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CRÓNICA DE CONCIERTO

Taburete: entre el morbo calmo y el relevo generacional

3/04/2017 - 

VALÈNCIA. Taburete, un grupo de pop latino, espíritu festivo y querencias mexicanas, agotó las 2.500 entradas del Auditori de Burjassot el pasado sábado. Apenas 18 meses después de haber publicado un primer disco autoeditado (Tres tequilas) y cuatro de su segundo LP (Dr. Charas), este quinteto de veinteañeros ha enlazado "una joda" tras otra con directos que en este mismo periodo suman la escalofriante cifra de 30.000 tickets vendidos en España. Vendidos, con todas sus letras, porque ni hacen conciertos gratuitos ni participan en festivales. La estrategia y la cuenta, que ha puesto nerviosa a una parte de la industria discográfica española de la que han rechazado ya varias ofertas -hablaremos de todo ello más adelante-, no se puede desligar de un efecto llamada entre el morbo y la necesidad de pertenencia de cualquier grupo juvenil. Sus ingredientes tienen nombre, pero sobre todo apellidos: el cantante, compositor e impulsor de la banda es Guillermo Bárcenas, hijo del extesorero del PP Luis Bárcenas, y su primer socio en el asunto es el guitarra -antes bajista- Antón Carreño, nieto de Gerardo Díaz Ferrán.

Y sí, aunque la premisa natural para una crónica sería la de aislar la convivencia de los citados progenitores en el presidio de Soto del Real de lo que está sucediendo, esta cadena de sold out tras sold out (en Madrid, hace unos días, casi 15.000 personas), tiene un origen que no cabe obviar. Los primeros en no hacerlo han sido sus protagonistas. Ni Guillermo ni Antón han ocultado que el efecto llamada de la prensa les ha beneficiado. El primero sitúa el principio de este fenómeno en la presión mediática en torno a la familia por la cual decidió poner "tierra de por medio" y marcharse a Chile. Con apenas 20 años y el impacto de los SMS del actual presidente del Gobierno atronando sobre su existencia, 'Willy' -sobrenombre que sus fans gritan hasta la afonía en cada receso del directo- compuso una serie de canciones postadolescentes, llenas de hedonismo y encofradas en estructuras pop elementales. Canciones que beben en el peor y el mejor sentido de su tierna edad y que sitúan sus inquietudes o pensamientos personales en las antípodas de la implicación política o social.

Flashes para el desconcierto: los minutos previos

El origen de esta banda está conectado a esa historia, pero también su evolución, porque los círculos que provocan que Guillermo dé con Antón en un colegio mayor de Barcelona tienen todo que ver con los grupos de jóvenes que se van adscribiendo al movimiento: en el concierto de Burjassot se vieron camisetas, sudaderas y hasta alguna pulsera de colegios, institutos y hasta universidades privadas de la ciudad de València y su entorno. Un paso más allá: padres en el perímetro de la masa, conectados también entre sí como los tutores del evento, entre una nube de pijos. Pijos, sí, pero esta vez, en este 2017, muy alejados de sentirse acomplejados de ser quién son, haber nacido en según qué casas y estar (híper)relacionados entre sí. Pijos no como una elite, sino como una masa llena de niveles que en su casilla más excesiva se identifica como el Compando PAM: Comando Pijos a Muerte, del que ya supimos de su fanatismo por Taburete en esta crónica en Papel de El Mundo, y de los que el pasado uno de abril, aquí mismo, vimos dos camisetas -bajo el suéter cruzado, "estilo arquero", convertido en símbolo de identificación generacional- y escuchamos algún cántico.

