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LA PANTALLA GLOBAL

La distribución española se olvida otra vez de Spike Lee

Pasó por los festivales de Berlín y Toronto, pero ‘Chi-raq’, la última película del director afroamericano, sigue inédita en nuestro país

6/05/2016 - 

VALENCIA. ¿Se acuerdan de Spike Lee? Hagan memoria. Es aquel director que entre finales de los ochenta y principios de los noventa lideró a una nueva generación de directores afroamericanos, formados en la independencia, que reclamaban un lugar en la industria estadounidense desde posicionamientos ideológicos profundamente asentados en su comunidad. Seguro que han visto (o, como mínimo, han oído hablar) de su tercera película: Haz lo que debas (Do The Right Thing, 1989). Un film que resumía su particular manera de ver el mundo, que aunaba reivindicación racial y estilo visual, música (Public Enemy) y lucha, mirada crítica y puñetazo en la mesa. Era una película política, pero también era comercial. Y arrasó. Spike Lee se convirtió en una estrella y, de algún modo, en la voz de la causa negra en la gran pantalla. Títulos como Cuanto más, mejor! (Mo’Better Blues, 1990), Fiebre salvaje (Jungle Fever, 1991) o la monumental epopeya biográfica Malcolm X (1992) ratificaron su papel y le otorgaron un lugar indiscutible en el cine estadounidense.

A punto de cumplir sesenta años, Spike Lee continúa en la lucha, aunque en el nuevo siglo los distribuidores españoles se hayan olvidado de él. O, para ser más exactos, hayan decidido mostrarse especialmente selectivos con su filmografía. Dicho de otro modo: La última noche (The 25th Hour, 2002), sobre un traficante de drogas blanco, o el tenso thriller Plan oculto (Inside Man, 2006), sí llegaron a nuestros cines. Pero Miracle at Sta. Anna (2008), sobre cuatro soldados negros en la Segunda Guerra Mundial, o Red Hook Summer (2012), con un reparto cien por cien de color, se quedaron en el camino. Nada más lejos de nuestra intención que acusar de racistas a los responsables de decidir qué películas se estrenan en España, pero el criterio de selección es sintomático, ya que hace solo un par de años sí adquirieron Oldboy (2013), el remake americano de la surcoreana Old boy (Oldeuboi, Park Chan-wook, 2003), que sirvió para poner de manifiesto los problemas que Lee todavía tiene para hacer las películas a su gusto, puesto que la versión que llegó al público duraba media hora menos que la montada por el cineasta.

Huelga de sexo

Todas estas reflexiones vienen a cuento porque, desde el año pasado, Spike Lee tiene nueva película. Se trata, además, de la primera que llega de la mano de Amazon Studios, la empresa productora puesta en marcha por la gigantesca compañía de comercio electrónico. Se titula Chi-raq, pasó por festivales tan importantes como Berlín o Toronto y no tiene prevista fecha de estreno en España. Está protagonizada por actores negros (con pocas excepciones, como la de John Cusack), y adapta al Chicago contemporáneo Lisístrata, una comedia de Aristófanes que data del año 411 AC. ¿El argumento? Con objeto de poner fin a los asesinatos de inocentes producto de los tiroteos entre bandas rivales, las mujeres del barrio sur de la ciudad deciden iniciar una huelga de sexo para hacer entrar en razón a los hombres y lograr un acuerdo de paz. Cineastas como el catalán Francesc Bellmunt, según el cómic de Ralf König (Lisístrata, 2002), o George Marshall (El sexo fuerte, 1955) habían utilizado previamente la obra como fuente de inspiración cinematográfica.

