream. Hablo de lo más alto de la pirámide del consumo de marcas, casi de cultura pop actual, desde Pepsi o Burger King (cuyos logos de hace 20 años tenían bastantes más cimientos estéticos y conceptuales que los adornos superfluos que los coronan ahora) hasta, incluso, la cúspide de la gastronomía como la imagen gráfica del restaurante DiverXO del chef Dabiz Muñoz con sus tres estrellas Michelin (algunos dirán que fiel reflejo de la naturaleza del cocinero, cuando su proyecto de identidad podría ser resuelto con profesionalidad incluso ensalzando toda su idiosincrasia). Y es que el mal diseño no entiende de clases, al igual que el dinero no da el buen gusto. Cuestión de sensibilidad y de marketing.

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A veces los propios profesionales dedicamos más esfuerzo a señalar rediseños insulsos y casos aburridos, y es que no es fácil extraer conclusiones de los ejemplos que aquí comentamos. ¿Quién le dice ahora a Juan Roig, líder indiscutible en su sector, que su logo no está a la altura? El símbolo de la cesta, las bolsas con el SPB o la marca Hacendado bien podrían ser un proyecto de clase de un mal estudiante de diseño, pero han calado a tal nivel en la sociedad española que hay incluso quien defiende que no se cambie. Los datos de facturación, consultorías y análisis de resultados avalan muchas veces imágenes nefastas que no hacen más que entorpecer la identidad corporativa de algunas empresas, y en este sentido, y por la sobreexposición de marca que les permiten sus colosales campañas publicitarias y de marketing, pueden hacer lo que quieran, maltratar su imagen o ensuciar su reputación.

(Lea el artículo completo en el número de febrero de la revista Plaza)

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