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El sueño bobal de Bruno Murciano

‘El Sueño de Bruno’ es una novela de la irlandesa Iris Murdoch, pero también una historia de viñedos y vinos, que es de lo que nos ocupamos y preocupamos en este rincón hedonista y que hoy nos lleva a Valencia. 

| 04/11/2016 | 4 min, 34 seg

Este cuento podría comenzar la fecha de nacimiento de Bruno Murciano, nuestro protagonista de hoy, pero en realidad empieza mucho antes, cuando los viñedos que iluminan sus anhelos fueron plantados. O un poco más allá, cuando la uva bobal vio por primera vez el sol valenciano.

Siempre se ha entendido la bobal como un fruto peculiar, que hay que saber trabajar muy bien para explotar y obtener de ella la mejor sensación. Frescor  y viveza con un punto de rusticidad que encontramos en el Sureste español, en las provincias de Cuenca, Albacete y Valencia. Uva que no entienden de fronteras y tampoco de domingos o festivos, pero que podemos ubicar en territorios de La Manchuela y de Utiel-Requena.

Cuando era niño, Bruno saltaba en los charcos de uva bobal que encontraba en la puerta de las viejas bodegas valencianas de Caudete de las Fuentes cuando paseaba de la mano de su abuelo. También de su mano escuchaba hablar de vinos y viñas, sobre todo de viñas, a los vecinos que se colgaban de la barra del bar de sus padres cuando en los pueblos aún se hablaba de esas cosas sin prisa, sin pausa y no con poco fundamento.

 La diferencia es que en Caudete se hablaba de la bobal, de esa fruta y vitalidad que hoy refleja Bruno en sus vinos más sencillos, que tratan de acercar al mundo su pasión a los que por unas u otras razones aún no han descubierto el disfrute que se esconde detrás de una copa. El vino bueno es el que nos gusta a cada uno de nosotros y para iniciarse en este mundo o simplemente para disfrutar sin hacer grandes ejercicios de intelectualidad fueron algunos de sus vinos concebidos.

El Novio Perfecto es su único blanco, que da descanso a la bobal para centrarse en otras dos variedades: la moscatel y la viura. Una golosina, fácil y divertida para el que tan sólo quiere ser feliz. Algo similar a lo que pasa con La Novia Ideal, ahora sí un rosado de uva bobal con una fina burbuja, dulce sin empalagues y con un fondo de agradables notas vegetales. Dos vinos concebidos para el disfrute sin complicaciones. Para tomar como aperitivo con unas pipas o unos kikos o unas palomitas de maíz. O, por qué no, después de comer, en lugar de la consabida copa. Una bebida ideal con la que aprender a jugar sustituyendo a esas mezclas infames que todos hemos tomado de jóvenes, cuando aún no habíamos descubierto que nada nos gusta más que un buen vino.

Cuando Bruno crece hace del vino su profesión y sigue soñando con la mente puesta en su pueblo y su bobal. En el camino, después de ser reconocido como Mejor Sumiller de España y desarrollar su carrera profesional en salas como las del Hotel Ritz de Londres, toma una decisión. La relación de lealtad que le une a los suyos y el deseo de que su tierra y sus viñas entren en una botella de la manera en la que él concibió la viticultura le hacen embarcarse en un nuevo proyecto. Para hacerlo cuenta con su amigo David Sampedro, enólogo riojano que siempre destacó por su trabajo con castas locales y su profundo respeto por la vid y el campo.  De esta manera, en 2010 ve la luz La Malkerida, un tinto joven que estalla en forma de frescos frutos silvestres con una ligereza que invita a beber y beber. Estupendo con esos embutidos típicos de la zona o con un bacalao al ajoarriero, una combinación ideal para los que nos gusta comer y beber.

Los jóvenes abandonan los pueblos, se rompe el cordón que une a los paisanos con las tradiciones y entra en escena la tecnología que, utilizada de forma descontrolada, rompe acervos de forma violenta. Dejamos de beber vino y sólo queda silencio. Pero en medio de ese panorama Bruno vuelve al terruño. Regresa para enchufar aquellas conexiones que conoció en el Cris, el bar de sus padres, y dar forma a su ilusión en la Viña Emilio, un viñedo ubicado en la ladera de un valle muy abierto de siete hectáreas y media, algunas de cuyas plantas son ya centenarias y otras van camino de serlo. Allí fragua El Sueño de Bruno, un 100% bobal fermentado y criado en barricas que resulta intenso, fresco y aromático. Su vino más personal.  Elegante complejidad de seda y acidez que con sus recuerdos a monte nos invitan a comer un arroz hecho a la lumbre de la leña. Una paella de campo. Caracoles, conejo o incluso caza. La mejor sensación.

Cumpliendo el sueño llegó la paz a sus ojos, pero estamos seguros de que Bruno Murciano seguirá deslumbrando al mundo desde Londres, o allí donde se encuentre, con nuevos proyectos que permitan engrosar las filas de adeptos a nuestra causa, la causa del vino.

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