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Mar García Puig: "Comprender que lo personal es político es lo que me salvó"

Debuta en 'La historia de los vertebrados', un cruce entre el ensayo y las memorias literaturizadas

4/07/2023 - 

VALÈNCIA. La editora y pronto exdiputada Mar García Puig debuta en la novela con La historia de los vertebrados, una novela abrumadora que inunda su experiencia problemática con los primeros momentos de su maternidad de referencias a la historia de la medicina y la psiquiatría, además de ser unas memorias políticas de sus primeros pasos en el Congreso de los Diputados.

Su historia parte del día en el que parió y enloqueció en Barcelona, mientras en Madrid se intentaba decidir el futuro de los siguientes cuatro años en España. Pero su historia es apenas un hilo en una red extensa de referencias, historiales clínicos, e historia micro del feminismo.

García Puig presentó hace unos días su novela en València, y de paso, atendió las preguntas de Culturplaza.

- ¿Es esto una novela, un ensayo, unas memorias…? ¿Hay algo de ficción?
- Más que ficcionalizado está más bien literaturizado. Ficción en sí no hay. Yo quise mucho ceñirme a la realidad, sobre todo en las historias que cuento con las que fui encontrando. Me parecía maravillosa esa realidad. Por ejemplo, las historias de mujeres que cuento partiendo de historiales médicos: tenía claro que no tenía que añadir una coma, porque realmente eran ya de por sí pura literatura. Sí que hay ciertas licencias, sobre todo en el plano temporal en lo que respecta a mi historia. Decidimos ponerle la etiqueta de novela porque sí que nos parecía que había una mezcla de géneros.

- Un de esos géneros que están presentes no suele despertar ningún tipo de pasión, que es el de las memorias de políticos. Habitualmente son estos ladrillos con una narración mayestática, pero tú lo deconstruyes.
- Es una parte que ha pasado muy desapercibida, y que a mí (pese a que este no es un libro  sobre ser diputada, sino que hay muchas más cosas), me parecía una parte importante. De hecho los timings están un poco medidos: yo acabo de acabar como diputada, y mi libro sale ya en mi fase final… A lo mejor, precisamente por lo que tú dices de que se deconstruye un poco y que no está narrado de la forma habitual, no se ha destacado tanto.

- ¿En qué no querías caer en esas memorias?
- Creo que se han convertido en una especie de género y cualquiera que pasaba por política tenía que escribir un libro. A mí me parece estupendo que la gente escriba libros, no hay ningún problema en ello, pero parecía que era hasta un imperativo. La gente con la que empezamos en 2015, que no veníamos de la política nadie, prácticamente todo el mundo ya tiene su libro publicado. Yo recibía algunas propuestas de contar mi experiencia en el Congreso, pero no quería caer en otro libro de otra diputada, que no viene de la política y que nos cuenta su historia. Quería que fuera algo un poco más amplio.

- En un momento en el que hay un debate muy encendido sobre cuáles son los puntos de vista que la cultura en general, y la literatura en particular, genera sobre la maternidad y la feminidad, hay como un montón de equilibrios que mantener. Tú, por ejemplo, sí especificas que no hay caer en ese esencialismo de la maternidad como identidad.
- La verdad es que es difícil. Se publican muchos libros de maternidad, lo cual me parece estupendo porque se han publicado muchos libros de muchas cosas durante toda la historia de la literatura. Y ahora, parece que sean demasiados los de maternidad. A mí no me parecen demasiados, pero sí que es verdad que es difícil moverse entre tantísimas voces hablando sobre la maternidad, muchas de ellas contradictorias. Muchas hablando más desde un punto de vista, o bien esencialista, o bien de imposición de ciertos modelos de maternidad. Y yo no quería eso, me parece muy respetable, pero yo dudo mucho que existan modelos de maternidad que sean como cajitas en las que vamos entrando. Creo que hablar desde esa posición tiene algo de privilegio, porque al final muchas veces se hace lo que se puede en una sociedad que le da bastante la espalda a la maternidad. 

Luego, desde el feminismo, desde donde yo vengo, siempre ha habido una relación muy problemática con la maternidad: o se ha rechazado completamente, y a quien se ha acogido a ella se le ha acusado de perjudicar la batalla de las mujeres, o bien ha habido ese regreso a los derechos de las madres, el maternaje, la lactancia, etc. Estaban estos dos modelos contrapuestos, y yo recuerdo que una persona me dijo que no me mojaba sobre los modelos de maternidad. Pero es que no quiero, esto es deliberado. De hecho, no hay ninguna conclusión acerca de cómo es mejor ejercer la maternidad; en todo caso habría muchísimas preguntas que además dudo que tengan respuesta (o respuesta única, o respuesta clara).

Es verdad que hay muchos discursos, muchos muy discordantes y muchos muy acusatorios, sobre si le haces el juego al capitalismo, o le haces el juego al machismo. Y, en el fondo, no dejamos de acusarnos también desde la maternidad y desde el feminismo, de “hacerle el juego”, pero imponiendo modelos le hacemos el juego a ambas cosas todas.

