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OPINIÓN / EL LENGUAJE DEL CINE

Canal 9
según Martin Scorsese

MANUEL DE LA FUENTE. 09/11/2013 Si Scorsese viniese a España, la realidad le sobrepasarí. Haría una serie de miles de episodios o podría quedarse corto ante tanto material

VALENCIA. Martin Scorsese es un director de cine conocido, entre otras cosas, por sus películas de mafiosos. En ellas retrata a la perfección cómo funcionan muchas cosas en nuestra sociedad a partir del retrato de las andanzas de los gángsters y sus negocios. En Uno de los nuestros, una película muy famosa con Robert De Niro, hay una secuencia muy significativa. El dueño de un restaurante le pide a un capo de la mafia que le ayude económicamente con el negocio.

El mafioso accede y se dedica a desvalijar literalmente el restaurante, revendiendo las mercancías, principalmente el alcohol. Mientras el dueño no para de pedir préstamos al banco para comprar bebidas, los mafiosos venden a un precio más barato el licor, recibiendo además una cuota fija como socios del local. Cuando se acaba el dinero y el crédito, deciden quemar el restaurante para cobrar el seguro. Todos al final salen ganando con esta lección de ingeniería financiera consistente en el saqueo para conseguir dinero rápido y, al final, destrozarlo todo obteniendo también un último beneficio.

Si Scorsese viniese a España, la realidad le sobrepasaría: o haría una serie de miles de episodios o, apabullado por quedarse corto ante tanto material, se dedicaría a los dibujos animados. La última muestra de que estas películas parecen pequeñas bromas comparado con lo que estamos viviendo es el anuncio del cierre de Canal 9 por parte del gobierno valenciano y las "explicaciones" ofrecidas al respecto por el presidente de ese gobierno. Hay una diferencia sustancial con las películas de Scorsese: en ellas, por lo menos los personajes no mienten, ya que sus actividades se insertan dentro de una lógica aberrante que ellos perciben como normal, pero en la que creen al fin y al cabo.

De entre la ristra de mentiras, demagogias y silogismos imposibles escuchados estos días, destaca la cantinela expresada por el presidente Alberto Fabra de que el cierre de Canal 9 se ejecuta para salvar la educación y la sanidad, los recursos "básicos". Esa idea de argumentario de peluquería pija de pueblo no sólo es pura demagogia sino que encima expresa la ignorancia de una determinada clase política que sometió toda su educación al aprendizaje de apretar un botón en el escaño.

Una ignorancia peligrosa que arranca de la consideración de que existen recursos públicos básicos y otros secundarios, de manera que, por supuesto, los primeros cada vez son más reducidos. Es la misma estrategia retórica que alguien se inventó alguna vez cuando acuñó el término "católico practicante", para erigirse a sí mismo en alguien imprescindible, de primer nivel, por contraposición a esos otros católicos que se han escaqueado de las obligaciones más pesadas que establece el canon. Con los derechos sociales, cuando los esgrime la derecha, pasa lo mismo: como no creen en ellos, se dedican a señalar arbitrariamente los que les sobran.

La ignorancia, nada inocente, es absoluta. Cerrar una televisión pública en Europa no es eliminar un extra, sino atacar a todo el sistema audiovisual y cultural, lo que supone la base misma de las sociedades. En Estados Unidos, el capitalismo agresivo ultraconservador ha triunfado en la guerra retórica al fijar una idea bastante poderosa: lo público equivale a despilfarro y debe ser eliminado. Eso se hace erradicando la idea de la subvención pública, que sería contradictoria con el espíritu de superación personal estadounidense.

La falacia es total porque Estados Unidos subvenciona todas sus industrias culturales, desde la cinematográfica hasta la musical, imponiendo unas cuotas internacionales de mercado sin las que la mayoría de los productos no tendrían el mínimo éxito. Lo mismo pasa con los medios de comunicación: por mucho que presuman de independencia económica, desde la era Reagan dependen totalmente de las decisiones políticas y del dinero de los lobbies afines a los grandes partidos.