Lee actualiza la farsa, pero mantiene la apuesta por el texto rimado, que se ajusta a la perfección al flow del rap, y traza un incómodo retrato de la comunidad negra que parece no haber convencido a los distribuidores, pese a que el reparto cuenta con la presencia de Wesley Snipes, Samuel L. Jackson, Angela Bassett y una espectacular Teyonah Parris (Mad Men), en el papel de Lisístrata. Se podrá argumentar que lo que suceda en la periferia de Chicago no tiene el más mínimo interés para el espectador español, y quizá sea cierto. Pero lo mismo pasaba con el Brooklyn de finales de los ochenta que se mostraba en Haz lo que debas, y el público no le hizo ningún asco. También es verdad que resulta sacrílego comparar ambos films, aunque lo que no parece de recibo es que llegue a nuestros cines Infiltrados en Miami (Ride Along 2, Tim Story, 2016), lamentable buddy movie afroamericana protagonizada por Ice Cube y Kevin Hart, pero no lo haga Chi-raq, obra de un director de reconocida trayectoria y prestigio.

En la decisión subyace un discurso perverso: Interesan los negros que encarnan el papel de bufón, pero no los que utilizan el cine como arma reivindicativa. Porque Spike Lee pone el dedo en una llaga que ha molestado incluso a los suyos. Así se explicaba en una reciente entrevista publicada por el Huffington Post americano: “Los blancos saben lo que nos divide, porque son ellos quienes ponen en marcha los mecanismos. Y lo sabían antes de que yo empezara a hacer películas. Pero entiendo la rabia que se siente cuando el sistema está organizado para impedir tu triunfo. Conozco esa frustración. Sabemos que el sistema de escuelas públicas es un canal directo hacía las prisiones. Más específicamente, prisiones privatizadas. Así que comprendo que sea duro para nosotros ser honestos, porque, como negros, estamos derrotados. Pero, al margen de eso, la verdad es la verdad. Las armas que están acabando con las vidas negras en este país no están solo en manos blancas. No es solo la policía la que está matando a nuestra gente en Estados Unidos. Y no creo que sea una blasfemia decirlo”.

En realidad, Lee lo lleva diciendo desde hace mucho tiempo. Las dos últimas palabras que pronuncia el personaje de Samuel L. Jackson en Chi-raq, reforzadas por su aparición en grandes letras mayúsculas en la pantalla (en una intervención, por cierto, que remite al George C. Scott de Patton) son: Wake up (Despertad). Las mismas que decía Laurence Fishburne al final de Aulas turbulentas (School Daze, 1989). Y era el propio Samuel L. Jackson quien, al comienzo de Haz lo que debas, volvía a insistir: Wake up. “Llevo años diciéndolo en mis películas, pero la gente sigue sin despertarse”, se lamenta Lee, que siempre se ha caracterizado por no tener pelos en la lengua, y pensaba que el uso que Lisístrata y sus compañeras hacen de sus cuerpos, como estrategia para detener los tiroteos entre bandas, era ideal para reflejar una sociedad tan hipersexualizada como la actual y podía ser una manera muy eficaz de vehicular su discurso y atraer la atención del público.

La distribución, ese fascinante mundo 

Con la película editada en formato doméstico en Estados Unidos el pasado enero y disponible en diversas webs de descarga, parece imposible que en España vaya a poder disfrutarse en la gran pantalla. Y eso que, en general, la recepción crítica de Chi-raq en Estados Unidos fue bastante positiva. Tampoco pasa nada. Mejores títulos se han quedado en los cajones. Cualquier parecido entre las selecciones que manejan los principales festivales de cine del mundo y las carteleras de nuestras salas es pura coincidencia. Se entiende, claro, que los blockbusters ocupen las pantallas de manera hegemónica, sobre todo ahora que la crítica ha sido definitivamente abducida y celebra por todo lo alto cada estreno con la marca Marvel y cada reboot nostálgico auspiciado por la maquinaria hollywoodiense. Pero que cada vez haya menos espacios para la supervivencia del cine de autor o con una mínima voluntad crítica es altamente preocupante.