En un concierto de Taburete los cánticos tienen su papel integrador más allá de las canciones. Antes del primer bis, por ejemplo, a cuento de nada, se cantó el himno regional valenciano del maestro Serrano. Otro cántico, este justo antes de empezar el espectáculo, levantaba alguna mirada gélida entre los citados tutores perimetrales -y también entre algún joven asistente-: un chico de poco más de veinte años, con los brazos abiertos de par en par y ligeramente elevados, en esa posición en la que canta cualquier hincha futbolero, decía: "¡Willy, valiente, tu padre es inocente!". Llegados a este punto, huelga decir que a poco más de un kilómetro de distancia, el Partido Popular de la Comunitat Valenciana acababa de concluir la primera jornada de su XIV Congreso. La coincidencia en el espacio tiempo hizo que este diario consultara en los últimos días sobre la voluntad de miembros o próximos de Nuevas Generaciones del grupo por asistir al concierto: la negativa era contundente. Al fin y al cabo, ¿quién se jugaría su procelosa carrera política por asistir a un concierto del hijo de Bárcenas?

A falta de unos pocos minutos para que el grupo saltara al escenario, se apagaba la música del telonero del asunto, que lejos de ser una banda más joven y de influencias similares resultó ser un dj de EDM: Brian van Andel, valenciano de orígenes holandeses que convirtió la previa en una sesión con cierta dureza festivalera y concesiones pop para el final de su show. El momento Medusa-Arenal Sound-Marenostrum sirvió para atisbar el karaoke que se avecinaba: apenas dos o tres frases cantadas en un inglés más que perfilado y que se interrumpieron con gran revuelo y el público girado hacia las escalinatas del modesto VIP. Todos gritaban y miraban, señalaban y se hacían fotos en aquella dirección. Algunos, incluso, se encaramaron al vallado para hacerse la foto con alguien: era Marta Carriedo. ¿Les suena? Youtuber, instagramer... quizá sí o quizá no, según lo próximos que estén al círculo de Taburete. Cuesta creer que si quien hubiera entrado en el VIP fuera cualquier actriz española de cine -absolutamente cualquiera- el revuelo hubiera sido similar.

Este fue el setlist de Taburete en València

Pieles perfectas pese a la pubertad, sonrisas como de anuncio de dentífrico, tantos gintonics como cervezas, el sabor de alguno de esos primeros pitillos en la vida o el buen olor de cada cuidada cabellera -zarandeada con el conservadurismo de saber que siempre quedan selfies por hacer- se agolpaban contra el escenario. A las 21 horas, con la misma puntualidad del jueves en Murcia o el viernes en Alicante (salas con 1.000 personas de aforo, todo vendido), Taburete saltaba al escenario. Antón lo hacía unos 20 o 30 segundos después que el resto de sus 10 compañeros. Cantaría más tarde 'Ella', una de las canciones más coreadas del set acústico, pero de momento ya encajaba su primer momento de gloria. Ni comparación con la ovación a Guillermo, otros tantos segundos después de su partner, abarcando el escenario con una serie de gestos de arquero y una naranja en la mano, agitada a modo de shaker, para acabar gritando un "¡Viva Valencia!" en perfecto castellano. A partir de ese momento, con el público en el bolsillo y contra la tranquilidad de su joven repertorio -mucho más parado que su directo- este fue el setlist del concierto:

1. Intro a México DF
2. México DF
3. My name is Taburete
4. Al alba
5. Luna
6. Kaiserlautern
7. Las últimas flores
8. Es gratis (versión de Arnau Griso)
9. El pato
10. Dr. Charas
11. El viaje
12. Ella
13. Hijos del soul
14. Dos tequilas
15. Blue Rihanna
16. El toro y la luna
17. Mariposas
18. El rey del contrabando
19. Johnny Pistolas
20. Walter Palmeras
21. Sirenas
22. El Fin
23. Amos del Piano Bar
24. Caminito al Motel
25. Duendes (¿?) y Sirenas
26. Outro de México DF versión ska

Y el concierto

La producción en torno a Taburete hace prever que su perdurabilidad va a depender de cómo ellos sepan gestionar su propia juventud y este arreón de éxito. Produce Me, la empresa valenciana ahora con oficina en Madrid, es la encargada de gestionar la misma y también su booking. Son quienes están controlando una carrera vertiginosa, pero que todavía no tiene un hit transgeneracional. Sus canciones, musical y, sobre todo, textualmente, se agotan en un estrecho margen de edad. Y Taburete son el relevo más evidente de esos buques de esto mismo que fueron Hombres G y El Canto del Loco, pero con esa carencia de la que se les puede exculpar porque, merece la pena insistir en ello, hace apenas año y medio que lanzaron su primer disco autoeditado. 

