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LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

Jóvenes 'versus' viejos

Antes se hablaba de la lucha de clases y ahora de la lucha entre generaciones. Los jóvenes saben que se han quedado fuera del reparto del pastel y culpan a los mayores. A la larga, el resentimiento de los primeros hacia los segundos les llevará a cuestionar el pacto tácito de financiar las pensiones de los futuros jubilados

6/06/2016 - 

Este último sábado vi en Doctor Waksman cómo apaleaban a un viejo. Venía yo de mi paseo vespertino por Ausiàs March y, cuando me hallaba a cien metros de la sala de fiestas Tango, enfrente de donde vive mi novia, observé que tres veinteañeros se ensañaban con un anciano que, como consecuencia de los golpes, yacía en el suelo. La gente que pasaba no se atrevía a intervenir. Viendo que la cosa podía pasar a mayores, corrí hacia ellos recriminándoles, pero, antes de que pudiera llegar, se marcharon huyendo en unas vespinos trucadas, no sé si porque se cansaron de golpearlo o porque se asustaron con mis gritos.

El viejo sangraba por todos sus orificios. Alguien llamó a la policía. Se hizo el corrillo de rigor. El abuelo —que probablemente había ido a la sala Tango a ver si pescaba algo— sollozaba de dolor. Debía de tener cerca de ochenta años. Tuvo fuerzas para quitarse la dentadura postiza porque al parecer le molestaba. Pregunté cómo había empezado todo y una mujer, que vende cupones de los ciegos en la zona, me comentó que le habían golpeado porque cobraba una pensión. 

—¿Porque cobraba una pensión? —le pregunté sin dar crédito a lo que me había dicho. 

—Sí, como usted oye. Así lo dijeron, por cobrar “una puta pensión”. Esas fueron sus palabras. 

Para decepción de algún lector adolescente, el suceso aquí relatado —la paliza a ese pobre anciano que tanto llegó a conmoverme— no ocurrió pero podría suceder a no muy tardar, si la crisis, a la que no se le ve final, sigue haciendo de las suyas. Antes se hablaba de lucha de clases y ahora se habla de lucha entre generaciones. Los jóvenes saben que se han quedado fuera del reparto del pastel y culpan a los mayores. A la larga, el resentimiento de los primeros hacia los segundos les llevará a cuestionar el pacto tácito entre generaciones. Ese pacto ha consistido en que uno, mientras trabajaba, aceptaba mantener a los jubilados a condición de que las siguientes generaciones hicieran ese esfuerzo por él. Ahora eso está en el aire. Muchos jóvenes se siente excluidos del sistema y, aunque quisieran contribuir para sostenerlo, no podrían hacerlo por estar en el paro o tener empleos mal remunerados que apenas aportan a la Seguridad Social.  

Si se percibe una pensión habrá que ir con cuidado y hacer como los ricos de toda la vida, que PARA NO OFENDER disimulan 

En nuestros días, si se percibe una pensión habrá que ir con cuidado  y hacer como los ricos de toda la vida, que disimulan para no ofender. Ese llamamiento a la prudencia debería hacerse extensible también a los que cobran todavía un salario digno y que, sólo por esa razón, se han convertido en sospechosos. Tengo un amigo a quien le han hecho un contrato de tres meses con un salario bruto de 1.000 euros (¡1.000 euros!). Lo lleva con suma discreción, como quien se ha echado una amante en Paiporta. Sigue yendo a comprar al Aldi, no se cambia de camisa y cuando sale de copas se va a la otra punta de Valencia (vive en la avenida de la Plata) para que ningún conocido lo reconozca. En estos tiempos homicidas, cualquier precaución es poca. 

Nadie quiere despedirse de esta perra vida

Mi amigo el discreto comparte mi edad. Hace ya tiempo que se curó de esa enfermedad llamada juventud. Como millones de personas que nacieron en los sesenta o setenta, afrontará su jubilación en quince o veinte años. ¿Quedará algo para los que se jubilen entonces? Cabe dudarlo. Lamentablemente nadie quiere despedirse de esta vida, por muy perra que sea. Los viejos se niegan a aceptar el consejo de aquel ejecutivo del FMI o del Banco Mundial —ya no recuerdo— que animaba a despedirse del mundo a una edad temprana para garantizar las pensiones. No le hicieron ni caso, empeñados como están en exprimir hasta el último minuto de sus días. 

Así nos vamos convirtiendo en un país de viejos sin presente ni futuro para los jóvenes. A veces comprendo la irritación de estos; me pasa cuando me cruzo por la calle con un prejubilado de Telefónica o de algún banco o caja de ahorros. Con poco más de cincuenta años dejaron de trabajar. Algunos llevan ya más ejercicios cobrando una pensión que los que acumularon en su vida activa. Esa gente ha saqueado nuestra Seguridad Social. No merecen el esfuerzo que muchos seguimos haciendo para que puedan cobrar su jubilación. 

Yo les daría un chaleco amarillo y les pondría a regular el tráfico en los accesos a La Fe, a ver si de esa manera devuelven a la sociedad lo que no le aportaron. Cuando se mueran, si es que alguna vez deciden hacerlo, no quedará nada para nosotros, ni siquiera el consuelo de ir a una sala de fiestas a ligar con una señora de buen ver, pongamos que una viuda sin hijos y vecina del municipio de Benetússer. Lo que se dice un buen partido.

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