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Los recuerdos no pueden esperar

Reina Roja y Rafa Villalba, pasado conjurado en presente

17/12/2017 - 

VALÈNCIA. Reina Roja es una de las propuestas musicales que ha surgido durante los últimos tiempos en València. Hacen flamenco abierto a otros estilos y tendencias, una propuesta que no es fórmula, es magia. Es el resultado de la unión de talentos del percusionista Rafa Villalba y la vocalista María Briones. El próximo 20 de diciembre presentan su segundo álbum, Sankara, en el Palau de la Música de València.

El otro día Rafa Villalba me contó por qué, siendo todavía un crío, le dio tocar la batería. A Rafa lo conozco desde hace tres décadas. Formó parte de grupos que me gustaban mucho así que era alguien de quien tenía que hacerme amigo tarde o temprano. Ya lo he contado aquí en otras ocasiones y de otras maneras; Rafa y yo estrechamos lazos en Brillante, bar que se convirtió en una especie de segunda residencia para unos cuantos que pululábamos por la noche valenciana a mediados de los ochenta. Se inauguró la Nochebuena de 1984 y seguramente fue esa misma noche cuando Villalba y yo tomamos contacto en serio. Yo era fan suyo porque había grabado una maqueta en el Microestudio de Ramón Gilabert. Me llevé a la mili una de las casetes con nuevos grupos valencianos que editaba Ramón, y allí estaba mi tocayo, haciendo algo que era único. Totalmente carente de prejuicios, original, deslumbrante. Tres canciones grabadas en una habitación que ni si quiera en su precariedad dejaban de contener todo un mundo. Una de aquellas canciones se llamaba ‘Chiiquetere” y estaba destinada a ser un éxito.

Presentando a Reina Roja

Cuando vi a Rafa el otro día estuvimos hablando de los viejos tiempos, que en este caso son viejos  de verdad porque hacía mucho que no nos veíamos. Pero sobre todo, estuvimos hablando de Reina Roja, el grupo al que dedica ahora su tiempo. En Reina Roja, además de Rafa, está María Briones, una voz flamenca hecha en València que, si hay justicia en este mundo, debería ser admirada en cualquier parte. También está Juan Carlos Gómez, que aporta el sentimiento que da de sí su guitarra, que no es poco. Y por último, Rafa, sentado sobre el cajón, palmeándolo, sacándole sentimiento al ritmo. Entre los tres crean una mixtura especial. Claro que, estando el amigo Villalba de por medio, nunca faltarán sonidos negros, del soul o del Caribe, ni ingredientes sorpresa que hagan de Reina Roja algo único. En eso poco ha cambiado el Rafa, que en 1983, en pleno apogeo del pop con sintetizadores, hacía que sonaran flautas en su maqueta. Y luego se embarcaba por los terrenos prohibidos del rock progresivo y acababa creando una psicodelia naíf que concluía con un rap de andar por casa. Ahora, con reina Roja, todo es más sensato, más maduro. Pero el espíritu sigue ahí y la voz de María le da una emoción que contagia incluso a un alma refractaria al flamenco como, me temo, es la mía.

 María Briones. Foto: David Poliakoff

Música moderna

Siempre me fascinó el gusto musical de Rafa. Se lo dije el otro día, por si no se acordaba. Esto son detalles que solamente uno puede valorar en su justa medida, pero no por eso hay que dejar de insistir en ellos. Hay discos y músicos fundamentales en mi vida con los que di yo solito, con la única ayuda de la prensa musical. Otros, en cambio, me fueron descubiertos por amigos o conocidos. Artistas y discos se han quedado para siempre conmigo, y que han hecho que el vínculo con esas personas sea especial. Una especie de intimidad de la cual ni siquiera el otro tiene por qué ser consciente. Pero es así. Cuando pienso en el tocayo Villalba, músico sorprendente e inventivo, además de excelente batería, pienso en algunos de esos discos. Lo veo de nuevo en Brillante poniéndola versión de juguete que hacía Paul Haig del ‘Running Away’ de Sly & The Family Stone. Lo veo hablándome de The Creatures, el dúo que Siouxsie y Budgie crearon en 1981, usando únicamente voz y percusión. Budgie es como yo, recuerdo que me contaba Rafa. Es un percusionista delgadito que ha de sustituir la potencia que su cuerpo no le da con la imaginación. 

Rafa Villalba y Rosa San Juan en Brillante, 1985

Estoy escuchando ahora mismo las canciones de Sankara, el primer álbum de Reina Roja hecho con material propio. Podría decir que me daba miedo llegar a esas canciones porque aprecio a Rafa y temía que no me impresionara. No es así y, en realidad, siempre he sabido que no iba a ser así. Ya lo he dicho, el flamenco no es lo mío, pero hay músicas que si proceden de determinados artistas, me van a gustar pertenezca al palo al que pertenezca. En este caso, además, he de decir que la voz de María Briones hace que hasta un negado para el flamenco como yo adore a Reina Roja. María, me contó Rafa, viene de la copla. Sólo viéndola en las fotos podrías jurar que posee un don especial. Escuchándola cantar ya no te cabe ninguna duda de que es así.

Bongos de ayer y hoy

Recuerdo a Rafa pululando por Pyjamarama. Si no me equivoco, por aquel entonces formaba parte de un grupo llamado Segunda Sección, cuya vocalista, Montse Azorín, forma parte hoy de Lavanda, el grupo que acompaña a Julio Bustamante. Rafa iba mucho por Pyjamarama, por la música, que era de la que a nosotros nos gustaba entonces, y presumo que por una de las camareras. Rosa San Juan, la simpar Rosita, terminó siendo su pareja y, acabaría, igual que él, trabajando tras la barra de Brillante. Más tarde, Rafa, Rosa, Alberto Tarín, Begoña Kanekalón y yo montamos un grupo llamado Bongos Atómicos. El origen de aquel grupo fue, en cierta medida, mi obsesión con aquel rap, el ‘Chiquetere”. Bongos Atómicos nunca la grabaron porque el hacha que nos contrató decía que no la veía comercial. Rafa la grabó por su cuenta a mediados de los noventa. Fue un éxito.

Portada

El otro día hablamos de todo eso, y también de Reina Roja. Después de tanto tiempo sin vernos y con tantas cosas por contarnos. El Rafa Villalba que ponía en Brillante a Robert Wyatt y me decía, “fíjate, fíjate en su voz, esa voz cómo anémica, tan bonita”. Y luego ponía a Teardrop Explodes y a The Fall. Le gustaban mucho, y yo creo que en el fondo veía a Mark E. Smith y a Brix Smith y pensaba en él y en Rosita haciendo música juntos. Rafa ponía todas esas cosas y a veces, al cerrar el bar, acabábamos en su piso, en la calle San Vicente, al lado del Olympia, y seguíamos escuchando discos e imaginando cosas, nombres de grupos, letras, músicas. El Rafa Villalba que no mucho después nos sumergió a todos en el funk, en el soul, en el dub y en el reggae. Ese Rafa que el otro día me dijo que él empezó a tocar la batería porque de pequeño, cuando veía películas de Tarzán, lo que más le gustaba era ver a los nativos tocando los tambores, en trance.

 

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