Y son ese relevo, pero de espaldas a una industria a la que -cómo estará el asunto- han dicho no en más de una ocasión, sabedores de ese mensaje que ha calado hasta las últimas consecuencias: si son dueños de su destino, lo son también de sus derechos y del rédito económico desde ya, a corto, a medio y a largo plazo. Con todo, con una base de fans como para pensar en grande, falta todavía lo más evidente: canciones que superen a su propio entorno, por masivo que este sea... mientras todos sean jóvenes. Taburete sabe mucho a Estopa, tiene esos dejes aflamencados casi porque sí, del ánimo festivo, del arráncate, y tiene alguna frase más deslenguada que cala pero que estilísticamente queda sepultada en oídos más maduros cada vez que resuelven estribillos o canciones de absoluto relleno con lololeos y feedbacks de perogrullo para con el público. A veces, cuando los vientos se incorporan con todo acierto, parece como si quisieran aproximarse a un verano tranquilo de La Pulquería, grupo valenciano que, pese a compartir repercusión y querencia mexicana, cuesta creer que hayan escuchado. Lo festivo, lo mexicano, lo latino bien entendido y cuando suena a un pop clásico, es algo así como un aceptable punto de partida.

El concepto canallita, su visión de disfrute del éxito, plagada de alcohol y cigarros liados, atiborrada de un hedonismo en el que se sienten muy cómodos sus participantes, no contrasta con el aquelarre de camisas perfectamente planchadas. Es toda una sorpresa, quizá basada en el prejuicio Al grupo, por sus declaraciones, pero también por su propuesta, le preocupa crecer hacia más públicos, esos que tuvieron relación con los nombres arriba citados. Buena muestra de ello es que, nada tímidos a la hora de interpretar sus discos en directo, se rodean de seis músicos profesionales. Músicos que casi les doblan la edad en algún caso, pero a los que no ocultan entre sombras o detrás de los amplis (como, por cierto, hemos visto a hacer vergonzosamente en el pasado a tótems de lo supuestamente admirable como Placebo o Muse). Ese lado natural, el mismo que no les ha hecho ocultar el origen de esta historia, corre a su favor si saben gestionarlo. Esa ambición musical que se les intuye, sin salirse de un pop terriblemente accesible, no tiene todavía un repertorio que supere las canciones que surgen a guitarra colgada, tardes y noches de pitillos. Eso sí, con arreglos más acertados en Dr. Charas y en su directo.

Cualquiera de sus carencias podría ser una pista para prever un fácil deterioro, pero es absurdo calibrar al grupo a partir de criterios situados en el pasado. Un grupo sin apoyo de una multinacional, pero ocupando el espacio de un público absolutamente masivo y juvenil (ya no hablamos del efecto Vetusta Morla). Un grupo que puede permanecer en el anonimato de las radios musicales sin que les pese. Un grupo independiente con grabaciones muy independientes y con sus propios medios de comunicación casi tan musculados como los de cualquier blogger de lifestyle invitada al VIP. Un grupo con nada que perder, ajeno al circuito de festivales, ajeno al circuito de conciertos gratuitos y ajeno a casi todo, menos a la capacidad de hacer conectar con sus canciones -profundamente simples- a un volumen de gente que no necesita nada más ni nada menos que lo que les ofrecen. Un grupo que es desde ya un caso de éxito y estudio en la generación de públicos, para el que lo quiera ver. Por todo ello, cuesta creer que el fenómeno pueda agotarse con la misma celeridad con la que ha llegado. Lo que es una absoluta incógnita es saber cómo va a crecer y en qué sentido.

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