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La naturalidad de los vinos bien hechos

Hablemos de vinos naturales, esos que en ambientes hedonistas pudieran llegar a despertar odios y pasiones a partes iguales. Hacerlo es un asunto en parte complejo y vaya por delante que en ningún caso pretendemos sentar cátedra y sí dar algunas pistas para beber cosas saludables (el vino es un alimento) y que además estén ricas.

| 21/10/2016 | 4 min, 42 seg

Hay muchos y buenos en este país y para profundizar en el tema recomendamos la lectura del libro de Joan Gómez  Pallarès, ‘Vinos naturales en España’. La que sigue es una selección personal en la que son todos los que están pero, lógicamente, no están todos los que son.

Comencemos, pero vayamos por partes. ¿Qué es un vino natural? Bien parece que, en principio, todos sean naturales. Una fruta, la uva, que fermenta para dar lugar a una bebida alcohólica. La fermentación, como nos enseñaron de pequeños,  es un proceso químico, de manera que la química siempre está presente en una transformación que puede alcanzar categoría de arte. Más allá de la artificialidad de una producción homogénea, acorde con el gusto de un consumidor mayoritario hay, y ha habido siempre, gentes que quieren hacer vinos sinceros, esos que transmiten el terruño del que parten y en el que la mano humana interviene lo justo y necesario para que el milagro sea posible. A nosotros nos gustan los vinos bien hechos, porque la supuesta naturalidad no debe ser excusa para el todo vale. Lo que caracterizaría esa naturalidad es, sencillamente, la muy limitada presencia en su elaboración de sulfitos, algo que nunca puede ser pretexto para vender productos en mal estado. Lo ecológico, lo biodinámico y demás debemos dejarlo para otra ocasión, pues complica y confunde aún más este embrollo. Hablamos de honestidad y calidad, dos cualidades que deben ir de la mano. Siguiendo esta filosofía hemos hecho, como decíamos, una pequeña recopilación de botellas asequibles y fiables de vinos naturales con las que seguro disfrutaremos.

Lovamor 2015 (Bodega Alfredo Maestro Tejero) es el primero de los elegidos. Un vino blanco de la variedad albillo procedente de Castilla y León. Tan personal como elegante, la mezcla de frescor y volumen lo hacen ideal para tomarlo con unos  spaguetti alla vongole.

Hagamos una de nuestras varias paradas en Cataluña, en el Penedès, donde nace Aloers2014 (Bodegas Celler Credo), blanco de la variedad  Xarel·lo. Limpio, alegre y con un final amargoso que nos invita a comer, por ejemplo un arroz marinero caldoso.

Sigamos con el riojano Ad Libitum 2015 (Bodegas Juan Carlos Sancha) elaborado con uva maturana blanca, una antiquísima variedad que algunos se empeñan en recuperar para nuestra alegría y regocijo. Resulta un vino intenso y repleto de matices que tardarán mucho en abandonarnos. Lo descorchamos para comer un buen guiso, como un apetitoso pollo al chilindrón.

Probemos ahora algo diferente, uno de los llamados vinos naranjas, que aunque blancos presentan este color por haber estado en contacto con las pieles de las uvas durante bastante tiempo (maceración pelicular lo llaman los bodegueros). La Viña de Simón 2103 (Bodegas Rafa Bernabé), de la escasísima uva merseguera, es pura fruta de sedoso tanino que vamos a beber con un foie gras micuit hecho en casa.

Saltemos ahora a las siempre embriagadoras burbujas con el Clos Lentiscus Reserva Familia Blanc de Noirs Brut Nature (Can Ramón Viticultors del Montgròs). Un espumoso de uva sumoll, fino, seco y directo. Con un punto de evolución que nos invita a encender el horno para que el confit de pato que lo acompañe quede con la piel bien crujiente.

Y antes de cambiar a las tintas, una recomendación para un día especial, el SiurAlta Gris 2014 (Bodega Vins Nus). Una maravilla hecha con garnacha blanca. Tan expresivo e intenso que nos entusiasma y que en esta ocasión tomaremos con un jugoso cordero lechal. Porque sí, porque este vino puede con todo.

Momento para un fresco rosado elaborado de la forma más tradicional con la elegante garnacha de Gredos. Un Kpi Rosé 2013 (Viticultor Daniel Ramos) vinoso y gastronómico que nos apetece mucho con una clásica paella valenciana.

Pasemos a los tintos con Nas del Gegant 2014 (Bodegas Escoda-Sanahuja) de la Conca de Barberá de uvas cabernet franc, cariñena, garnacha y merlot. Un vino que nos traslada a los aroman del campo. De tremenda acidez y ligereza, lo beberemos con un cocido madrileño. Agradable juego de contrastes entre graso y fluido.

Volvemos a La Rioja con el Moraza 2013 (Bodegas Moraza), tempranillo nada habitual que sorprende. Impactante fruta roja y negra llena de frescura. Elegante, serio y nada aburrido. Ideal con un chuletón con  larga maduración.

Terminamos este recorrido por lo natural con dos etiquetas únicas, tan inclasificables como embrujadoras. El Pandorga 2014 (Cota 54. Ramiro Ibáñez), un dulce de Pedro Ximénez que rompe cánones logrando el equilibrio del azúcar que no cansa. Y el Alba Pago Alegrías del Carrascal 2014. (Bodegas Alba), listán sanluqueña, fermentada y criada en boco y de castaño de 650 litros envinado durante más de 80 años con oloroso. Un vino con crianza biológica y oxidativa que revela misterios con su afilada fuerza. Para estos últimos tragos vamos a preparar una tabla de quesos con los que jugaremos al placer de combinar los mejores sabores.

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