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el peligro de las pseudociencias

Bioneuroemoción: El negocio de la desgracia ajena

La pseudoterapia creada por el psicólogo catalán Enric Corbera recauda casi tres millones de euros al año con la premisa de que son los pacientes quienes crean su propia enfermedad. Tiene cientos de miles de seguidores, pero sus detractores son cada vez más fuertes. Ahora va a por ellos

| 23/01/2018 | 13 min, 8 seg

VALÈNCIA.-Todavía no ha cumplido los 40 años. Padece una neuropatía que le impide crear la mielina que necesitan sus nervios y pierde fuerza en sus extremidades. Lleva siete años de tratamiento con especialistas. Sabe que su enfermedad degenerativa no tiene cura. Casada y madre de dos hijos, la desesperación la empuja a buscar soluciones fuera de la consulta médica. Navega por internet y la red está llena de promesas curativas. La que más le atrae tiene un nombre que cuesta pronunciar: bioneuroemoción. Este movimiento tiene un centro que pasa consulta a pocos kilómetros. Allí le dicen que su neuropatía es fruto de una violación de su padre a su madre. Le recalcan que ellos no la curarán, sino que lo conseguirá ella misma. Le sugieren como cuarentena cortar toda relación con sus progenitores. Y así lo hará.

El relato pertenece a un caso real de Barcelona. Lo cuenta el marido de una seguidora de la bioneuroemoción, quien solicita a Plaza que su testimonio se publique bajo el anonimato por encontrarse en un proceso de divorcio y por haber recibido amenazas de muerte tanto de su mujer como del entorno del impulsor de la bioneuroemoción, el psicólogo catalán Enric Corbera. 

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Su mujer le solicitó el divorcio en julio por negarse a costear los 4.500 euros que cuesta un curso para convertirse en ‘acompañante’ o pseudoterapeuta en el instituto de Corbera en Rubí (Barcelona). Fue con ella por primera vez hace cuatro años. «No me dejaron entrar porque era una terapia para ella sola. La consulta no tenía factura. Cada visita cuesta 100 euros. La única constancia es la firma de un contrato para comprometerse a que iba de forma voluntaria», recuerda el marido.

Los cambios en la vida familiar se hacen palpables en poco tiempo. A la vez que la mujer deja de relacionarse con sus padres, a quienes da ya por muertos, hermana, sobrinos y amigos; los libros y los vídeos de Youtube de Corbera se convierten en su guía espiritual. Sigue en Facebook solo a pseudoterapeutas. Se encierra en su cuarto todos los días para leer el libro Un curso de milagros, el manual de este movimiento que trata de inculcar a su hijo menor de diez años. Solo se reúne en familia para comer y cenar.

«No me han curado, pero soy feliz» 

«Si yo tenía un resfriado y tosía, me decía que reprimía algo que no quería decir, que mis emociones me engañaban. A mi hijo le dijo que su miopía se debe a que yo nunca le he querido. Mi padre tiene un cáncer de páncreas y le han operado. ¿Su explicación? Le pasa por lo malo que ha sido en su vida», narra el cónyuge.

Una vez al año la mujer pasa un control médico. Aunque la enfermedad avanza, ha rechazado incluso seguir inyectándose las inmunoglobulinas que un médico le recetaba y solo le producían un efecto placebo. «Entre consultas y libros, me consta que habrá gastado alrededor de mil euros. Ella reconoce que no la han curado, pero dice que es feliz. No se puede entender que estas personas digan que son felices cuando rechazan a la familia, que es el mayor de los apoyos», relata su todavía marido.

Autor de una veintena de libros, conferenciante en charlas en España y Latinoamérica a las que acuden cientos de personas, la popularidad de Corbera se ha forjado en las redes sociales. Fundó un instituto propio, que lleva su nombre, y que respaldan la Universidad de Rosario (Argentina) y la Universidad Iberoamericana de Torreón (México), donde se pasa consulta y se imparten ‘cursos de milagros’ para formar a los «acompañantes», pseudoterapeutas que apoyan a los pacientes en su enfermedad física o mental. Con todo, según Hacienda, su negocio le reportó 4,4 millones en 2016 (un 47% más que en 2015). 

Corbera ha sido invitado a participar en este reportaje. El departamento de comunicación de su instituto asegura que se encuentra en México impartiendo cursos en el momento de la elaboración de la información. Es el propio departamento quien responde a las preguntas de esta revista.

