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grand place / OPINIÓN

¡Hola Dinamarca!

3/07/2018 - 

VALÈNCIA. ¿Has sonreído hoy? Lees esta frase y aparece un ligero rictus en tu boca… o, tal vez, una amplia sonrisa. “Smile…”. De repente visualizas una carita amarilla sonriente y con mofletes anaranjados. Es tan fácil hacer sonreír que lo banalizamos en nuestras conversaciones diarias “on line”. Pero no es tan fácil sonreír cuando avistamos el horizonte y éste se convierte en un azul turquesa sin orilla, donde cielo y mar se funden y se diluyen. Como se funden las esperanzas y los sueños, como se diluyen las emociones bajo la indiferencia y los miedos, bajo la cobardía…

Así se han perdido los sueños de tres bebés que nunca llegaron a despertar ni a avistar la costa en la que dar el primer paso a una nueva vida. De nuevo, nuestro mar, el Mar Mediterráneo les ha dado el cobijo que no encontraron en el nuevo mundo. Les mecerán las olas, mientras sus pequeños cuerpos regordetes se hunden hasta el fondo de la indolencia más absoluta, la de una Europa impasible que prefiere ignorar y cerrar los ojos a la cruda realidad. Lo que está bajo el mar, se queda en el mar.

Con absoluta frialdad, Europa ha vuelto a dejar a tres bebés en el fondo del mar. Ni siquiera esta vez nos remueven las entrañas sus minúsculos cuerpecitos varados en la orilla, como muñecos abandonados por niños caprichosos cansados de sus juguetes, como se abandona un amor cuando deja de serlo, sin piedad. 

Con la tremenda apatía que puede provocar una calurosa tarde de verano, Europa ha pasado de puntillas sobre los cuerpos que este fin de semana se ha tragado el mar, más de cien, al naufragar la patera en la que pretendían llegar a El Dorado desde las costas de Libia. Con desgana, el Consejo Europeo puso en ese momento sobre la mesa los cadáveres de la inmigración y decidieron dejarlos ahí, hundiéndose en su drama.

Con especial tibieza, el Consejo Europeo abordó la “creciente inestabilidad en la vecindad meridional de la Unión Europea”. Traducido, en nuestros países vecinos del sur, los que sufren hambre y guerras. Su apatía pasa por dejar el problema en manos de quien lo tiene. Como el problema viene del sur, que se quede en el sur. El nuevo concepto acuñado se llama “plataformas regionales de desembarque”, los nuevos centros de internamiento para las personas rescatadas en el mar.

Es decir, los países del sur de Europa se convertirán en campos donde se concentrarán los inmigrantes que lleguen por el Mediterráneo. ¿Los llamamos campos de concentración? Las personas que sean rescatadas, serán transferidas a centros controlados que “deben establecerse en los Estados miembros, únicamente de manera voluntaria”.

De nuevo, la voluntariedad y la solidaridad de los países, de sus gobiernos, es la que actuará como una ONG a favor del resto del continente. Lo que iba a ser un acuerdo mayoritario, un procedimiento de cooperación reforzada de al menos más de nueve Estados para afrontar un problema de todos, se ha quedado en un acuerdo mínimo para salvar el Gobierno de Angela  Merkel.

 

Sólo Grecia y España, que ya tienen el problema de los refugiados y de las pateras en casa, han aceptado rescatar a los inmigrantes del mar, salvarles de una muerte segura como hasta ahora han estado haciendo desde hace más de diez años, sin ayuda, sin solidaridad. En este caso, recibirán, además de una medalla, una ayuda económica con la condición de que los inmigrantes que lleguen a Alemania sean retornados al país de desembarco. 

¿Solidaridad? Italia ya no está sola. Tras cerrar sus puertos a la inmigración ilegal y a los refugiados que llegan por mar, ha conseguido el acuerdo en contrario de la mayoría de la Unión Europea, de los que ladran y de los que callan. No, no son sólo los Viktor Orban de turno, los dirigentes de los países del Este, los recién llegados que no entienden de democracia, los que apuestan por cerrar las fronteras exteriores de Europa…

¡Hola Francia! ¿Dónde están las bonitas palabras del presidente Emmanuel Macron, la gran esperanza blanca? ¿Dónde se esconden sus buenos propósitos cuando jaleaba para conseguir un acuerdo? ¿Y la solidaridad nórdica de los países con la renta per capita más alta de la Unión? ¿Dónde está su buena voluntad? ¿Sus buenos modales? ¿Su educada amabilidad? 

Las estrictas normas de inmigración en Dinamarca, por ejemplo, se han modificado hasta 64 veces en los últimos años, restringiendo "hasta el infinito y más allá” la entrada de inmigrantes a este país. Recordemos la “ley de joyas”, cuando Dinamarca permitió durante la crisis de los refugiados sirios que las autoridades de inmigración confiscaran objetos de valor a los solicitantes de asilo. ¡Hola Dinamarca! ¿Han visto sonreír a un bebé rescatado del mar? Smile…

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