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LA CIUDAD Y SUS VICIOS

La Valencia nueva es antigua: cómo las ideas culturales necesitan a los viejos edificios

Un movimiento al alza. Los proyectos culturales se afianzan sobre antiguos edificios, no sólo reutilizándolos sino sacando orgullo de sus usos anteriores

1/04/2017 - 

VALÈNCIA. Hace unas cuantas semanas en este mismo espacio se planteaba de qué manera en la tectónica de placas culturales de la ciutat había una inclinación hacia las periferias, los barrios escorados, cómo incluso se usaban los contenedores de cultura como catalizadores de áreas dormidas. Una tendencia de manual alrededor del mundo aplicada a la València de ahora. Bien, sigamos con ello. Hay un segundo comportamiento al alza, palpable. Las nuevas ideas culturales se abrazan a los viejos edificios, amarrados a su pasado como una manera de reinventarlos. 

Eva Sanjuán y Ana Beltrán de Estudio Correoviejo -ellas son, tal que las Cazafantasmas, una unidad de vigilancia para dotar de vida cultural a edificios en sus últimos estertores- me comentan que es a través de esos edificios del pasado como se puede dar una personalidad propia a una ciudad, devolverle parte de su alma perdida en proceso de multifranquiciado. “Dar vida a estos edificios, con usos culturales que a su vez dinamizan el entorno donde se ubican, es un claro beneficio para la ciudad”, señala Correoviejo. También desde luego una salida económica para edificios que de otra manera tienen complicado sostenerse. 

“Dar vida a estos edificios, con usos culturales que a su vez dinamizan el entorno donde se ubican, es un claro beneficio para la ciudad”

En la reciente presentación de la nueva estrategia e imagen de La Marina de València su director estratégico, Ramon Marrades, comenzaba citando a la teórica del urbanismo Jane Jacobs: “las nuevas ideas necesitan edificios antiguos”. Marrades empleaba la cita para ilustrar el cambio preciso en aquellas instalaciones de la Marina prematuramente envejecidas, afectadas al poco de nacer de un síndrome de feroz añejo.

Jane Jacobs, una autora fundamental para quitar confusión a quienes ven la urbe como un estanque cuyas aguas no deben removerse, murió en 2006 pero su frase icónica sigue casualmente más viva que nunca. “Las nuevas ideas necesitan edificios antiguos”. Adquirir voluntad de dotar de futuro aquello que define la personalidad de un lugar y forma parte de su patrimonio en lugar de transformarlo en decorado temático. La máxima de Jacobs funciona extremadamente bien para una plaza como València, cuyos delirios de futurismo y su empaque de casco urbano histórico se balancean según la hora del día.

Las iniciativas culturales sobre València muestran quórum sobre ello. Una fuerte mayoría ha introducido sus ideas nuevas en edificios viejos. No sólo como una reutilización forzosa, sino como un alegato a favor de los viejos usos, una reivindicación del pasado del lugar. Básicamente una manera de recordarnos de dónde venimos, dosis de pasado para evitar creernos que hemos inventado la pólvora. Sin embargo apenas se percibe una presencia física de ese pasado. Un contraejemplo vistoso: la factoría de artes contemporáneas de Sydney, Carriageworks, abierta en 2007, hace en sus paredes apología de su historia como legendario edificio en el que se construyeron los trenes para la red ferroviaria más grande de historia. Los muros plasman esa era, los conflictos laborales, las revueltas… Mirando al futuro artístico más imponente se echa un vistazo simultáneo al origen.

Ocurre algo parecido en Milán con Hangar Biccoca, el sobresaliente centro de arte contemporáneo levantado en la antigua fábrica Ansaldo, donde se construían las bobinas para los motores eléctricos de los trenes de Lombardía. El pasado industrial no es anecdótico, sino la impronta más destacada. Sucede igualmente en Milán con la flamante Fondazione Prada, un canto imponente a lo desconocido, asentada sobre la antigua destilería Società Italiana Spiriti.

Qué revitalizante que Valencia transite por el mismo carril. Ideas nuevas, edificios antiguos… 

La Fábrica de Hielo, al borde del mar, es la huella de la ciudad que troceaba sus barras de hielo a la vera de los astilleros, que proporcionaba el frío para el negociado del pescado. El rostro de esa València marinera de salitre y espinas. La irrupción de la Fábrica es una participación cívica en la búsqueda de la normalidad en Cabanyal. El frigorífico para conservar las esencias de lo que fuimos. Su recuperación ha evitado el desmoronamiento definitivo de la vieja fábrica. Otra vez en lugar de suprimir el esqueleto de ese pasado, se ha apoderado del mismo para usarlo por bandera. 

