Redescubrir a Mariano Maestro

VALÈNCIA. “Esta exposición es una especie de redescubrimiento. Y no porque la gente tenga que conocer a Mariano Maestro y a su obra, sino porque llevaba sin exponer en València desde 2008, demasiado tiempo”. Son palabras de Jose Luis Pérez Pont, gerente del Consorci de Museus, para presentar la exposición Estructuras Criptomórficas, una retrospectiva de medio siglo de carrera del artista madrileño que estudió Bellas Artes en València, que se inauguró ayer en la Fundación Chirivella Soriano.

Maestro es uno de los grandes nombres de la abstracción geométrica que marcaron las últimas décadas del siglo XX en la escena del las artes visuales en la ciudad. Maestro la hizo suya para hablar de las máquinas y generar construcciones que se preguntan constantemente cuándo se acaba realmente una obra y qué hace que una obra guste. Dos preguntas que han sido constante a lo largo de toda su carrera.

Las obras que pueblan las tres grandes salas de la exposición repasan cronológicamente las constantes y las derivas de la práctica de Maestro. Criado al lado de una fábrica, e influenciado por la estampa constante de su padre soldando, el artista empezó construyendo máquinas en bocetos de dibujos. Lo fabril como construcción de la propia imagen, y de un sentido que debe descodificar siempre el espectador.

“Cuando comienzo una obra, en cualquier formato, cuadrado, rectangular o circular, me planteo que exista un orden subjetivo de las piezas que utilizo.., pensando por supuesto en el formato que tengo en la mesa de trabajo. En un principio, en los años 70, conformaba siempre bocetos sobre papel. En la actualidad voy eligiendo entre los diferentes materiales y formas que algunos están recortados aleatoriamente, y los voy organizando rítmica o secuencialmente o de manera repetitiva, hasta que ya en mi sentido más profundo, determino que la composición está finalizada, aunque a veces tenga que corregir algún detalle a posteriori. Juego con simetrías y también con asimetrías; a veces conjuntando las dos experiencias, e incluso con la luz cuando incide de manera diferente sobre las superficies. Es un juego muy racional y complicado aunque no lo pueda parecer; no siempre es un disfrute, a veces es algo obsesionante y doloroso…” le cuenta el artista a Amparo Carbonell para el catálogo de la exposición.

Así, la obra de Maestro está plagada de series, repeticiones y de permutas. Probetas de intentos e intentos para poder descifrar “el misterio del arte que es tan difícil de captar”, según cuenta el propio artista.

En la exposición hay obras de gran formato acabadas pero también hay bocetos: “los utilizaba sobre todo en la primera época de mi carrera, porque era la manera en la que una obra podía empequeñecerse o engrandecerse”, ha contado en la rueda de prensa.

De las obras acabadas, a lo largo de cincuenta años han cambiado los materiales, las paletas de colores, los soportes… Pero nunca la pregunta que se hace a través de ellas siempre es la misma: parte del misterio del arte, desde la abstracción, y solo tiene sentido con la recepción del público. Maestro quiere expresarse, pero su obsesión es que “a la gente en general le guste”.

En las diferentes épocas, se va alejando de las máquinas para generar construcciones más orgánicas, y después transita hacia dibujos coloridos en la etapa en la que roza incluso cierta figuración. Ahora, vuelve a la abstracción de una manera especial: a través de construcción (principalmente de madera) de diferentes materiales, como si fuera un juego de aprovechamiento, de conocer qué da de si la materia prima y también qué da de sí una obra de arte. La máquina da paso al juguete, el metal da paso a la madera. Sin que cambie ni la intención ni el eje que cose cinco décadas de profesión y misterio del arte.

La obra, abierta, tiene que ser leída por cada persona. Por eso un artista como Maestro necesita ser expuesto. 14 años después, València se vuelve a acercar a él.