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Operación Telemark: sabotaje a la bomba atómica

La miniserie noruega de seis episodios es una de las joyas escondidas del extenso catálogo de Netflix España

| 11/12/2015 | 1 min, 59 seg

VALENCIA.  Si  había una profesión de alta cualificación y riesgo en la primera mitad del siglo XX, además de la de agente de bolsa, era la de científico. Ambas pecaban de lo mismo: se vendían al mejor postor. Los científicos, no obstante, justificaban al que pagaba sus fiestas con el argumento de que las guerras favorecían el desarrollo de la ciencia. Aunque en realidad era la ciencia la que desempeñaba un papel fundamental para los países beligerantes.

Cerebritos como Einstein, que instó al presidente Roosevelt a financiar una investigación para la fabricación de la bomba atómica, tuvieron que comerse sus palabras años después reconcomidos por la resaca de su mala conciencia.

En el bando contrario, el físico alemán y premio Nobel Werner Heisenberg aseguró al gobierno de Hitler que era posible construir una bomba del tamaño de una piña, capaz de aniquilar una ciudad como Londres. En su caso, pasada la guerra depuró sus errores con una versión de los hechos cuya veracidad todavía no se ha demostrado. Consiguió reconducir su carrera sin dificultad pese a haber sido miembro del Club del Uranio, el equipo de científicos que trabajó en la bomba atómica nazi.

-Heisenberg: «Mientras hagamos que la guerra sirva a la ciencia no hay peligro». (Operación Telemark)

Los seis episodios de Operación Telemark (Kampen om Tungtvannet) narran precisamente el trabajo realizado desde el bando alemán en el desarrollo de la bomba atómica durante la segunda guerra mundial, liderado por el científico Heisenberg, y los esfuerzos de sabotaje de los aliados británicos con la ayuda de miembros de la resistencia noruega. Heisenberg centró su investigación en la creación de un reactor nuclear que generara energía a través de la fisión del uranio moderado con agua pesada, formalmente llamada óxido de deuterio. Y efectivamente, la guerra desde el bando alemán le dio todo lo que necesitaba: uranio de las minas de la Checoslovaquia invadida y el agua pesada de Vemork.

(Lea el artículo completo en el número de diciembre de Plaza)

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