Una muestra reúne las grandes obras de este colectivo que, en tan solo tres años, colocó en la primera línea del arte español nombres como Antonio Saura, Luis Feito o Juana Francés
VALÈNCIA. No todo el mundo se atreve a dar el primer paso hacia adelante, ser la persona encargada de abrir el camino. Porque ser el primero muchas veces conlleva una serie de riesgos, y porque, en principio, si se hace ahora, alguien lo hará un poquito más tarde. Quien se atreva a darlo, se enfrentará contra el abismo que se busca iluminar, y solo con algo de suerte y muchos otros factores menos azarosos, se podrá perpetuar ese camino abierto, esa nueva vía.
El Grupo El Paso se atrevió entonces a darlo, a abrir el camino, y exploró todos aquellos riesgos. Se atrevieron, acertaron, y aún late un poco la tierra cuando se habla de su terremoto. Casi 70 años no son suficientes para calmarlo. Ayer, en la rueda de presentación de la exposición que le dedica la Fundación Bancaja, si quedó clara alguna cosa, es que el Grupo El Paso aún se discute. O dicho de otra manera, sin estar, siguen enfrentándose a lo que significa abrir camino.
Tan solo hicieron falta tres años para que este puñado de artistas generara el terremoto. El grupo artístico se fundó en 1957 y se disolvió definitivamente en 1960. Pero era tal el yermo y era tal su talento, que apenas costó que la gente se atreviera a acompañarles un poco para que el camino se despejara rápido.
Era la España en blanco y negro, la del franquismo aún más autocrático, en el que la adquisición de libertades democráticas aún no se vislumbraba. Todo estaba por hacer. También en el arte, donde la vanguardia no se había instalado del todo, y la poca que hubiera habido se había ido desde la caída de la II República. Rafael Canogar, Martín Chirino, Luis Feito, Juana Francés, Manuel Millares, Manuel Rivera, Antonio Saura, Pablo Serrano, Antonio Suárez y Manuel Viola se van uniendo en tertulias, amistades casuales o proyectos comunes. Algunos se instalan en Madrid desde sus provincias, otros huyen del París surrealista porque aquella vanguardia (aquel camino que se abría) no era tan idílico como contaban.
Muchos crecieron con el cubismo y con el surrealismo, pero prefirieron hacerlo avanzar en España combinándolo con la tradición pictórica nacional. De ahí salió el manifiesto fundacional, que decía: “El Paso es una "actividad" que pretende crear un nuevo estado del espíritu dentro del mundo artístico español”; y también: “El Paso pretende crear un ambiente que permita el libre desenvolvimiento del arte y del artista, y luchará por superar la aguda crisis por la que atraviesa España en el campo de las artes visuales (…) Creemos que nuestro arte no será válido mientras no contenga una inquietud coincidente con los signos de la época, realizando una apasionada toma de contacto con las más renovadoras corrientes artísticas. Vamos hacia una plástica revolucionaria -en la que estén presentes nuestra tradición dramática y nuestra directa expresión- que responda históricamente a una actividad universal”.
Rechazaron los términos "abstracción-figuración", "arte constructivo-expresionista” o "arte colectivo-individualista”, porque el suyo quería ser un paso nuevo, no una simple embajada de aquello que se hiciera en París o Nueva York, aunque fuera inevitable que les influenciara. El manifiesto ya provocó algunas bajas del grupo, que fue además de breve muy inestable. Pero en cuanto empezaron a hacerse ver en galerías como Buchholz o Gaspar y sobre todo en la Bienal de Venezia de 1958, el mundo descubrió a El Paso, y volvió a deslumbrarse con las artes plásticas en España.
El ascenso instantáneo de estos artistas a nivel internacional y la relación con los poderes franquistas, que asumieron su discurso crítico y les convirtieron en un escaparate tramposo de la producción cultural en España, acabó erosionando al grupo. Y hasta el día de hoy, de lo que ocurrió en el Grupo El Paso y de sus causas, hay discusiones. Desde distintas teorías de los historiadores hasta ayer mismo, en la presentación, cuando se hablaba de por qué el gobierno franquista les dejó hacer.
Tanto Rafael Alcón como la comisaria Lola Durán destacaron el hito de reunir una parte muy importante de la producción más relevante de aquellos años de los diferentes artistas. La exposición se ordena precisamente por cada uno de los artistas que formaron el grupo, y se completa con una pequeña sala que reúne los manifiestos y algunos archivos documentales del día a día del Grupo.
De esta manera, se puede ver cómo cada uno de los artistas, desde disciplinas o texturas diferentes, expresó su deseo irrefrenable de dar un paso hacia adelante. Las obras destilan la urgencia del momento, la importancia de todo, el trazo que tiene la necesidad de dejar huella. Las mallas metálicas de Manuel Rivera, que parecen jaulas deformadas, a punto de abrirse; los complicados equilibrios de Martín Chirino, que consigue transmitir la tensión del momento con sus esculturas; la textura que expande el cuadro hasta sacar la pintura de él de Juana Francés o Luis Feito; o lo contrario, el lienzo desgajado y remendado de Manuel Millares; el nuevo punto de vista de ‘lo español’ de Manuel Viola… Todo está reunido en esta exposición.
Las obras presentadas proceden de cerca de 30 colecciones institucionales y particulares como las colecciones de familiares y sucesores de los artistas, el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos-IAACC Pablo Serrano, MACVAC- Museu d’Art Contemporani Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés, Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa”, Colección CaixaBank, Legado de Juana Mordó (Patrimonio Círculo de Bellas Artes de Madrid), Biblioteca Museu Víctor Balaguer, Galería Guillermo de Osma, Colección Mariano Yera, Colección Fernán-Gómez Arte Contemporáneo, Colección Javier Lacruz, Colección Antonio Cátedra, Azahar Global Capital, entre otros. La exposición se puede visitar ya y hasta el 8 de septiembre en la Fundación Bancaja.
