Menudo calvario se ha montado
Dentro de estos relatos se habla del miedo a la muerte, de la observación, los problemas con los ruidos, las obsesiones por la comida, el dinero y de las relaciones sociales. También de romper rutinas y odiar a todas las personas que nos rodean, una especie de cóctel emocional que explota en la cara de sus protagonistas, a través de peleas y conversaciones que les definen. El actor Vito Sanz representa a Vicent dentro del segundo calvario, una cena eterna entre cinco amigos que hace meses que no se ven y en la que su personaje tiene una noticia muy importante que darles. La imposibilidad de comunicarla adecuadamente y la falta de reacción de los que le rodean hace que Vicent se cuestione cuanto importa a "sus amigos".
Para Vito la manera en la que se lo toman los otros personajes tiene mucho que ver con el momento que vivimos: “Nos miramos mucho a nosotros mismos, sin tener en cuenta a la gente que nos rodea. Las lecturas son muy interesantes cuando observamos a los demás”, explica. Su personaje lucha contra la hipocondría y contra las apariencias, mientras que los que le rodean tienen que soportarle también a él, una lucha eterna que se salda en una cena en la que acaban casi a cuchillazos.
A su lado se sienta el valenciano Arturo Valls, que se confiesa como un gran fan de los hermanos Polo por su estética y “lo frescos que son”. Confiesa que su personaje encaja muy bien con el coro que le acompaña, y que el film hace muy buena crítica de en qué se está convirtiendo el ser humano: “Las neuras de cada uno de nosotros se ponen de manifiesto en esta escena, la comedia al final tiene que ver con el análisis del ser humano, y con ver como somos”. Su personaje tiene esta obsesión estúpida con el dinero y el físico, algo que le lleva a presentarse como bastante repipi e indeseable. Con todos estos ingredientes de convierte en un personaje que hace de la cena un infierno para sus acompañantes.
Una comedia con firma valenciana
La película se rueda principalmente en València, aunque también ha pasado por Castelló y Benicàssim. En la exótica Benidorm se dará por concluido el rodaje, a la luz de sus playas. Javier confiesa que es un gran fan de rodar en casa, algo que hace siempre que puede: “Nos gusta ambientarlo todo aquí de forma natural, si algo puede empezar en València y tener esta firma la tendremos”. Dentro de la ciudad se las ha ideado para hacer un gran encaje de bolillos y mover a un elenco conformado por hasta dieciséis actores dentro de sus planes. Confiesa que le resultaba un poco difícil por las agendas de cada uno, pero que finalmente en plan de rodaje puede seguir su ritmo gracias a la buena organización y el aprendizaje de anteriores proyectos.
A pesar de que ambos hermanos se encuentran en la película este es un proyecto dirigido por Javier Polo, quien se nota con más seguridad y confianza y tranquilidad para un rodaje de gran envergadura como este. Tras tardar cuatro años en dirigir Pink Flamingos de cara a este proyecto han contado con más organización y un mayor equipo: “Como en cualquier rodaje es un aprendizaje continuo, estamos disfrutando mucho del set y al ser una comedia estamos riéndonos mucho”, explica sobre sus progresos profesionales.
También cuentan con un equipo casi enteramente valenciano, repitiendo con algunas personas con las que ya han trabajado y con quienes funcionan perfectamente: “De esta manera elevamos la película y se consagra, y a su vez apostamos por gente más novel de aquí que tiene un gran talento”. La película, que cuenta con un presupuesto de un millón doscientos euros, es la más grande que han hecho hasta la fecha. Gracias a su visita a la Berlinale cuenta con la colaboración de una productora mexicana y una alemana, que han elevado la ambición del proyecto. Se pretende que para la segunda mitad de 2024 la película ya pueda verse en salas, de la mano de Sideral, y que comience su gira por festivales. A no ser que a los hermanos Polo les de un ataque maniático y quieran comenzar a grabar todo de cero, quién sabe...