La bioneuroemoción, según define a Plaza el Enric Corbera Institute, es una filosofía que estudia la relación entre emociones, mente y cuerpo, «basándose en disciplinas científicas, humanistas y filosóficas, con un método humanista que puede ser aplicado a toda persona interesada en comprender el origen de sus conflictos emocionales». Desde el instituto recalcan que no se trata de una terapia, ya que «no está enfocada a realizar un diagnóstico, no se aplica un tratamiento acorde con el mismo, no hay resultados que pretendan ser evaluados y tampoco se hace ningún seguimiento». Sin embargo, el instituto reconoce la utilización de un consentimiento firmado por parte de los pacientes: «Funcionamos igual que cualquier otro servicio o producto que se compra. Hay unas condiciones legales que deben ser aceptadas y, en nuestro caso, también se hacen firmar unas condiciones de uso debidamente redactadas por nuestro departamento legal».

¿Culpan a los enfermos de su situación como se le acusa de hacer? «El primer punto que siempre defendemos es que no se puede culpar a nadie de los problemas personales. Somos nosotros mismos los responsables de nuestros conflictos y sólo nosotros podemos cambiar la percepción y la emoción sobre lo que nos sucede. La responsabilidad es siempre de uno mismo. Así pues, tales acusaciones carecen de cualquier fundamento. Actualmente, no se han emprendido acciones judiciales contra la difusión en sí misma pero confirmamos que se han iniciado acciones judiciales por injurias y calumnias, entre otras», sostiene el instituto de Corbera.  

Para conocer la figura de Corbera, hay que recurrir a su hagiografía, titulada No soy de este mundo. El fenómeno Enric Corbera. Su autor, el psicólogo Gaspar Hernández, aclara a Plaza que su libro es «un diario espiritual personal de él, tras un seguimiento a Corbera durante dos años», y que «en estos momentos ya no habla de él». Así lo describía tras verlo en Youtube: «Su mensaje era profundamente espiritual, a pesar de no llevar túnica, ni meditar, ni hacer rituales. Aseguraba que no tenía ninguna organización detrás, ninguna secta, ninguna religión. Soltaba tacos, bebía Coca-Cola y decía que hablaba para las marujas».

La bioneuroemoción deriva de la Nueva Medicina Germánica, creada por un médico alemán inhabilitado, Ryke Geerd Hamer, que consideraba el cáncer como una reacción emocional del cuerpo y rechazaba la medicina. La corriente de Corbera entronca con la biodescodificación o descodificación biológica, que extiende esa premisa a todas las enfermedades.

«La bioneuroemción es un batiburrillo filosófico. Se basa en el libro Un curso de milagros, que dice que todo lo que te pase en la vida es porque se lo has pedido al universo; hay un propósito por el que has pedido estar enfermo para darte cuenta de que debes cambiar», explica el ingeniero informático castellonense Emilio J. Molina, quien lleva cuatro años de lucha contra las enseñanzas de Corbera. Como curisidad cabe señalar que aunque la autoría de Un curso de milagros se atribuye únicamente a la psicóloga americana Helen Schucman, esta contó con la colaboración del tamibén psicólogo William Thetford, quien fue responsable de la estructura del contenido. Desarrolló esta labor en la misma época en la que trabajaba para el proyecto de control mental de la CIA conocido como MK Ultra.

Condenado por plagio

Hamer fue condenado por tratar pacientes de forma ilegal, causando la muerte de algunos de ellos. Corbera lo fue por plagio en dos de sus obras. Y este año ha sido él quien ha interpuesto dos demandas, por difamación e injurias y por vulneración de la propiedad intelectual de sus materiales audiovisuales, a Molina, coordinador del área sobre el Origen Emocional de la Enfermedad en la Red de Prevención del Sectarismo y Abuso de la Debilidad (RedUNE). Molina es autor del Dossier sobre Bioneuroemoción y otros movimientos pseudoterapéuticos de riesgo sectario basados en el origen emocional de la enfermedad, de 2016, que pese a los esfuerzos de Corbera por hacerlo desaparecer de la red. 

«Se debe, por un lado, a la difusión en las redes sociales, y por otro, al dossier donde se puede acceder a los vídeos que él ha eliminado, donde se ven las barbaridades que dice de su propia boca. Nosotros los hemos recuperado y los hemos subido a la cuenta de RedUNE porque hay indicios de delito; son pruebas que refrendan que no nos lo inventamos. Y nos denuncia después de que comenzáramos hace cuatro años. Tal vez le ha movido la difusión de los reportajes en televisión y porque se empieza a hablar en el Congreso como un problema de salud pública», sostiene Molina.

En sus cuatro años de actividad, RedUNE ha recibido un par de centenares de casos de afectados. «Este movimiento tiene más de 350.000 seguidores en Facebook y crece alrededor de 7.000 nuevos cada mes. Apenas el 1% de afectados denuncia. Los abogados les dicen que es muy difícil probar en un juzgado que han sido manipulados. Estamos convencidos de que hay una marea silenciosa de afectados en mayor o menor medida», señala Molina. 