En Europa, por lo menos, se construyó, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, una retórica diferente: los medios de comunicación y las industrias culturales debían servir para educar y garantizar la identidad de cada país. Las televisiones, en ese contexto, no sólo se creaban para ofrecer concursos sino también como eje articulador de la cultura audiovisual, como motor identitario. Esto puede parecer cursi pero los norteamericanos lo tienen clarísimo, y de ahí que, en todas sus películas, series y canciones que nos imponen a la fuerza nos vendan su modo de vida, su identidad. El éxito es tan arrollador que hoy cualquier niño de nuestro país cree que, en España, la policía detiene a los delincuentes recitándoles el derecho a guardar silencio, o que nuestro sistema judicial se compone de jueces y abogados que no paran de decir "¡protesto!" y "¡se acepta la protesta!".

Para frenar estas intromisiones, se requiere de una industria audiovisual en condiciones. Al igual que la sanidad y la educación, un sistema mediático y cultural fuerte europeo tiene carácter público. Es sólo así como se puede hacer frente al sistema estadounidense, que disimula su adscripción yendo por la vida como adalid de la iniciativa empresarial. El cierre de Canal 9 no es una noticia secundaria sino el síntoma de la demolición cultural y va en consonancia con otras noticias que ha protagonizado, en los últimos meses, el Partido Popular, como la liquidación de la Mostra o el ERE de CulturArts.

No se cierra sólo un canal de televisión sino el catalizador de toda la industria audiovisual valenciana, que afecta a periodistas, lingüistas, técnicos y empresas productoras de contenidos de ficción, entre otros. Se queda descabezado, además, un sistema mediático que sólo puede subsistir también con la financiación pública. 

Estos días, diversas personalidades de carácter conservador están protagonizado un aquelarre de excusas públicas propias de una terapia de choque, y ahí no faltó el expresidente de la Generalitat, Joan Lerma que salió a reivindicarse a sí mismo y a su mecanismo, diciendo que él había creado Canal 9 para "promocionar la identidad de los valencianos". Una identidad curiosa, ya que Lerma empezó Canal 9 promulgando listas de palabras prohibidas porque sonaban demasiado a catalán y se despidió transmitiendo un concierto de Raimon desde el teatro Principal de Valencia meses antes de la llegada de Eduardo Zaplana a la Generalitat y en un desesperado intento de atraer el voto nacionalista. Eso es identidad y coherencia.

Pero no hay que hacer mucho caso a esa competición que llevan desde hace años en el PSOE por pasar a la historia, cada uno en su ámbito, como el Jimmy Carter patrio, es decir, como el mejor expresidente. Tampoco hay que hacer caso a las voces que culpan, con la boca pequeña o grande, a los trabajadores del ente, acusándoles de cobardía durante tantos años.

La respuesta es sencilla: que levante la mano el valiente que, con sólo un salario como sustento, se opone a diario a las directrices que le marcan en su trabajo, en el ámbito periodístico o en el que sea. Por el bien de todos, habría que definir muy bien quiénes son los responsables de verdad, y que cesasen esas voces en plan yo-fui-trabajador-de-la-casa-y-también-manipulé-pero-me-fui-a-tiempo, que no sirven para nada además de ocultar un complejo de intentar superar un tema no resuelto. La responsabilidad de las guerras corresponde a los generales, no a los soldados.

El cierre de Canal 9 constituye, por lo tanto, un ataque de primer orden al sistema democrático. Repercute en toda la industria cultural valenciana con el fin de borrar cualquier seña reconocible del pueblo. Intenta crear confusión sobre derechos sociales y responsabilidades, y es un paso más en el proceso de voladura de todo el orden social construido en España tras el franquismo. El pasado miércoles, estuvieron en Valencia el cineasta David Trueba y el actor Javier Cámara presentando una película. El actor cogió el micrófono y, como no paraba de hablar, dijo Trueba: "Es que a Javier cuando le das un micro es más peligroso que cuando a Zaplana le das una cadena de televisión". A Zaplana y a tantos otros. Tan peligroso como darle un restaurante a un personaje de una película de Scorsese.