- Hay un discurso recurrente entre algunas voces de la izquierda que dicen que la política aleja a las personas de las causas y se teorizan o se problematizan de más. Yo te quería preguntar por lo contrario, ¿cuánto le debes a tu formación feminista y política a la manera en la que gestionaste todo esto que cuentas en el libro?
- Yo creo que se lo debo todo. Para mí entender que la maternidad no era un proceso solitario;  que lo que estaba pasando excedía a una culpa individual, más allá de que pudieran haber errores y que tampoco hay que negar… Una de las cosas que reivindico en este libro es la voluntad, la voluntad de querer ser madre o no quererlo, la voluntad de ejercer los cuidados o de no ejercerlos. Si decimos que hay un síntoma eterno, estamos acusando a quien no lo ejerce de algo antinatural, y entonces a mí realmente ese feminismo, ese pensamiento de que hay política entendida en el sentido amplio en todo, sí que me ayudó por ejemplo a empezar esta investigación. Había una parte de mí conectada con algo que es muy humano, que es el miedo, que es la presencia de la mortalidad, de la fragilidad; pero también había algo muy político y muy histórico en lo que me estaba pasando, y ahí sin duda bebí de todas mis lecturas feministas, que politizan lo personal y que ponen lo colectivo en el centro.

Foto: Rita Puig-Serra Costa

- Te voy a hacer la pregunta casi exactamente contraria: ¿de que manera la experiencia que tuviste problematiza lo que habías leído y aprendido en un plano más teórico?
- Por ejemplo, creo que hay discursos sobre salud mental que lo marcan todo en lo social y en lo económico. Que son muy interesantes, pero que tienen un límite y cierta inocencia. Desde una buena intención, decir “tú no estás deprimido, a ti lo que te pasa es el capitalismo”… Claramente hay algo de eso, pero también hay una parte que nos excede. Por ejemplo, yo sentía un miedo profundo a la muerte, que se debe a que la vida tiene unas reglas, unas normas con las que es difícil relacionarse y eso excede a la época y al sistema económico. 

Lo que yo vi estudiando una sociedad tan religiosa como la victoriana es que las mujeres le tenían miedo a Dios, y ellos tenían una sociedad tan científica… Y yo le tenía miedo a la enfermedad, pero ese miedo seguramente estaría allí fuera cual fuera el sistema, otra cosa es que tengamos unas herramientas, y luego está claro que hay cosas que influyen, como la precariedad y que lo medicalizamos todo, lo psiquiatrizamos todo. Achacarlo todo al sistema político y económico, me parece que olvida una dimensión humana que también está ahí.

- ¿Lo personal es político?
- Sí, totalmente. Esta es una de las grandes enseñanzas del feminismo en general. Para mí muy concretamente, entender que lo personal es político me salvó, y creo que nos salva a muchas mujeres, y no solo a nosotras. Nos da una capacidad de comprensión de la situación y de lo que nos sucede mucho mejor.

- En un momento en el la salud mental se ha posicionado como un debate central, tal vez se haya hecho de manera muy superficial, o hablando únicamente en términos de ansiedad o de cansancio, sin llegar a entender que una persona, por otras circunstancias, puede acabar necesitando psiquiatría.
- Yo, por ejemplo, he participado del activismo en salud mental y me interesa mucho, pero por un lado, reivindico los derechos de las personas psiquiatrizadas, aunque creo que a veces se optan por posturas muy simplistas en ambos lados: o todo es una bajada de serotonina y todo es un desequilibrio químico y además es innato y genético, o todo es capitalismo. Seguramente nunca sabremos que es todo. Podemos tener algunas claves, a algunas personas claramente la precariedad les conduce a problemas de salud mental, y ahí me parece muy interesante todo el discurso de la antipsiquiatría. A la vez, no lo comparto plenamente porque me parece un poco reduccionista.

También me preocupan (e intento problematizar) todas esas idealizaciones de la locura: está claro que hay un hilo entre la creación artística y la locura, pero se obvia mucho del sufrimiento que hay para uno mismo y para el entorno.

- Te quería preguntar por esas referencias que inundan todo el libro, ¿cuál es tu posición como escritora y cómo ha influido en el propio proceso de escritura?
- Este libro surge al darme yo cuenta de que he encontrado consuelo en otras historias. Una cosa que me parece muy reduccionista de cómo se trata el tema de la salud mental (y pasa mucho en los partidos políticos) es la medida de meter más horas de psicólogos. ¡Y venga más psicólogos en la sanidad pública!, lo cual está muy bien y es muy necesario, pero no basta para nada. Mientras, se le da mucho la espalda a todas las políticas culturales: venimos de una pandemia donde la cultura salvó la cabeza de mucha gente y para salud mental solo ofrecemos horas de psicólogo con todas esas limitaciones que tiene. A veces una pensaría que es una pócima mágica la psicoterapia, y no lo es.

Entonces, a mí profundizar en qué me estaba pasando, en sus raíces históricas, encontrar paralelismos, ecos a mi experiencia, encontrar algo de belleza también en ese sufrimiento… A mí eso me ayudó. Este libro sale un poco como de homenaje a eso, a todas esas voces que me ayudaron y de ir tirando de un hilo. Y, al final, pongo mi historia también como parte de ese hilo para seguir construyendo: me da la sensación de que este libro es como un tomo de muchos libros que se han ido escribiendo.

- En una entrevista que le hice hace unos meses a Carlos Marzal decía que lo primero que le había dado la literatura es la intensidad del lector. ¿Tú también estuviste viviendo todo lo que narras con la intensidad de la lectora?
- Yo creo que sí. Hemos hablado de mi bagaje feminista y más político, pero yo tengo un bagaje literario que sí que me permite apreciar una belleza donde quizá otros verían un sufrimiento. Yo veía como me iba un poco tejiendo con todas las historias que había leído y que iba a leer.

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