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NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

La política de vivienda como política industrial

29/03/2018 - 

El martes pasado la arquitecta, urbanista, activista y académica brasileña Raquel Rolnik presentó en la sede de la Plataforma per Russafa su último libro La Guerra de los Lugares. La Colonización de la Tierra y la Vivienda en la Era de las Finanzas, editado en castellano por la editorial Descontrol. La charla cerraba el ciclo de les Trobades d’hivern a Russafa: turistificació, dret a l’habitatge i resistències

Este ciclo de debates y en general el trabajo de los colectivos que forman la red Entre Barris contribuye a poner en la agenda un problema de graves consecuencias. Se trata del problema de la vulneración del derecho a la vivienda y de la demanda del derecho a la ciudad. Es una reivindicación pertinente; a pesar de los ejemplos de otras ciudades y del crecimiento efectivo del precio de la compra y especialmente de los alquileres todavía no es percibido como un problema de manera generalizada. 

Raquel Rolnik, a través de su experiencia global como relatora de las Naciones Unidas sobre vivienda adecuada entre 2008 y 2014, ha observado los efectos de la financiarización de la vivienda en todo el mundo. En su libro presenta lo que denomina el nuevo poder colonial de las finanzas mundiales. Un capital sin patria que se mueve libremente donde más rendimiento pueda conseguir. Una ocupación territorial y cultural, una forma de control del espacio y el tiempo con el objetivo único de la extracción de rentas. Rolnik afirma que la financiarización ha supuesto una trasferencia de fondos públicos a fondos privados. Se ha renunciado deliberadamente a hacer política de vivienda, se han privatizado masivamente las viviendas públicas allá donde existían y los nuevos instrumentos financieros, que titulizan la vivienda, lo que permite venderla a trozos en los mercados globales, han empeorado la situación.

Hoy en día experimentamos un nuevo ciclo con un stock de vivienda devaluado tras la crisis económica que atrae a los fondos de capital ahora interesados en el mercado del alquiler o en el mercado de las viviendas turísticas. 

Foto: KIKE TABERNER

Rolnik abre un debate con una crítica afinada. Aunque su libro se reduce al análisis, observa con esperanza los nuevos movimientos vecinales que se reproducen globalmente a favor del derecho a la ciudad y al acceso a la vivienda. De hecho, la red Entre Barris ha ido más allá desarrollando una demanda colectiva propositiva en cinco puntos. En primer lugar, la regulación restrictiva de los establecimientos turísticos. En segundo lugar, la creación de un parque de vivienda pública en alquiler. En tercer lugar, el establecimiento del precio de alquiler mediante formas de participación y decisión colectivas. En cuarto lugar, impedir los desalojos. En quinto lugar, la defensa de la figura de las cooperativas de vivienda.

Valoro y comparto el trabajo de Entre Barris y gran parte del análisis de Raquel Rolnik pero pienso que una vez por todas el debate gane centralidad (eso parece inevitable, pero sería mejor que pasara más pronto que tarde) deberíamos hacer un esfuerzo por ampliar el marco. 

En un artículo que publiqué el año pasado “en defensa de la vivienda” ponía el énfasis en la importancia del hogar para la seguridad ontológica y como elemento esencial, pero ni mucho menos único, en la construcción de la ciudad. Es imprescindible también empatizar con un contexto de predominio de la vivienda en propiedad con inversiones individuales a través del crédito y no despreciar el valor social y de inversión para las familias que todavía tienen las casas. 

Pienso que todavía hay que ir más lejos: aquí propongo, solo con ánimo de debatir, otros tres puntos que podrían completar, complementar o substituir aquellos que propone Entre Barris. Además, creo que debemos hablar también del conjunto de infraestructuras de movilidad, del espacio público y de las dotaciones que influyen en el grado de inclusión y de diversidad de una ciudad. 

En primer lugar se debe garantizar y fomentar la posibilidad de reinvertir en los barrios (como afirmaba Jane Jacobs). Para evitar los desplazamientos forzados de población las personas deben tener la capacidad, y el acceso a la financiación, para mantener y mejorar sus hogares y aprovecharse, sin ser expulsados, de la mejora de infraestructuras y de los espacios públicos. 

En segundo lugar propongo recuperar la política de vivienda como una política industrial y no solo una política social. No sé trata únicamente de garantizar el derecho a la vivienda de los más desfavorecidos. La vivienda pública debería ser también una posibilidad para aquellos que tienen otras opciones. La vivienda pública puede ser campo de experimentación para el diseño, el espacio público, la arquitectura y la participación teniendo un efecto tractor sobre un gran abanico de industrias. 

Eso significa, en tercer lugar, generar la regulación para que la vivienda sea una industria productiva. Una industria productiva es aquella que añade valor sobre la agregación de sus componentes en contraposición a una industria especulativa, que busca incrementos del precio sin incrementos del valor y una industria extractiva que simplemente se lleva valor de un territorio determinado. Así es precisamente como funciona el mecanismo colonizador que denuncia Rolnik. 

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