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A LA VENTA ESTE VERANO

Polaroids I, II, III: Héctor Pozuelo recoge su fotografía más íntima en un libro

20/07/2018 - 

VALÈNCIA. Hace algo más de dos años que sentimos muy cerca –y casi por primera vez– el vacío de la censura en Instagram. El apéndice de Facebook cancelaba la cuenta donde el fotógrafo Héctor Pozuelo compartía su trabajo. Los desnudos, como parte natural de su mirada, la misma que le ha llevado a trabajar para Puma, Kling, Polaroid Originals, y  a retratar a PXXR GVNG o Bad Gyal en sus primeros pasos como artistas, esa fotografía, no tenía cabida bajo los criterios ultraconservadores de la red social con mayor proyección del mundo. Cuenta él mismo que en apenas unos días pasó a ser consciente de cómo había calado su trabajo. No sería la primera vez que desaparecía de la noche a la mañana una plataforma que, entre idas y venidas, se ha convertido en una herramienta para que su buen hacer le haya convertido en una mirada todavía más deseada para editoriales de moda (Adidas, Nike…) y músicos.

Es uno de los fotógrafos valencianos más reconocibles dentro de ese ecosistema de scroll, likes y stories, pero ahora ha decidido dar el salto al mundo editorial y publicar un primer libro de polaroids. Lo hará desde la autoedición, aunque novias no le falten: “si hay algo que ya he aceptado que llevo verdaderamente mal, eso es ‘venderme’. Escribir sobre mí y enviar un mail para hacer una propuesta de algo como publicar un libro, algo que no he hecho hasta ahora, se me hace un mundo. Para mí es mucho más fácil ver con quién lo puedo fabricar como necesite, abrir una pestaña de venta en mi web y hacerlo”. Y así será, porque estos días ha revisado las primeras pruebas de impresión, ha insertado las correcciones en el proceso y antes del mes de agosto estará a la venta Polaroids I, II, III.

El libro recoge una colección de 85 fotografías realizadas con distintas Polaroid durante las sesiones. Pozuelo no trabaja –ni siquiera posee– con ningún tipo de cámara digital, pero precisamente éstas estimulan más una parte de su material “desde la limitación. No tienen apenas opciones y al ser todo muy automático, todavía es más improvisado. Por ahí noto que me libero un poco más de la técnica, aunque obviamente controles qué luz hay y sepas que con una no puedes enfocar a menos de un metro y que con otra no se va a ver aquello que quieres capturar. Más allá de eso, con lo automáticas que son, para mí es un ejercicio también de coleccionismo y de tener mi propio álbum de recuerdos de las sesiones o de momentos más personales”.

Ese es el nudo fundamental del libro. Pozuelo es conocido profesionalmente por su no estrategia. La intención es la de generar una intimidad con las modelos –siempre mujeres– en las que no hay directrices. Algo que, como admite a Cultur Plaza, le ha generado algunas confusiones en el pasado: “la primera vez que trabajo con alguien, a veces, es difícil que entienda que no le voy a pedir nada. Las modelos con las que suelo hacer sesiones son profesionales acostumbradas precisamente a que les pidan y exageren todo lo que hay delante de la cámara todo el tiempo. En mi caso no hay órdenes ni trabajamos en un espacio rodeado de una nube de gente. Cuando esto genera cierta incomunicación o hace que la modelo no comprenda la estrategia, yo siempre les digo lo mismo: cada disparo me cuesta dinero [de media, unos dos euros]; si ves que estoy disparando, es que todo va bien”.

El libro responde a una producción que “estética y visualmente está muy relacionada entre sí. Lo cierto es que me hubiera gustado publicar uno por año desde hace al menos tres. Por eso se llama así, porque están recogidos esos tres años en los que, además de sesiones, también hay vacaciones y una fotografía más personal”. Quizá también por eso opta por una edición totalmente controlada, sin distribución y para la que se autofinancia: “Hace mucho tiempo que todo lo que hago es porque quiero. Como este libro. No trata de cumplir ningún objetivo profesional, sino porque hay una relación dentro de esas fotos, puedo financiar su tirada y puedo ponerlo a la venta”.

La denuncia a los “follógrafos”

En las imágenes que comparte para la publicación de este artículo ya se vislumbra la intimidad con las modelos en sesiones que, a veces, duran todo un fin de semana. Hay fotos de pareja, con amigos y gatos, “e incluso descartes de alguna campaña que he hecho para Polaroid”. No obstante, el fotógrafo asegura que todo lo que publica tiene “un filtro personal. Las situaciones son normales y lo que les pido a las modelos únicamente es que se comporten con naturalidad”. Algo que solo surge con una gran dosis de confianza y tiempo. Es por eso que Pozuelo cada vez más repite con un número muy escaso de mujeres frente a la cámara. “Lo he pensado, pero no me preocupa en exceso. Repito cada vez más porque para mí es importante que se genere esa confianza. Es la única forma de poder mostrarles como son. De hecho, ese sería el feedback más habitual de ellas con el trabajo, que siempre reconocen que son más ellas con mis fotos que en sesiones de estudio rodeadas de un gran número de profesionales”.

