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CRÍTICA DE CINE

Paco León nos alegra el Kiki

Nunca el caluroso verano madrileño nos hizo sudar la gota gorda con tanto gusto. El andaluz presenta una comedia agradable y bien grabada contra los estereotipos sexuales

9/04/2016 - 

De las filias y las fobias sexuales de cada cual mejor no emitir juicios. ¿Y qué si alguien se excita con los cuellos de seda? ¿O ante una situación peliaguda como un atraco? ¿Acaso no está permitido disfrutar del dolor ajeno? Quien se escandalice porque un marido prefiera a su mujer inconsciente en la cama no está preparado para esta cinta. Y pese a no estarlo, la necesita con urgencia. En Kiki: el amor se hace, los prejuicios sexuales van derritiéndose al calor de ese intenso verano madrileño que solo conocen quienes lo han padecido. Lo hacen aflojando la risa y dejando un reguero de placer.

El éxtasis llega gracias a la estimulación de Paco León. El andaluz consigue construir una comedia colorida, que se aleja del humor negro de la saga de Carmina. Vuela lejos del nido materno para aletear bajo las faldas. Sin embargo, mantiene una continuidad en el tono y la fotografía que apuntalan una clara personalidad cinematográfica, en un punto intrincado entre la obra de autor y el agrado al gran público. Recuerda a Almodóvar en su construcción de los personajes femeninos y su cuidado por la estética, pero también a Colomo, por su manejo de la risa y de las situaciones cotidianas. En cualquier caso, su pincelada es inconfundible, lo que ya es mucho decir para una tercera obra tras las cámaras (y ante ellas).

León se descubre como mejor director que actor. Se ve ampliamente superado por un elenco donde destacan las interpretaciones femeninas, como la de Candela Peña, en un registro más distendido de lo habitual; Natalia de Molina, cada vez más encantada de su fama; y Belén Cuesta, que no deja de hacer lo que ella sabe hacer, pero hace muy bien. Ellas están por encima de ellos. Como curiosidad, los actores mantienen su nombre auténtico a la hora de construir los personajes, así como el desparpajo que los caracteriza, aunque quién sabe si sus gustos bajo las sábanas. El guión los agrupa por parejas (y un trío) en cinco historias paralelas que solo confluyen al final, como no podía ser de otro modo tratándose de Madrid y del verano, en la verbena de La Paloma.

Lo recatado de los desnudos, que unos agradecen y otros acusan, le ha descolgado la etiqueta de película erótica y le ha valido unas cuantas críticas. Algunos la consideran demasiado modosita, pero es que la provocación de Kiki va por otros derroteros. Más que calentar al personal de la butaca, consigue refrescar su visión del sexo, ya sea hablando de lluvias doradas con espárragos de por medio o de sexo telefónico practicado en lenguaje de signos. Lo que para unos será habitual, para otros resultará transgresor. Es probable que se rían más fuerte los segundos. Verse enfrentado a los tabúes suscita un placer especial.

Kiki, el amor se hace es una cinta agradable, simpática y divertida; no hay más. Ni una obra maestra, ni mucho menos una mala película. Una apuesta fresca para pasar un buen rato que, a cuenta de una amplia campaña de promoción (con Mediaset de por medio no hay nada que hacer). Por otro lado, los primeros datos de taquilla de Kiki, el amor se hace son muy buenos, con unos 900.000 euros recaudados en su primer fin de semana según datos de El Economista. Esto supone que ha logrado triplicar los resultados de Carmina y amén.

Una película española sobre sexo parecía un concepto anticuado, y tampoco lo hace más atractivo saber que se trata de un remake de la australiana The Little Death. Sin embargo, Paco León le ha puesto buen gusto, lo ha envuelto de una atmósfera moderna y le ha imprimido ritmo a la narración. Ha puesto ante la cámara el tema de la venta de ropa interior usada con un morbo gracioso. Y al final la cinta es tan pegadizo como la canción de Pedrina y Río que ejerce de banda sonora, ese tema que seguro que ya estás tarareando. 

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