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VALÈNCIA. Ángela Bonet concluye con Tibia turbia (Bonavena Música, 2017) su trilogía de la anatomía. Una tercera etapa que es un punto y final a un concepto creativo, pero un punto y seguido en la carrera de Lanuca. Como ella misma comenta a este diario, con esta última entrega se ha aproximado a un concepto de "banda" a través del cual aportar una nueva corporeidad a sus ideas. Una banda que le acompañará en la presentación del disco en el Carme Teatro el próximo sábado 13 de mayo (22:30h).
Lanuca suma con esta tercera pata una producción inicial llena de riesgo y sensibilidad. Una sensibilidad que atenta contra el ritmo al cual se consumen las canciones y que invita a sumergirse en un espacio personal. Una suavidad que se ha convertido en contundente con el paso de las grabaciones y que tras Pomelo (2013) y Gran Mandíbula (2015) alcanza una potencia y solidez a la que aportan mucho Dani Cardona (productor y percusiones), Manolo Bertrán (guitarras), Ana Santos (sintetizador) y Vanessa Juan (Galavera) al cello (es la primera vez que trabaja con Lanuca) y el propio Cardona (habitual también en las percusiones).
La fórmula que hilvana a los tres trabajos (su corta extensión, su tema instrumental y su versión) dejan en este disco una magnífica revisión de Mirando al mar, tema del compositor valenciano Jorge Sepúlveda. Los espacios oníricos y la evocación se apoderan de sus temas propios, donde "todo surge de forma natural", según la autora. La suma de capas a lo largo de los tres trabajos data de contundencia al estado actual de la propuesta, pero no cuesta imaginar lo mucho que pueden aportar esas sumas a las canciones anteriores.
Un aire, un espacio sonoro, que en Pómulo dejaba las canciones mucho más crudas y quizá más agresivas ante el receptor por ese sentido. Sin embargo, a Lanuca no le generan alergia las ganas de conectar: "busco un receptor dispuesto a empatizar, aunque sí, me siento algo sola en este tipo de propuesta más íntima". Una crudeza de identidad y honestidad con respecto a ese público. La fortaleza sonora de esa suavidad -que no se ha agriado por el camino- debería convertir el presente y el pasado repertorio en una propuesta musical más interesante y más atractiva.
El disco, además, cuenta con la evocadora portada de Laura Pallardó.