En los últimos tiempos, los seguidores de la bioneuroemoción han suavizado su discurso, señala este ingeniero informático. «Ahora ofrecen un acompañamiento psicológico, pero en los vídeos iniciales con testimonios no se cortaban en decir que su terapia había curado a gente con cáncer». Se refiere a uno de los casos más conocidos de afectados, el de la auxiliar de clínica valenciana Maribel Candela, quien se prestó a participar en charlas con Corbera para probar que la bioneuroemoción había curado sus tumores de hígado y huesos.

El vídeo que Corbera no quiere que veas

VALÈNCIA.-Antes de hacerse famoso, Enric Corbera utilizaba a Maribel Candela como su 'poster girl'. En un vídeo que ahora no quiere que se vea, entrevistaba a esta enferma de cáncer. En ella, Candela afirmaba que la bioneuroemoción le había permitido curarse de sus tumores en hígado y huesos. Murió en diciembre de 2015. En No soy de este mundo, Gaspar González (que tiene un programa en Catalunya Ràdio) insistía en que la culpa fue de ella. Ahora Corbera lucha para que vídeos como este, que salió a la luz gracias a la RedUNE, no puedan descargarse de direcciones web como esta: goo.gl/XS2dka.

Un prototipo de secta

Una mayoría de profesionales sanitarios ignora la existencia de este tipo de pseudoterapias por desconocimiento, indica el oncólogo Álvaro Rodríguez-Lescure, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital General Universitario de Elx y vicepresidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), uno de los pocos médicos que combate de forma pública estas pseudociencias. «En el mundo sanitario siempre se ve de forma despectiva a los pacientes que lo mencionan, y es una actitud poco constructiva. Debemos escuchar al paciente, de lo contrario está perdido y se siente tratado como un ignorante». 

Rodríguez-Lescure recuerda el caso de una paciente, en la treintena y con estudios superiores, que nunca lo admitió. «Mi relación con ella era muy buena, pero se aisló de la familia y rehusó cualquier tipo de tratamiento paliativo, falleciendo de forma espantosa, sin aliviar el dolor. Era una forma de expiar la culpa o el mal comportamiento. El paciente siempre es una víctima. La mayoría de pacientes no cae en estas redes tan repugnantes, pero surgen casos sobre todo en los últimos años», reconoce este oncólogo.

Pese a los crecientes movimientos de denuncia social en redes y medios de comunicación, Rodríguez-Lescure lamenta la inacción de la Administración pública frente a este tipo de pseudoterapias. «Universidades y ayuntamientos no pueden dar cobertura física a ciertos mensajes en nombre de la libertad de expresión. Esos movimientos buscan esa pátina de respaldo científico, pero no son una alternativa peregrina o simpática, sino cosas muy dañinas y entramados de negocios espectaculares. Los colegios profesionales son cada vez más tajantes, pero el posicionamiento explícito de la Administración que conlleve medidas de protección todavía está por llegar. El observatorio de la Organización Médica Colegial hace avances, pero la Administración debe ser garante y velar por la salud de las personas. Sin su apoyo no se puede denunciar, pero nadie quiere ponerle el cascabel al gato». 

«La bioneuroemoción es un prototipo de secta. Su planteamiento es que la enfermedad se produce por un conflicto emocional causado por la familia y lo que hay que hacer es abandonar la familia y hacerse acompañar por un miembro de ese grupo. Es un mecanismo de manual de captación sectaria, pero en España se ha perseguido muy poco este tipo de comportamientos. Se tiende a respetar la voluntad de los mayores de edad sin tener en cuenta que existen movimientos que anulan esa voluntad y la tergiversan, y llevan a que este tipo de decisiones no sean del todo voluntarias muchas veces por la situación de vulnerabilidad de las víctimas, como el hecho de sufrir una enfermedad grave», señala Fernando Frías, abogado, socio fundador de Círculo Escéptico, y autor del blog La lista de la vergüenza, sobre las titulaciones pseudocientíficas de las universidades españolas.

Francia, indica este abogado, podría ser un ejemplo. «Tiene sus propios observatorios autorizados del fenómeno sectario y han logrado limitar el problema de las sectas que tuvo hace 20 años. En España pasa lo contrario: hemos tenido a Hamer, que seguía matando pacientes con su terapia, y tuvo que venir una petición de extradición de Austria para que se le persiguiera. Primero, hay que tomar conciencia de que existe el problema. Luego, tiene que cambiar la regulación y la actitud de los tribunales. La mayoría de los casos todavía salen gratis. En el caso de la bioneuroemoción, de momento no hay nada, solo una contestación parlamentaria del Ministerio de Sanidad en la que dijo que se habían trasladado datos sobre este movimiento a la Fiscalía. Veremos si sirve para algo».  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 39 (I/2018) de la revista Plaza

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