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EL TINTERO / OPINIÓN

El postureo llega a la política

En los últimos tiempos, especialmente desde que las redes sociales se han convertido en el centro de la vida –también de la política–, la palabra postureo ha cobrado un protagonismo total. Era cuestión de tiempo que nuestros representantes lo abrazaran con entusiasmo

21/02/2016 - 

En primer lugar, y para quienes quizá anden un poco despistados en torno a este palabro que habrán escuchado alguna vez y suele relacionarse con los jóvenes y su uso (y abuso) de las redes sociales, intentaré aclarar un poco el origen y significado de postureo. Se trata de un neologismo, algunos sitúan su origen en la expresión inglesa poser que significa ‘pretencioso, impostor’. Su propia etimología evidencia que estamos ante una palabra que pese a no estar recogida en un diccionario normativo, tiene su base en las palabras postura –modo en que está puesto alguien o actitud que adopta respecto de algún asunto– e impostura –fingimiento o engaño con apariencia de verdad–

Por lo tanto el postureo tiene en su esencia la manera de comportarse (gestos y palabras) y también el jugar con las apariencias, bien sean estéticas o dialécticas. Así que entre la llegada al circo político/mediático de los nuevos partidos –Ciudadanos y Podemos–, la renovación de líderes en algunos de los viejos –Pedro Sánchez o Alberto Garzón– y los diferentes procesos electorales que se han sucedido en España –elecciones andaluzas, catalanas y nacionales–; el postureo se ha instalado en nuestra clase política de manera preocupante. También es verdad que en esta sociedad del siglo XXI donde impera el relativismo, muchos consideramos como algo positivo que el marketing político y la oratoria hayan empezado a ocupar el espacio que merecían en la vida pública y en la agenda de nuestros líderes políticos. Pero tampoco olvidemos que a través de herramientas tan loables como éstas, se puede maquillar la realidad y confundir, cuando no engañar, al electorado, al pueblo o a los ciudadanos que dicen “defender y representar”. Paradojas de la vida.

Tras las elecciones y el encargo por parte del Rey Felipe VI a Pedro Sánchez de formar gobierno (en esto si que respetan todos los progres la figura regia), ha comenzado una etapa de reuniones, acuerdos, pactos, ofrecimientos, desaires y encontronazos varios donde percibo demasiado postureo y muy poca seriedad, transmitiendo, en no pocas ocasiones, una falta de respeto institucional. Ejemplos de esta nueva política hay varios, el surrealismo en la indumentaria de los Premios Goya donde Alberto Garzón y Pablo Iglesias mostraron sus respetos a los actores, uno vistiendo la burguesa corbata y el otro el capitalista esmoquin, trasladando a la opinión pública (la que sepa leer entre líneas) que sólo respetan a una parte del cine español pero que desprecian a diario a las instituciones que representan y simbolizan a la nación española como la Jefatura del Estado o el Congreso de los Diputados. 

En los últimos días, los diarios recogieron en su portada una imagen ridícula y lamentable que simboliza el nivel de quienes están llamados a gobernar España. El feo gesto del presidente del gobierno en funciones Mariano Rajoy al no dar la mano al señor Sánchez al inicio de una reunión en la sede de la soberanía nacional. Siguiendo con la política del postureo el incidente provocó matizaciones y/o rectificaciones en la red social Twitter, como si de dos adolescentes se tratara. Los españoles asistimos entre atónitos y hartos a esta tragicomedia donde cada capítulo ofrece un argumento pueril o sencillamente ridículo, como cuando el portavoz del PSOE Antonio Hernando dijo: “he intentado llamar a Iñigo Errejón pero su teléfono estaba fuera de cobertura”, cuando ambos están en el mismo espacio de trabajo y de hecho el representante podemita dijo que hablaban casi a diario, dejando en evidencia al interlocutor socialista. 

El nivel de nuestra clase política es, probablemente, un reflejo de nuestra sociedad, y por ello ha abrazado el postureo como un modo válido de hacer política. La sobreactuación llega a extremos inimaginables, Pablo Iglesias pidiendo a Pedro Sánchez que abandonara la “prepotencia y la arrogancia” –“¡apártate que me tiznas!”, dijo la sartén al cazo–, lo cual provocó una brillante respuesta del portavoz socialista en el Senado, Óscar López, quien dijo “es un oxímoron que Iglesias hable de humildad y de soberbia, una broma de mal gusto”

El colmo de esta nueva forma de entender la política es la puesta en escena de Pablo Iglesias y sus acólitos, desde la corbata en mangas de camisa a las exigencias de ministerios y todo tipo de instituciones fundamentales para la seguridad nacional. Ante este panorama, me viene a la mente el título del famoso disco de Hombres G (quienes por cierto actuarán en Valencia el próximo 6 de mayo en el Palau de Les Arts) ‘Estamos locos… ¿o qué?’

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