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AL OTRO LADO DE LA COLINA / OPINIÓN

Sangre, sudor y estupidez

El hombre es el único ser que tropieza dos veces en la misma piedra, y es lo que parece que está ocurriendo en Nicaragua

9/06/2018 - 

VALÈNCIA. Ruben Darío, ese gran escritor nicaragüense fallecido hace poco más de un siglo, en su poema a Cristóbal Colón, afirmaba “Las ambiciones pérfidas no tienen diques, soñadas libertades yacen deshechas”, y parece que lo escribía con conocimiento de causa pues en aquellas latitudes del hemisferio occidental, desde la independencia de las provincias de ultramar españolas, muchos son los libertadores que se han transformado en liberticidas, y algo parecido le está ocurriendo a Nicaragua en la actualidad.

Este país centroamericano vivió décadas de opresión bajo la dictadura de la Dinastía Somoza, desde mediados de los años 30 del siglo XX, hasta el final de la década de los 70, cuando en julio de 1979 triunfó la revolución Sandinista apoyada por el bloque soviético y liderada por el movimiento de izquierda-radical FSLN -Frente Sandinista de Liberación Nacional-, curioso hecho, por otra parte, pues Augusto César Sandino nunca se proclamó marxista.

La revolución fue liderada por Daniel Ortega que al tomar el poder se transformó en coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, ejerciendo de presidente de facto hasta que con unas polémicas elecciones (parte de la oposición ni participó) en 1984 fue proclamado al año siguiente presidente, hasta que fue democráticamente desalojado en las elecciones de 1990 por las ansias de libertad del pueblo, tras un periodo de gobierno sectario y autocrático, influido y apoyado por la Cuba de Fidel Castro.

Pero como nos gusta tropezar dos veces en la misma piedra, y tras tres derrotas consecutivas, en las elecciones de 2006 Ortega vuelve a ser presidente al alzarse con la victoria, con un programa y una imagen pacifista, de reconciliación e incluso con algún tinte religioso, este triunfo lo repetiría en las sufragios del 2011, a pesar de las dudas de interpretación de la constitución de Nicaragua, a pesar de que el parlamento nacional aprobase una resolución en la que afirmaba que Ortega no podía presentarse a la reelección. En las presidenciales de noviembre 2016 sus resultados mejoraron, proclamándose de nuevo presidente hasta 2022, aunque en aquel momento Amnistía Internacional (AI) expresó su preocupación, por el deterioro de la situación en aquel país y la vuelta “a los momentos más oscuros que el país ha visto en décadas”, y que desde esta misma columna lo adelantábamos en agosto de aquel mismo año, tras el VI congreso nacional del FSLN de 4 junio de aquel 2016, con unos discursos con claras tendencias autoritarias y demagógicamente antiimperialistas.

Durante el último año la situación ha empeorado, según sigue contándonos en cada informe Amnistía Internacional (AI), pues sigue la “continua represión violenta de las manifestaciones y el hostigamiento de representantes y líderes de comunidades campesinas opuestas al megaproyecto del Gran Canal Interoceánico”por ejemplo. Así es como nos encontramos en esta primavera en la que una reforma sobre las pensiones (recorte) y las cotizaciones a la Seguridad Social (incremento) desencadena una violencia gubernamental, sobre la que todas las instituciones internacionales han mostrado su preocupación por la cantidad de muertos en la represión de las manifestaciones, que según la ONG Centro Nicaragüense de Derechos Humanos es de 129, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo fija en 127, y donde AI en su último informe de hace escasos días , afirma que “ha documentado las reiteradas violaciones de los derechos a la libertad de expresión y protesta pacífica del gobierno del presidente Daniel Ortega”.

Todo empezó el 16 de abril de 2018, cuando el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, aprobó las antes citadas reformas del sistema de seguridad social, entonces desde el 18 de abril, primer día de las manifestaciones, la represión de los manifestantes se produjo con una combinación de Fuerzas de Seguridad Estatales e intervenciones violentas de grupos parapoliciales o progubernamentales. El 19 de abril ya se produjeron tres asesinatos y el 21 aparece el primer periodista muerto Ángel Gahona en Bluefields (nunca los tiranos quieren testigos), en esa jornada el presidente Ortega informó de la retirada de la reforma. El 24 de abril, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos advirtió que los muertos se elevaban al menos a 25 personas por el castigo de las protestas y solicitó visitar el país, el 27 cuatro relatores especiales de la ONU también expresaron su consternación por la “violenta respuesta de la fuerzas de seguridad a las protestas y exhortó a las autoridades a garantizar el derecho a la libertad de expresión y la asamblea pacífica”, así hasta los casi 130 muertos que llevamos.

Por supuesto la ONU, a través de su Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha expresado su preocupación por la situación, que AI ha traducido en el último informe, ya citado, con el título, “SHOOT TO KILL, NICARAGUA´S STRATEGY TO REPRESS PROTEST” (Disparar a matar, la Estrategia de Nicaragua para reprimir las protestas), y también en estos primeros días de junio la OEA (Organización de Estados Americanos) ha emitido “una declaración de apoyo al pueblo de Nicaragua” en su 4ª sesión del 48º período ordinario de sesiones, llegando a pedir el Secretario de Estado de los USA Mike Pompeo responsabilidades de lo sucedido al gobierno de Ortega, cuya jefa de Policía, Aminta Granera, ya ha dimitido, como dique de contención a todas esas críticas.

Finalmente, y tras reunirse con los mediadores de la Iglesia Católica -Conferencia Episcopal de Nicaragua-, este jueves pasado, el presidente Ortega ha pedido un plazo de un par de días (acaba este sábado) para responderles a sus propuestas de solución del conflicto y de retorno a la normalidad democrática.

Hay un par de cuestiones, entre la infinidad de datos y conclusiones que me gustaría resaltar, además de por supuesto enviar ánimos y solidaridad a los nicaragüenses. Primero un hecho sobre esos centros de saber y conocimientos que son los think tanks internacionales, que han vuelto (alguno de ellos) a reiterar el error como con Libia, justo antes del derrocamiento de Muamar Gadafi, pues lo incluían entre los países tan estables como España, dado que en el último índice (publicado este mismo junio) del Índice Global de Paz del Instituto de Economía y Paz de Sydney, Australia, sitúan a Nicaragua por delante de Grecia en más de 10 posiciones, como país pacífico, y en el mismo grupo que España o Francia con un alto nivel de paz (algunos índices parece que funcionan igual que las encuestas electorales).

Y por otra parte es de resaltar el apoyo del parlamento cubano al ejecutivo nicaragüense al que reconoce sus grandes esfuerzos para solucionar las protestas en base al diálogo (SIC), en fin, ya saben el dicho, Dios los cría y ellos se juntan, pues parece también aplicable a los populistas-autoritarios, pues ellos aportan la estupidez y el pueblo aporta al sangre y el sudor, tristemente en demasiadas ocasiones.

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