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solemne investidura en el paraninfo

Mavi Mestre carga contra los recortes y reclama un Pacto por la universidad

Foto: KIKE TABERNER
9/05/2018 - 

VALÈNCIA. Admitía la rectora de la Universitat de València Mavi Mestre al finalizar el solemne acto de investidura que había estado muy nerviosa. Hasta en tres ocasiones tuvo que detenerse para beber agua durante la lectura de un discurso que por otro lado no era especialmente largo, 16 folios con una tipografía muy generosa. La sequedad en su boca hablaba de nerviosismo, pero los ojos acuosos y los labios fruncidos, tan apretados que parecían exangües, revelaban la emoción y la tensión de saberse la protagonista de un momento histórico.

Unos labios que sólo mutaron en una leve sonrisa al principio del acto, cuando descubrió una cara amiga entre los más de 340 invitados presentes en el Paraninfo. Eran más que el aforo habitual del Paraninfo, 320 localidades, que pese a ser ampliado se reveló pequeño. Más de un centenar de invitados tuvieron que buscar acomodo en el Aula Magna, y eso que hubo algunos que por motivos profesionales, como fue el caso del presidente de la Diputación de València, Jorge Rodríguez, no pudieron estar a tiempo. Quien si llegó y acompañó en todo momento a la rectora fue el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, quien entró junto a la rectora en el Paraninfo.

La procesión de autoridades y personalidades, una reminiscencia del pasado de carácter institucional, se adentró en una sala en la que cuelga una galería de retratos con grandes prohombres donde sólo hay uno de una mujer, la tinerfeña Olimpia Arozena, la primera mujer que fue doctora de la institución. Mestre, como Arozena, es una pionera. Y así quedó de manifiesto cuando se hizo la fotografía con los otros cuatro rectores de las universidades públicas, todos hombres como ella; hasta que se incorpore al cargo de rectora de la UJI Eva Alcón, Mestre seguirá siendo una excepción. Con ella se han roto 500 años de historia y se ha llegado a la normalidad, a que una mujer pueda detentar el máximo cargo de la institución.

El discurso de Mestre fue un modelo de contención. Estructurado con mimo, la nueva rectora incluyó en él alusiones a problemas sin resolver que ha heredado como la huelga de los profesores asociados. En este caso señaló firme y serena a los “recursos muy limitados y escasa capacidad efectiva de arbitrar soluciones” que tiene la Universitat para solventar este problema. Y lo hizo pidiendo “a los gobiernos estatal y autonómico” la necesidad de establecer un nuevo marco de contratación. “Las universidades públicas necesitamos también el apoyo de la Generalitat, no solo en financiación, que también. Necesitamos negociar y llegar a acuerdos ambiciosos que mejoren las condiciones laborales y las retribuciones salariales de las trabajadoras y los trabajadores de la universidad pública, especialmente de los colectivos más precarios”, dijo en referencia a los profesores asociados. El aludido, el conseller de Educación, Vicent Marzà, sentado junto a otros miembros del Consell como Carmen Montón, Manuel Alcaraz, Gabriela Bravo o Vicent Soler, mal disimuló una mueca parecida a una sonrisa. No muy lejos, el cardenal Cañizares y el presidente de la AVL, Ramon Ferrer, escuchaban atentamente.

Mestre, que incidió en algunas de sus ideas principales, como la necesidad de una nueva política de tasas y de becas “que favorezca la igualdad de oportunidades para el estudiantado, una política científica más ambiciosa y un modelo de financiación de las universidades públicas suficiente y sostenible”, dotó de contenido a su alocución reclamando que se mejore la financiación universitaria y que se ponga en marcha un Pacto por la Ciencia, la Educación y la Universidad Pública. Y es que, como apuntó, la política que calificó de “recortes”, se había traducido en que la universidad había vuelto a unos niveles económicos “en términos reales” de hace una década, al cierre de líneas de investigación y a “condenar a la emigración científica” a toda una generación de jóvenes con elevados niveles de formación; algo de lo que puede dar fe ella en primera persona porque su hija tuvo que emigrar a Australia para encontrar trabajo de ingeniera.

Muy combativa y reivindicativa, Mestre no desperdició la ocasión de agradecerle a su antecesor, Esteban Morcillo, que estaba sentado a su izquierda, el haber hecho que formara parte de su equipo como vicerrectora. Alabó su compromiso, su abertura de mente, su “ritmo pausado en el análisis de los problemas y la búsqueda de soluciones desde la escucha activa”. Morcillo, siempre flemático, sonrió, si bien esa sonrisa se tornó más amplia cuando escuchó a Mestre anunciar que iba a proponer al Consell de Govern de la institución que le concedieran la Medalla de la Universitat porque había sido un rector “ilustrado, brillante, en tiempos de complejidad”. 

“El valor del esfuerzo”

La rectora recordó también a sus padres, agricultores, que le habían enseñado “el valor del esfuerzo”, anunció que “desde las aulas” iban a “luchar” para conseguir “un futuro más participativo y democrático”. Un futuro, empero, que advirtió de entrada que pasaba por la conciencia de “nuestro pasado”, porque “con el empuje de la tarea puesta en marcha por todas las personas que han erigido esta universidad antes de nosotros, hemos de alzar el techo de la ciencia y el conocimiento”. Como hizo en su día Ángel González en su célebre poema ‘Para que yo me llame Ángel González’, Mestre puso en valor la herencia recibida y aludió a dos citas: el día que la República cambió la Ley Electoral dándole el voto a las mujeres (8 de mayo de 1931), y las primeras elecciones a Les Corts de 1983, que darían pie al Consell que aprobó la ley de universidades.

Día de recuerdos, Mestre aludió en su discurso a Joaquín Colomer, mientras que Morcillo, por su parte, evocó a dos nombres propios de la Universitat, los fallecidos Mari Carmen Fortes y Josep Lluís Sirera. Morcillo, quien de hecho fue el encargado de abrir los discursos, también recordó a todos los que le habían ayudado en su tarea de estos ochos años, incluidos aquellos que le habían disputado el puesto en las elecciones (María Antonia García Benau, Vicent Soler, Antoni Furió y Vicent Martínez), algo en lo que también coincidió Mestre.

Contra “el muro de la realidad”

Poético y más conciso, Morcillo deploró como “el muro de la realidad” había frenado “sueños, ilusiones y legítimas aspiraciones institucionales”, crítico la “rechazada” política de tasas y becas, así como la “imposición” de una tasa de reposición “negativa” para el personal de las universidades, y lamentó “la emigración y pérdida de talento”. Hechos que ligó a una insuficiente financiación pública y a “una insuficiente inversión estatal y privada en investigación e innovación”. “La Universitat se ha de encontrar en el corazón de la ciudadanía trabajando codo con codo para lograr una sociedad más justa”, y en “lucha” también contra todas las desigualdades. “Muy feliz” de volver a su vocación de investigador, Morcillo tuvo también palabras para su familia, a la que agradeció su sacrificio, y celebró que ahora por fin tendría “tiempo libre” para ellos.

Fue el president de la Generalitat, Ximo Puig, el encargado de cerrar lo que él mismo denominó como “una nueva página de la historia” de la institución. El jefe del Consell se comprometió a que al “excelente” sistema universitario público valenciano se le dará una financiación adecuada, si bien lo fió a cuando la Comunitat Valenciana “tenga una financiación justa”. Como Mestre, reivindicó la importancia de la institución en la historia no sólo de la ciudad, sino también de la Comunitat, y puso en valor el hecho diferencial que daba especial sentido a la jornada de este martes: por primera vez en 500 años, una mujer era investida rectora de la Universitat de València.

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