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13 comentarios

JOSE LUIS escribió
11/11/2013 20:56

a mi lo que mas me fastida del tema . aparte de la perdida delos puestos de trabaajo que no es poco. es la amoralidad del sñr president, por poco tiempo de esta comunidad, despues de haber saqueado las arcas del ente con mil y una tropelias de los suyos , ESE PP GLAMUROSO QUE TANTAS GLORIAS HA DADO A ESPAÑA`` . Ahora nos quiera vender que es por nuestro bien , para que si vamos al hospital haya por lo menos papel-higienico , en la habitacion. Hombre un poco tarde despues de haber arruinado la COMUNIDAD PARA LOS RESTOS CON LA MAGNIF, GESTION .MADE IN PP.

Africa escribió
11/11/2013 15:02

No entiendo tanta polémica con el cierre de RTVv si antes nadie la veía! Si alguien decía que la veía parecías algo raro...Aclarémonos!

fores escribió
10/11/2013 12:02

08 RawJoy “Plasma” Hardy MariAnico Honorable?, ni Molt ni Poc, ni puc, ni Buick. salut vicente 10 November 2013 in General | Permalink (edit) RawJoy “Plasma” Hardy MariAnico. No es de Cuenca, ni Teruel, ni Galego, ni Catalán, ni ninguna de las demás autonomías. Que Europa es lo que no quiere ser Rajoy. Fabra, faber, fable …inefable Honorable, ni Molt ni Poc, ni puc, ni Buick. salut vicente Para el segundo intento: RawJoy “Plasma” Hardy MariAnico Honorable?, ni Molt ni Poc, ni puc, ni Buick. ni Ford. RawJoy “Plasma” Hardy MariAnico. No es de Cuenca, ni Teruel, ni Galego, ni Catalán, ni ninguna de las demás autonomías. Que Europa es lo que no quiere ser Rajoy. Fabra, faber, fable …in.efa.ble Honor.able, ni Molt ni Poc, ni puc, ni Buick. salut vicente avatar uvpress RawJoy “Plasma” Hardy MariAnico. No es de Cuenca, ni Teruel, ni Galego, ni Catalán, ni ninguna de las demás autonomías. Que Europa es lo que no quiere ser Rajoy. Fabra, faber, fable …inefable Honorable, ni Molt ni Poc, ni puc, ni Buick. salut vicente Para el segundo intento: RawJoy “Plasma” Hardy MariAnico Honorable?, ni Molt ni Poc, ni puc, ni Buick. ni Ford. RawJoy “Plasma” Hardy MariAnico. No es de Cuenca, ni Teruel, ni Galego, ni Catalán, ni ninguna de las demás autonomías. Que Europa es lo que no quiere ser Rajoy. Fabra, faber, fable …in.efa.ble Honor.able, ni Molt ni Poc, ni puc, ni Buick. salut vicente Rajoy y Fabra en el diván: silencio y sumisión http://cort.as/6h50 Ahora sí que NO he podido publicar mi comentario. Cosas raras, raras, raras, hurrah. A ELPAÏS no le gusta que use la palabra inefable y me censura, pero si escribes in.efa.ble la informática se psicoPATOlogiza y da error. Toda censura es un error, y ay de quien no aprenda de sus errores. salut vicente Rajoy y Fabra en el diván: silencio y sumisión http://cort.as/6h50 Ahora sí que NO he podido publicar mi comentario. Cosas raras, raras, raras, hurrah. A ELPAÏS no le gusta que use la palabra inefable y me censura, pero si escribes in.efa.ble la informática se psicoPATOlogiza y da error. Toda censura es un error, y ay de quien no aprenda de sus errores. salut vicente

auskalo escribió
10/11/2013 07:32

Me limito a copiar y pegar una respuesta pelín menos visceral que la mayoría de tus artículos: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=176627 Salut i força!

