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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Mujeres artistas. Saliendo del ostracismo

“La mujer artista es sencillamente ridícula”Renoir

26/11/2017 - 

VALÈNCIA. Reconozco que no soy una persona militante “de acción” en cuestiones de feminismo. Me refiero a que no me movilizo físicamente hablando, pero me considero-más por sentido común que por otra cosa- absolutamente defensor de la igualdad de sexos, en derechos, y creo que vivo como tal, vamos. Cualquier discriminación por esta razón me parece troglodita, aberrante y, en su caso, denunciable. Un residuo de un pasado-no tan lejano- pero que todavía se da en el presente por mucho que se haya avanzado. Y como aquí se habla de arte, lo primero que habrá que decirse es algo que admite poca discusión: que la historia del arte está marcada por el androcentrismo. La frase de Renoir que encabeza el artículo no representa una excepción en aquellos tiempos.

Bodegón de Clara Peeters (Amberes, 1594 - La Haya, 1657)​ 
Si un extraterrestre que nos visitara observara nuestro modo de vida no creería que el Museo Del Prado dedicó hace unos meses una exposición por primera vez a una mujer, tras doscientos años: la magnífica pintora de bodegones flamenca, Clara Peteers. Tras dos siglos se trataba de la primera exposición dedicada a una mujer. La barrera se rompió en este caso, aunque seamos realistas, hasta que exista otra exposición protagonizada por una artista tardará ya que la historia del arte, y más la del arte antiguo, está abrumadoramente copada por artistas hombres. Volviendo a la primera pinacoteca de España, (datos que podrían ser extrapolables en porcentajes a cualquier museo nacional o internacional de arte del siglo XIX y anteriores) hay obra de más de 5.000 hombres y tan solo de 53 mujeres y de las cerca de 8.000 pinturas catalogadas (expuestas y en los almacenes), solo cuatro de artistas mujeres se exhiben.

Abstracción de Joan Mitchell (1925-1992)
No es lo mismo que la mujer se encuentre discriminada y en cierta forma olvidada que directamente no se le considere para llevar a cabo una carrera artística. Lo primero sucede en la actualidad, en unas sociedades más que en otras. Incluso existen sociedades en que la batalla está muy cerca ya de ganarse definitivamente. Posiblemente, en la actualidad, sea mayor el número de licenciadas en Bellas Artes que de licenciados. La mujer está ahí, y la totalidad de artistas menores de cuarenta años se reparte con bastante equilibrio entre ambos sexos, pero es cierto que a la mujer todavía no se le valora suficientemente a la hora de cotizar su obra en el mercado. Por ejemplo, estos últimos días se han celebrado en las dos grandes casas de subastas sus ventas más importantes de otoño con cifras mareantes en cuanto a las adjudicaciones de obra. En lo que al arte del siglo XX y contemporáneo se refiere, vemos que todavía las obras firmadas por mujeres distan en número y cantidad pagada todo un mundo de las firmadas por hombres. El arte femenino se va abriendo paso pero todavía le queda un trecho. ¿Alguien duda que si las obras de Cy Trowmby estuvieran firmadas por una mujer, no se pagarían esos precios astronómicos?.

La galerista Soledad Lorenzo

Ni siquiera, y hasta hace bien poco las mujeres artistas ha tenido las mismas condiciones, a priori, que sus compañeros hombres a la hora de poder exponer en las galerías importantes. Y esa desigualdad, en cierta medida, todavía existe, siendo lo único discutible el grado en que se da actualmente. Tampoco parece la mejor forma de buscar la equiparación emplear una política de cupos, sino valorar adecuadamente la obra realizado por mujeres si esta tiene calidad, capacidad de transmitir o innovar. La situación también ha ido mejorando paulatinamente desde que algunas de las galerías más importantes-y otras que no lo son tanto- están comandadas por mujeres (Helga de Alvear, Soledad Lorenzo o Pilar Ordovás) pero da la sensación de que las mujeres todavía deben hacer el doble que los hombres para llegar a una apreciación equiparable.  

Judith y Olofernes de Artemisia Gentileschi

Artemisia Gentileschi, símbolo de una lucha personal

Si ahora es momento de conquistas, en el siglo XVI hablaríamos de dignidad ya no sólo como artista sino como persona, supervivencia y visualización versus ostracismo. Es especialmente terrible el caso de Artemisia (1593-1656?), la hija del pintor barroco Orazio Gentileschi, quien le enseñó las técnicas del tenebrismo en Florencia, fue la primera mujer en ser admitida en la Accademia del Disegno. Hasta ahí todo bien. El infierno llegó cuando, al parecer su padre la puso bajo la instrucción del pintor Agostino Tassi para que le enseñase perspectiva. Como el arte no logra hacer buenas a todas las personas, Tassi violó a Artemisia, por lo cual se inició un juicio contra el violador pero que, en realidad, pareció serlo contra la versión de la pintora, ya que recibió toda clase de humillaciones, e incluso tortura para comprobar la veracidad de su acusación. Finalmente, Tassi fue condenado a un año de prisión y el exilio de los Estados Pontificios. Se ha afirmado que en su celebérrima obra “Judith decapitando a Holofernes”, pintada entre 1612 y 1613, reflejó su sufrimiento emocional pasado en el gesto casi de placer, rozando el sadismo y de intensa determinación de Judith. Tras viajar por media Europa, viaja a Nápoles donde permaneció el resto de su vida. Quizás muere durante la plaga que hubo en Nápoles en 1656, y fue prácticamente olvidada después de su fallecimiento. El gran historiador Roberto Longhi, en un ensayo de 1916 titulado “Gentileschi, padre e hija”, intentando enaltecer a la gran artista, manifiesta sobre Artemisia que fue “la única mujer en Italia que alguna vez supo algo sobre pintura, colorido, empaste y otros fundamentos” lo cual no deja de ser una afirmación bastante machista.

Sentada la cuestión, habrá que hablar sin mucha demora de las artistas valencianas. Muchas y buenas.


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