La historia de Congo está marcada por nombres de sobras conocidos. Los Cramps, Gun Club, Nick Cave & The Bad Seeds. Los tres son fundamentales en su evolución, pero en las páginas de estas memorias también hay lugar para personajes que triunfaron a su manera. Aunque aparezcan brevemente, es regocijante leer las experiencias del protagonista con gente como Tomata Du Plenty. Este último formó, junto a Gorilla Rose, The Screamers, que se movieron entre Nueva York y Los Ángeles. Fueron uno de los primeros grupos que intentó arrancar al punk de su rutina y, al igual que Devo, lo consiguieron acercándolo a los primeros teclados electrónicos. También aparecen Lance Loud y Kristian Hofman, ambos componentes de The Mumps, banda curtida en Nueva York que tampoco tuvo suerte. Loud había salido en el primer reality televisivo, American Family. Medio país se había atragantado cuando les confesó a sus padres que era gay. Estando al frente de los Mumps, se convirtió en un intérprete exuberante que hacía de su homosexualidad un elemento dramático más. Poco a poco, Congo se dio cuenta de que ni siquiera juntándose con aquella gente encajaba dentro de los arquetipos aplicables a alguien que se define como gay. Esa era su cruz y a la vez, su energía. Durante un viaje a Nueva York en 1977 se quedó unos días en casa de Lydia Lunch y ella le incitó a que cogiera la guitarra. Vio a los Cramps en el CBGB y quedó fascinado por ellos. Unos años después, Lux Interior y Poison Ivy le invitaron a unirse al grupo. Para entonces ya dominaba algo más la guitarra. Meses antes, en Los Ángeles, había fundado su propio grupo junto a un elemento imprevisible llamado Jeffrey Lee Pierce.
Las anécdotas que va desgranando Kid Congo en su libro van de lo deprimente a lo hilarante. El hecho de vivir en un mundo al que no se pertenece puede acabar costando caro. Congo encontró ayuda en la heroína y la heroína ya no le dejaría en paz durante años. Entra y sale de su vida mientras él se incorpora a proyectos musicales que siempre dirigen otros. Intenta enmendar el comportamiento autodestructivo de Jeffrey Lee Pierce pero se da cuenta de que es una tarea imposible. Y si estar con los Cramps era parecido a estar en una secta, estar en el grupo de Nick Cave fue como trabajar para un predicador. Pero Congo nunca tiene palabras hirientes para ninguno de sus excompañeros. Es elegante y mordaz, una actitud que se agradece en este tipo de obras. Las observaciones causticas nunca faltan. La comparación de Pierce con el coronel Kurtz de Apocalipsis Now, las observaciones sobre The Legendary Stardust Cowboy y, sobre todo, esa imagen de Siouxsie recorriendo Disneylandia con una minifalda de cuero, alertando a los guardias de seguridad. En su relato hay generosidad y también la necesidad de comprender a los demás para terminar de comprenderse a sí mismo. Con la muerte de Pierce concluye el libro. Las palabras que le dedica resumen el tono general de Ese vicio delicioso: “Era brutal y hermoso, teso y abrasivo. Cuando cantaba, podía pasar de improviso de las criaturas marinas y el coral azul a la violación y el asesinato. Abrazaba la oscuridad y perseguía la luz”.