Foto: JORGE LINARES

Más. Sporting Club Russafa, sustento artístico del boom del barrio, pura fábrica de arte por delante, una suerte de coworking de artistas (ya podíamos dejar de usar el palabro coworking) brotó sobre el suelo de un antiguo gimnasio de boxeo que por los años 30 despuntaba como epicentro de púgiles fervorosos. En las jornadas de mayor gloria los boxeadores del Sporting llenaban la plaza de toros. Algunos de sus nietos conocieron el gimnasio, pero acudiendo a eventos de otro tipo, surcando las artes. La estructura del propio espacio, con una composición donde ciertamente se puede intuir el ring, la propia conservación gráfica, hace gala sutil de su origen. Lo viejo más nuevo que nunca.

Unos pasos más allá, el Estudio Loft Social encaja como centro de danzas, sede de espectáculos, un lugar despuntando y llamado a acoger algunos de los actos por venir. En los últimos años taller y vivienda de artista, sus muros están impregnados del alma de un antiguo lavadero sin cubierta al que acudían las señoras de Russafa a enjuagar los ropajes de la prole. Más tarde fue tintorería (los tejidos aquí siempre impolutos), zaguán para un patio de luces. 

El espacio deWall, a metros del Portal de la Valldigna, en ese cruce dulce de caminos enrevesados, sustancia a la perfección como el pasado más remoto se convierte en aliado esencial. Los happenings de la modernor se suceden en torno a la muralla adjunta que en el siglo XI Abd al Aziz mandó construir para protegerse del asedio cristiano. Y allí, donde hoy se instala deWall, nació el santo San Pedro Pascual en 1227. En otra era quizá los nuevos moradores hubieran decidido darle apariencia de absurdo local lounge, en cambio en esta ocasión se han hecho de sus muros venerables toda una fortaleza de porvenir.

Bombas Gens, la promesa de una relevante llegada a la ciudad cultural, ha hecho de su origen todo un lema que impregna incluso su gráfica. A la manera milanesa (casualidad o no que Vicent Todolí coincida en el proyecto de HangarBiccoca y también aquí) todo parece girar en torno al sustento de la historia fabril: la fábrica de bombas hidráulicas Carlos Gens, una construcción única del racionalista Cayetano Borso di Carminati en 1930 estaba destinada a seguir en el olvido más oscuro. Pero ya se sabe, la antigüedad resulta flamante. También en Marxalenes.

Un camino similar puede recorrer, bajo el paralelo Mercadona, el Palau dels Valeriola, máxima expresión palaciega de la sociedad barroca de la fiesta y el exceso, y que, destinada a la demolición tras juguetear con las cadenas hoteleras, tras ser sala de fiestas, ha sido tomando por la Fundación Hortensia Herrero para recuperar su lustre y darle un uso cultural. Esa València del siglo XVII vuelve a saludar al pasar.

De la València ferroviaria es botón las Naves de Ribes, hijas legítimas del arquitecto Demetrio Ribes, factorías de una ciudad que se expandía de vía en vía. Tras quedársele a la ciudad como una lorza con la que no saber que hacer, la persistente presión vecinal augura un futuro que entre usos dotará de equipamientos culturales a su área territorial. ¿Nuestras Carriageworks de la próxima década? 

Y Las Naves en Juan Verdeguer, Las Naves del Grao, Las Naves renovadas para cultura e innovación. Ayer un amplísimo almacén de grano y naves portuarias para las empresas navieras. Un ejemplo ostentosos de que pocas cosas tan innovadoras como ser fiel al sustento pasado.

Sería de agradecer en casi todos los ejemplos una mayor didáctica respecto a la historia de sus muros. Qué simbolismo tan provechoso. En lugar de dejar en la estacada un sinfín de edificios que son espejo de nosotros mismos, vuelven a estar vivos para la ciudad. La principal misión de València dejó de ser plantar primeras piedras, sino redescubrir aquellas que se hicieron viejas. Lo dijo ella, Jane Jacobs: “Las nuevas ideas necesitan edificios antiguos”.

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