Epi escribió
10/11/2013 00:29

Menuda sarta de barbaridades. Vamos, que para el autor cerrar una puñetera cadena de televisión que no veía nadie (salvo algún que otro programa basura) es equiparable al genocidio; "borrar cualquier señal reconocible del pueblo", nada menos. En mi comunidad nunca ha habido televisión autonómica y no nos hemos extinguido por eso.

09/11/2013 23:23

Petra, todos los partidos políticos que llegan al poder son un peligro para nuestra libertad y nuestro bolsillo, no sólo el PP. Permíteme que me ahorre los ejemplos. Hola, Manuel. A mí el cierre de Canal 9 me parece impresentable y me apena profundamente (al margen de que me parece de una incompetencia política difícil de creer). Pero, a fin de cuentas, la autoridad competente puede hacer con "su" televisión lo que le venga en gana, respetando eso sí los procedimientos legalmente establecidos (lo cual, por cierto, es probable que en el caso de Canal no haya ocurrido). Eso es lo malo de las televisiones públicas, que los gobernantes (el partido político de turno) pueden hacer con ellas prácticamente lo que quieran. Es evidente que el cierre no se hubiera producido de haberse tratado de una televisión privada. Eso sí que hubiera sido, además de inconstitucional, inconcebible en una sociedad occidental. Estoy seguro de que cualquier televisión o periódico privados me cuestan mucho menos que Canal 9. En cualquier caso, lo que yo defiendo es, precisamente, que los poderes públicos intervengan mucho menos en el sector de los medios de comunicación:: eliminemos casi toda la publicidad institucional, eliminemos la adjudicación a dedo (que es, a fin de cuentas, como funciona en la práctica) de las licencias de radio y televisión, etc. Yo lo que quiero es los medios de comunicación (al menos los privados) dependan económicamente de sus oyentes, lectores y espectadores, no de los políticos.

Fart escribió
09/11/2013 18:01

Bastante de acuerdo en mucho. Los medios de comunicación públicos únicamente tienen sentido para prestar un servicio público (educativo, cultural, emergencias, pluralidad e independencia informativas…). Cuando son mero instrumento de propaganda de los poderes establecidos son una forma más de control social y corrupción. Sin embargo estoy en radical desacuerdo con el conformismo de “…levante la mano el valiente… “. Dijo alguien, “malos tiempos a los que la mera honradez la llaman valentía”. Sé de quienes han luchado contra la corrupción, y podrán levantar la mano. Siempre me han quedado solos defendiendo el interés público, y les han hecho la vida imposible. Los empleados públicos tienen, todos, la obligación legal y moral de velar por el cumplimiento de las leyes. Las órdenes ilegales no se deben obedecer. Quien las obedece, se hace cómplice de la ilegalidad. Cuando se instala un régimen de tolerancia de la corrupción como el que vivimos y hemos vivido, sólo se produce por la pasividad y la tolerancia de la mayoría. Ahora, en C9 esa mayoría recoge el fruto de su conformismo y su colaboración con sus verdugos. Como tantas veces ha pasado en la historia. No sólo cobardes, sino ignorantes.

@davizoaf escribió
09/11/2013 17:54

Lo de que la responsabilidad es sólo de los "generales". Es más que discutible. Cuando un soldado comete un crimen de guerra se le juzga a él por mucho que esgrima que cumplía ordenes. Los periodistas de Canal 9 no cometieron delitos contra la humanidad pero sí faltas muy graves contra la más mínima ética periodística. Y si se aduce que el miedo a perder el trabajo es muy grande pues cuando te despiden te callas y te vas a tu casa. Y no te pones a descubrir tras 20 años "que aqui se juega" y a denunciar cosas en directo. Porque si el pesebre no se hubiera acabado habrian seguido igual toda la vida.

