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Qué hay de lo nuestro

O cómo repartirían los sectores culturales el presupuesto de su Conselleria

10/02/2016 - 

VALENCIA. Hablar en tono crítico de los sectores culturales de la Comunitat Valenciana bien merece algunas consideraciones previas. La principal pasa por admirar el encaje pacífico ante el escenario económico por parte de una de población activa con índices de desempleo por encima del 90% (caso de los actores, por ejemplo), desmembrados en diásporas (caso del audiovisual, por ejemplo), al límite de 'sus fuerzas` (caso de las artes escénicas, por ejemplo), conscientes todos de haber vivido el desmantelamiento de sus estructuras industriales a costa del "clientelismo" y el "enchufismo" rampante en las estructuras autonómica y local, respectiva y recíprocamente.

Una minoría -al menos a mis ojos, al menos en voz alta- admite que una parte del problema surgió con la dependencia generada a partir del riego de euros a los sectores. Para algunos fue un goteo suficiente como para mantener la promesa de un tiempo mejor; para otros la manguera que adulteró el tamaño de las empresas y, en definitiva, la adicción al brebaje de la subvención pública. El dinero, demasiado presente en todos los terrenos, pero ahora sin maquillaje como dice Antonio López, sirvió de tensor para que en la transición que fue del crédito despiadado al ocaso de la financiación autonómica (de los felices dos miles al estertor actual) las industrias culturales y creativas hubieran perdido su peso ante la opinión pública en la Comunitat. O al menos los que más pesaban, a la expectativa.

Si fue ese el origen, si hubo yonkis de Radiotelevisión Valenciana, del festival VEO, de Dansa València, de la Red te Teatres, de la abismal edición y publicación de libros institucionales, del delirio en los gastos del IVAM, del Consorcio de Museos, de otros, si alguno de los sectores es capaz de reconocerse en la pérdida de autonomía empresarial por este motivo o no, lo único e incontrovertible es que, para cuando las reacciones fueron airadas, la cultura no tenía el ya citado peso sobre la opinión pública, sobre la masa crítica (si la hubiere).

Pero supongamos, en pleno 2016, que esa dependencia por parte de los sectores creativos y culturales valencianos tuvo algo que ver con la situación actual. O sea, con la de la precariedad laboral que anula a esta población de estadísticas y datos oficiales (que la priva de atenciones administrativas, por este efecto) y la del estado de coma inducido en un sentido económico-industrial-empresarial. Si así fuera, si los sectores quisieran huir de la sombra del apoyo y las ayudas institucionales, serían más difíciles de encajar los datos que se desprenden del muestreo que ha hecho público Econcult. Esta estructura de la Facultat d'Economia Aplicada de la Universitat de València es la que está elaborando el Plan Estratégico para la Cultura en la Comunitat Valenciana, tras el encargo del mismo por parte de la conselleria del ramo. Y, escogiendo una sola de sus numerosas cuestiones, los fantasmas del pasado, los que hablan de una dependencia del dinero público por parte de los sectores, sobrevuelan el escenario futuro 'esperado' por los mismos.

Durante las últimas semanas, todos los sectores han ido pasando por la citada facultad para completar un extenso cuestionario en torno a las distintas posibilidades que ha de contemplar ese Plan Estratégico. Aun así, el principal responsable del mismo, el Doctor en Economía Pau Rausell, advierte que aunque se tiene en cuenta en gran medida este método colaborativo, "desde Econcult y desde la Conselleria no se pierde de vista que el plan atiende a las necesidades culturales de los ciudadanos, no a las soluciones concretas que pudieran reclamar en algún caso los sectores". Y el caso es obvio, ya que al ítem concreto que proponía a estos distribuir el presupuesto de la Conselleria entre todos los sectores, todos, sin excepción, se otorgaban a sí mismos la mayor proporción posible.

El cuadro de resultados es el siguiente:

El ejercicio daba la capacidad a cada uno de los presentes (116 en total llegados de todos los sectores en esos focus groups) de repartir el total del presupuesto de la Conselleria (el 100%) entre todos los sectores. Pues bien, el sector de los videojuegos se otorga a sí mismo el 19,3% del total, el de los arquitectos y diseñadores un 14%, el de las artes visuales un 15,1%, el del audiovisual un 25,8%, el de la música en directo un 14,5%, el de las sociedades musicales y la música tradicional un 39%, (al aparecer unificadas), el de las artes escénicas un 15,4% y el del libro y la lectura un 12,4%.

Ninguno, por error, por equiparación, por redundar de alguna forma directa o indirecta en su beneficio, ha optado por una opción distinta a la suya. La suya es la que más recursos necesita. En algún caso necesita más del doble que la siguiente. En otros casos, ocho veces más que otra disciplina. 

Este mismo lunes Valencia Plaza publicaba una entrevista al conseller de Educación, Investigación, Cultura y Deporte, Vicent Marzà, en la que él mismo respondía expresamente a una cuestión que se derivaba directamente del cuadro. Este es el extracto:

-No sé si, dada la situación, percibe que algunos sectores esperan una ayuda directa y económica de la administración como opción salvavidas.
-No. La gente ha demostrado especialmente durante los últimos años que se ha reinventado pese a que las instituciones les han dado la espalda. Se han hecho autosuficientes dentro de los parametros tan precarios de los que estamos hablando. Son ellos los que han demostrado que la cultura por sí sola ha sido capaz de autogestionarse.

Ese es el punto de vista de la Conselleria y ese es el cuadro que ha recogido su Plan Estratégico para la Cultura esta legislatura. Lo verdaderamente relevante del asunto es mantener la sospecha de la generación de una nueva dependencia (si la hubo, si la habrá), porque nada puede garantizar una situación más complicada para los sectores culturales y creativos de la región que una nueva alineación crítica con las administraciones. Las ayudas han de impulsar un escenario de salubridad laboral, económica y empresarial, un resorte, un acicate, un acompañamiento especialmente para las empresas emergentes, con proyección, pero el futuro consolidable, el de los profesionales y mercantiles de referencia -como ya sucedió en el pasado- no se puede encofrar sobre el dinero público. O sí, pero volverá a ser cosa de cuatro, no tendrá peso sobre la opinión pública y será tan vulnerable ante el vaivén político como en los años que acabaron por desmontar lo que irónicamente es (según el programa de la Comisión Europea Europa 2020) una de las potencialidades industriales para la Comunitat Valenciana. 

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