Las cosas, de todos modos, no son tan sencillas como parecen a primera vista. La razón que explica estrenos como los de Infiltrados en Miami (o aberraciones aún mayores, como Canguro Jack: Trinca y brinca) está relacionada con el funcionamiento de las majors estadounidenses, que a fecha de hoy siguen vendiendo sus películas más taquilleras en paquetes. Es decir, que si un distribuidor se quiere llevar la nueva de Superman, por poner un ejemplo (y la mayoría, obviamente, quieren), está obligado a comprar también un montón de morralla fílmica que, de otro modo, nunca llegaría a España. Y esa morralla ocupa pantallas que podrían quedar libres para títulos de mayor interés. Una suerte de chantaje consentido que las grandes compañías americanas ejercen sobre los distribuidores locales desde hace décadas. El motivo por el que se produce tiene que ver con la televisión: Las cadenas pagan derechos de emisión mucho más cuantiosos si una película se ha estrenado previamente en salas comerciales.

No es la única razón por la que muchos títulos no llegan a España. Enrique Costa es el máximo responsable de la productora y distribuidora Avalon, que ha estrenado en nuestro país Langosta (The Lobster, Yorgos Lanthimos, 2015) o El hijo de Saúl (Saul fia, László Nemes, 2015), entre muchas otras. Y ha visto Chi-raq. “Spike Lee es un director que nos interesa, hemos crecido con él”, asegura. “Pero hay compañías internacionales que exigen un mínimo garantizado, y a veces es una cifra mayor de lo que la película puede generar en taquilla en España. Es un riesgo que los distribuidores pequeños no podemos correr”. Su criterio de selección es sencillo: “Trabajamos con películas que a nosotros nos gustaría ver en el cine, pero sin perder nunca de vista la rentabilidad”. 

Avalon tiene en cartera, por ejemplo, las nuevas películas de Michael Moore (¿Qué invadimos ahora?) y Richard Linklater (Everybody Wants Some!!). “Nuestro modelo es Golem, una distribuidora en activo desde los ochenta, que ha sabido evolucionar con su público”. Y que, añadimos, cuenta con la ventaja de poseer salas de exhibición propias en algunas ciudades españolas. Porque una vez adquirida una película, el siguiente paso es encontrar lugares donde proyectarla. Y no siempre es tarea fácil. El eslabón de la exhibición tiene sus propias reglas. Lo sabe perfectamente el valenciano Sergio Castellote, veterano en el terreno de la producción (Hispanocine) y también curtido en el de la distribución. “Cada semana hay entre ocho y diez estrenos, una cifra muy elevada. Y si no tienes una película que vaya acompañada de una campaña publicitaria o haya ganado premios en festivales importantes, es difícil encontrarle hueco, porque las grandes distribuidoras tienen sus cuotas garantizadas”, explica. Él acaba de intentarlo, sin éxito, con Re-emigrantes (Óscar Parra de Carrizosa, 2016), comedia teóricamente comercial protagonizada por el incombustible Fernando Esteso.

Alternativas como los Cines Aragó, en Valencia, que programan según riguroso criterio propio y tratan de rescatar títulos que no han encontrado acomodo en otras salas (gracias a ellos, se han podido ver en la ciudad joyas como Cemetery of Splendour o Bone Tomahawk), son pequeños oasis en un panorama complejo, al que hay que añadir la batalla que se libra en el terreno digital, hacia el que también se ha ramificado la distribución. De hecho, hay películas que se han estrenado directamente en plataformas digitales, en algunos casos con notable impacto. Sin embargo, hay quien todavía las mira con cierto recelo. Algunas grandes compañías internacionales buscan rentabilizar sus productos al máximo, y se resisten a vender a bajo precio a los distribuidores digitales. El tiempo que transcurre mientras se producen los tiras y aflojas económicos solo perjudica a las películas, puesto que su publico potencial busca otros medios (generalmente ilegales) para acceder a ellas. Y entonces, obviamente, nadie gana nada.

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