Oscar escribió
09/11/2013 17:28

Demasiada retórica, Sr. de la Fuente, la televisión pública no es un servicio público equiparable a la sanidad o la educación; decir eso es una auténtica necedad. Por la misma regla de tres que vuelva la prensa del movimiento. El día que se cierre verá que la sociedad sigue funcionando exactamente igual. Otra cosa es que ud. defienda los intereses creados alrededor de ella, pero entonces dígalo. Es razonable una tv. pública pequeña y no dedicada a crear identidades: ese es un mensaje totalitario. Debe cubrir los ámbitos que la privada no cumple, nada más.

petra escribió
09/11/2013 17:21

Señor De la Fuente: felicidades por el artículo. No puedo estar más de acuerdo. Señor Doménech: una televisión pública no es un peligro público para las libertades, el pluralismo y el bolsillo del contribuyente. Lo que es un peligro para la libertad, el pluralismo y el bolsillo del contribuyente son los partidos políticos que creen poco en las esencias democráticas, utilizan lo público como mecanismo de propaganda y adulación , confunden el interés público con el interés partidista, desprecian la lengua del pueblo y renuncian al ejercicio de los mínimos controles democráticos con la sola intención de evitar que el pueblo pueda conocer la verdad. No sé si me explico o si usted puede llegar a entenderme.

Manuel de la Fuente escribió
09/11/2013 17:04

Hola Gabriel: Gracias por tu comentario. ¿Exagerado? ¿Me puedes citar muchas televisiones públicas cerradas de la noche a la mañana por un gobierno occidental como pataleta a una resolución judicial desfavorable? Por otra parte, a mí me parece un pelín exagerado lo que dices de "hay que tener muy presente que una televisión pública es siempre un peligro público para las libertades, el pluralismo y el bolsillo del contribuyente". Lo dices como si en España tuviésemos un sector mediático privado económicante saludable e ideológicamente plural. Porque, permíteme otra pregunta: ¿me puedes citar algún periódico impreso o televisión en España que no viva del dinero público? Un abrazo.

09/11/2013 12:36

"El cierre de Canal 9... dinamita todo el orden social construido en Occidente tras el nazismo". Un poco exagerado, ¿no? De todos modos, la circunstancia, difícilmente discutible, de que convenga formentar las industrias culturales (en la medida en que engendran importantes externalidades positivas) no significa que el Estado deba hacerlo creando televisiones o periódicos públicos, decidiendo con absoluta discrecionalidad a quién se adjudican, (gratuitamente, claro) las licencias audiovisuales, etc. El gran problema del sistema audiovisual español es que ha estado demasiado controlado por el Estado (es decir, por los partidos políticos). No creo que se pueda puede sostener seriamente que en los USA o en otros países donde la televisión pública tiene una presencia marginal, las libertades de expresión e informativas, la industria de la cultura, el pluralismo político, cultural, lingüístico, etc. tengan menos vigor que en Corea del Norte y otras muchas dictaduras (empezando por la nacionalsocialista a la que el autor alude), donde ahí sí, ahí sí que hay un potente sector público del audiovisual y en general de la comunicación encargado de "educar a la gente" y "garantizar la identidad" del país. Ello no quita que pueda tener sentido una televisión pública, como creo que desde luego es el caso de Canal 9, para cubrir necesidades que el sector privado (actuando en libre competencia, no como ahora ocurre en España, donde se practica un capitalismo de amiguetes) no atiende. Pero hay que tener muy presente que una televisión pública es siempre un peligro público para las libertades, el pluralismo y el bolsillo del contribuyente, como el caso de Canal 9, desgraciadamente, ilustra muy bien. Es tanto más un peligro cuanto menos efectivos son los mecanismos de control de la actividad de los poderes públicos. Y en España esos mecanismos son realmente muy débiles.

teresa escribió
09/11/2013 11:10

plas,plas,plas

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