Esta estrategia y el tipo de fotografía también sitúa a Pozuelo dentro de un ‘estilo’ de shooting que durante los últimos meses ha atravesado una reflexión profunda: la existencia de los “follógrafos”. Al calor del movimiento internacional #MeToo y la masiva manifestación feminista del pasado 8 de marzo en España, algunas modelos decidieron denunciar públicamente la existencia de fotógrafos que hacían un evidente abuso de poder en sesiones para abusar o tratar de abusar de ellas sexualmente. “En este caso, las dos primeras modelos que denunciaron acababan de trabajar conmigo hacía poco. Y ya lo veníamos hablando, así que no puedo decir que me sorprendiera, pero sí que me alegrase. Que sintieran que el contexto les daba pie a sentirse libres de contar lo que habían vivido y por eso lo más importante de lo sucedido es que se vieran fuertes y eso se contagie en adelante para todas aquellas mujeres que lo sufran”.

Pozuelo admite que la situación es paradigmática “cuando hay una mujer y un hombre solos y, en algunos casos, puede estar semidesnuda o desnuda. Es un caso evidente de utilización de poder, habitualmente sobre alguien con mayor poder profesional que ella y habitualmente mayor que ella”. Un punto de partida técnico que tiene que ver con su caso y que admite a este diario le produce “vergüenza de género. Es algo que está contigo ahí, todo el rato. Y no solo de género, sino del gremio al que perteneces. También te duele porque ves que en 2018 pueda seguir pasando. Pero, llegue a algo o no judicialmente, la posición es la de apoyar que se denuncie siempre y en cualquier caso. Que lo que ahora se ha logrado contar sirva para que se sientan arropadas si sucede”.

“Don’t make photos, take photos”

En esa estrategia hay un trabajo de intención, pero también físico, sobre la película fotográfica. La textura analógica también ayuda a transmitir esa cercanía y romper la barrera de quien mira sobre la modelo. Pozuelo gasta deliberadamente cámaras de formatos pequeños (a veces de plástico) que rompen la imposición del aparato entre el creador y la modelo: “no le doy importancia a la situación. Trato de que se relaje y que sean como les surja en ese contexto. Y trato de que las cámaras, físicamente, no impongan nada. Al final las herramientas que escoges influyen en el resultado final. Hay algo de dirigir sin dirigir y de conocer a la persona así”.

En esa repetición con fotógrafas, Pozuelo también ha entrado en una nueva dimensión que le lleva incluso a repetir escenarios y modelos. Una reiteración en busca de más verdad dentro del contexto y que tiene que ver también con una filosofía a la que se adscribe: “no tiene una traducción literal, pero hay una especie de movimiento que dice don’t make photos; take photos. Eso es lo que intentamos hacer y funciona especialmente bien con modelos profesionales que están acostumbradas a que les hagan hacer el pino y poner 30 poses. Si son más introvertidas, eso se refleja. Si son extrovertidas, también. Hay sesiones en las que hacen mucho más el mono y otras más contenidas. En cualquier caso, son ellas mismas”. 

Con la publicación de su libro, Pozuelo da un paso más como profesional en un ámbito inédito para él hasta la fecha. Una acción más para la que ha encontrado tiempo porque reconoce que hace “contados trabajos como fotógrafo. Selecciono más que nunca y hay menos de los que parece”. Como profesional del sector de la fotografía, pero desde otro ámbito, “las fotos que hago, más que nunca, son porque me gusta hacerlas. Para mí ya es imposible volver a tiempos pasados donde la o las personas con las que trabajo no entienden lo que estamos haciendo, se quejan o ponen malas caras. No hago fotos en un entorno de estrés innecesario, algo que me lleva a repetir más que nunca con modelos y equipos”. 

El feísmo, presente en una parte de su obra, ha desaparecido últimamente de su producción. No es tan habitual, pese a que “me flipa poder partir de un canon de belleza estándar, con profesionales de la moda y la publicidad, y que desde su libertad haya feísmo. Es algo que me atrae”. Eso parte desde poses a caras inverosímiles, “o que se maquillen raro”. No obstante, en cuanto al maquillaje Pozuelo tampoco impone nada: “si vienen sin maquillar, perfecto. Si vienen maquilladas, perfecto. Si hago fotos es para retratarles a ellas como sean. Me ha pasado hacer una sesión de fin de semana y al despertarnos hacerle fotos a la modelo recién despertada, con la cara hinchada y sueño. Su reacción no es negativa. Al contrario. Se ven más y son seres humanos exactamente iguales a nosotros. A mí me interesa capturar eso”.

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