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así vivió valencia hace 40 años la muerte del dictador

Valencianos... Franco ha muerto

¿Cómo vivieron los valencianos el crucial hecho del fin del régimen franquista y el esperado paso a la democracia? Cuarenta años después de la muerte del dictador Plaza recupera del olvido tres apasionantes relatos periodísticos sobre el 20-N de 1975 con María Consuelo Reyna, J.J. Pérez Benlloch y José Manuel Gironés... y otras historias

| 07/11/2015 | 4 min, 57 seg

VALENCIA. "Españoles, Franco ha muerto", proclamó compungido el presidente del Gobierno Arias Navarro ante las cámaras de TVE el 20 de noviembre de 1975. Cuarenta años después la figura del dictador Francisco Franco permanece en el olvido y un claro ejemplo de ello lo encontramos en Valencia. La estatua ecuestre del dictador de siete metros de altura y seis toneladas de peso que desde 1964 a 1983 presidió la Plaza del Ayuntamiento y que después permaneció en Capitanía hasta 2010 en el patio del antiguo Convento de Santo Domingo es hoy un objeto embalado y guardado en un almacén del acuartelamiento de Bétera, según ha podido comprobar la revista Plaza en una visita autorizada por el Ministerio de Defensa y el Ayuntamiento de Valencia.

Pero ¿cómo vivieron los valencianos el fin del franquismo? ¿Había ansia de libertad y de pasar página? Tres periodistas de prestigio que vivieron el momento en primera línea de fuego informativo comparten su memoria de un pasado que no puede caer en el olvido. Junto a ellos, el análisis de un historiador, un editor y un dirigente de extrema derecha.

J.J. Pérez benlloch: "El 20-N fue una gran fiesta. tuvimos la suerte de que el equipo de médicos de franco tuvieran la cortesía de darle una muerte larga. nos permitió días seguidos de copas"

A las 5.58 los periodistas leyeron el teletipo de Europa Press: "Franco ha muerto". Juan José Pérez Benlloch estaba en Valencia Fruits y había sido director de Primera Página de Alicante. "El 20-N fue una gran fiesta. Además, tuvimos la suerte de que el equipo de médicos de Franco, y especialmente el marqués de Villaverde, tuvieran la cortesía de darle una muerte larga. Esto nos permitió unos días seguidos de copas y celebraciones. Fueron unos días divertidos. Ni un gramo de tristeza", afirma.

María Consuelo Reyna era subdirectora entonces en Las Provincias. "No hubo copas. No hubo nada. Nos pusimos a trabajar. Medio periódico estaba hecho, porque todo el mundo sabía que se iba a morir de un momento a otro. No podía durar mucho. Lo estaban manteniendo artificialmente. ¡Una cosa cruelísima! Y entonces fue bajar y empezar a ordenar lo que ya teníamos hecho: la biografía de Franco, todas esas historias de la sucesión, cómo se puede plantear, la biografía del posteriormente Rey Juan Carlos. Todo aquello estaba hecho. Y debíamos intentar contar lo que pudiéramos de nuevo, con los contactos que había", describe.

José Manuel Gironés, por su parte, era redactor del Diario Mundo y después de Cambio 16. "Los periodistas íbamos al Pardo. Los corresponsales extranjeros estaban desesperados. Se estaban quedando sin dinero ya que llevaban más de un mes en Madrid… y Franco no se moría. Yo acabé mi turno a las dos de la madrugada y llegó Manolo Ivorra . Él vivió el parte médico en directo y nos llamó. Yo estaba en mi casa, en la calle San Julio 3, y cuando me enteré mi vecino me denunció por celebrarlo. No parábamos, ni día ni noche, pero yo le expliqué que sólo celebraba el fin de mi jornada laboral. El vecino —que trabajaba en Guadalajara y era el típico coñazo— decía que se iba a matar en la carretera por mi culpa, que no le dejaba dormir (sonora carcajada)".

Alegría, ironía y trabajo. Tres puntos de vista de quienes lo han sido todo en la profesión. Aunque reconocen que la realidad oficial de la época, la que se mostró en los medios de comunicación y ha perdurado en las hemerotecas, fue completamente diferente. España vivía en apariencia satisfecha con el régimen, y a la mañana siguiente del 20-N se vistió de luto, con misas en honor a Franco, flores a los pies de la estatua del Caudillo y, en Madrid, colas kilométricas de centenares de miles de personas desfilando ante el cuerpo sin vida del dictador en el Palacio de Oriente. Pero el cambio venía de camino.

M.C. Reyna: "Tenemos facilidad para enfrentarnos. Pero no pasó nada. Fue como un fogonazo. Se desarrolló todo con enorme calma"

En ese punto y final, ¿se respiró tensión o se aceptó sin más que el régimen había acabado y comenzaba una nueva etapa? María Consuelo Reyna afirma que nuestro pasado guerracivilista hacía temer lo peor. "Los antecedentes de los españoles no son precisamente buenos. Tenemos una enorme facilidad para enfrentarnos los unos con los otros. Estamos plagados de guerras civiles. Pero de hecho sucedió realmente como un fogonazo que pasa y se va... Sabes que hay mucha gente que luchaba simplemente por la libertad, con un objetivo común de todos y aquello no se podía malograr. El comportamiento de la gente fue cívico a más no poder. La gente tiene sentido común. Se desarrolló todo con una enorme calma. No hubo tensiones fuertes en la calle esas primeras semanas. Se organizaron los funerales de Franco. Hubo muchísima gente que hizo cola para verlo. Pero creo que es la atracción por lo morboso de la muerte —siempre lo he pensado— por el hecho de que desapareciera»

(Avance del reportaje que publica la revista Plaza en su número de noviembre).

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