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LIBROS

‘Tierra Quemada', Eleonora Giovio retrata al Mourinho en calcetines

ÁLVARO GONZÁLEZ. 11/11/2013 La obsesión con el ex entrenador del Real Madrid permanece en forma de libros retrospectivos. Éste, documentado y bien ponderado, no consigue disimular que la cuestión es bastante irrelevante, más ahora

MADRID. Los libros de los periodistas de El País (en este caso ex) sobre la etapa de José Mourinho en el Real Madrid si sirven para algo es para dejar claro la pérdida de tiempo que ha supuesto el seguimiento a toda página de sus andanzas. Nada, absolutamente nada, de lo que ha ocurrido parece tener la más mínima importancia ahora, a toro pasado. No cambió nada, no ganó nada reseñable, no hubo ninguna revolución, novedad, invento, momento épico, nada. Sólo polémicas. La diferencia con un Sálvame Deluxe es que en el plató de Fuencarral hay más tetas de silicona que en el vestuario del Madrid.

Lo que sí que hay que reseñar es que al menos Eleonora Giovio arroja algo de luz sobre la ruptura entre el entrenador y su plantilla a finales de la temporada pasada, cuando directamente ya ni hacía los desplazamientos en el autobús del equipo. Con algo de luz nos referimos a argumentos razonables, no la megalomanía de un supervillano de Súper López que describió el compañero de la autora, Diego Torres.

Según explica, con Cristiano Ronaldo, las diferencias se produjeron a raíz de una bronca ejemplarizante para toda la plantilla que le echó en el vestuario. El míster pretendía que, reprochándole movimientos tácticos a su máxima estrella, todos se cuadraran, pero lo que consiguió fue que su compatriota pusiera morritos. Mourinho se quejó luego de que no se le podía decir nada, y el divorcio se consumó.

Y luego con Casillas fue un asunto de carácter, dicen. El portugués esperaba que el portero diera más como capitán. A Mourinho le hubiera gustado contar en la plantilla con alguien como Raúl, acostumbrado como estaba a personalidades como Lampard o Materazzi, que tenían a los compañeros firmes, pero Iker no tenía el carácter que ese puesto exigía. Ese habría sido el motivo de su distanciamiento, aunque la autora lo pone en duda.

Tras ganar la Supercopa de Europa al Barcelona de forma brillante, el equipo inició la liga tirando puntos contra Valencia (jornada 1), Getafe (2) y Sevilla (4). Sergio Ramos declaró en los medios que "todos eran culpables". El entrenador estaba de acuerdo, pero eso sólo lo podía decir él. Castigó a Casillas, Ramos y Cristiano y desde ahí todo se fue al traste. La bronca pasó en pocos meses a charlotada y el asunto de la titularidad del portero que aún colea misteriosamente. Si la ventas de periódicos han servido para conservar el ya de por sí precario puesto de trabajo de algún periodista, eso que hemos ganado, pero nada más.

Porque ya ven qué drama más grande. Según cuenta Giovio, para este técnico es fundamental que sus plantillas obedezcan sus consignas como un solo hombre, incluidas las insulsas declaraciones a los medios. No es cuestión de si tienen sentido, está equivocado o da vergüenza ajena justificar lo injustificable, el caso es que esa es su manera de forjar un grupo. Una concepción del equipo de todos a una en el que no discrepar es fundamental, como en Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, en el vestuario del Madrid, donde no sólo él ha fracasado precisamente, chocó contra un muro.

Pero ese vestuario, que ríase usted de la Casa Usher, no fue lo único que sorprendió al entrenador en España. La autora cita varios factores que le dejaron helado. Primero, lo dicho, el carácter contestatario de los futbolistas españoles. En el resto de países, todas las estrellitas que se había cruzado bajaban la cabeza. Aquí no. No obstante, lo que más le sorprendió de España fue la prensa. Según fuentes del club, Mourinho contaba con esa presión en Inglaterra y en Italia, pero sólo los fines de semana y el lunes tras el encuentro, el resto de la semana le dejaban en paz. En España se quejaba de que sufría un machaque continuo día a día. E incluso vio que los periodistas ganaban relevancia si hablaban o escribían sobre él. Perdió los papeles tratando de controlar este fenómeno.

Por cierto, que eso hacía Valdano antes de que llegara, escribir sobre él. En 2005 dijo que como no había sido futbolista "concentraba toda su vanidad en la tarea de entrenar, con hambre de gloria retrasada". Al año siguiente le llamó "don Nadie". Y cuando le trajeron a Madrid tras cepillarse de mala manera a Manuel Pellegrini, el preferido del argentino, todavía tuvo el valor de rectificar y decir que ya habían arreglado sus diferencias, que eran suyas con él, no mutuas, cara a cara. Lógicamente, luego Mourinho se marcó un o él o yo y Valdano salió del Real Madrid.

Este libro revela que luego el luso intentó lo mismo con Casillas, pero tras mediar Florentino, Mourinho le confesó resumiendo el desenlace a un empleado del club: "Iker dentro, yo fuera". De todas formas, la autora dice que algo más tuvo que haber que un simple desencuentro en relación a la forma de Casillas de ejercer la capitanía. Al portero no le hablaba nadie del cuerpo técnico, sólo Karanka. Otra fuente del club admite que el capitán es "muy especial", que a veces tiene días raros en los que se queda en un rincón y come solo. En el caso de Ramos, el sevillano llegó a echarle en cara a su entrenador que no podía hablar de "sensaciones" en un partido porque él nunca había sido futbolista.

De todos modos, lo mejor de este trabajo es que ofrece un retrato del protagonista mucho más ponderado que el de la obra de Diego Torres. La enésima fuente anónima del club cuenta que muchas veces solía hablar con Mourinho de lo humano y lo divino, con el míster en calcetines -por lo visto se quitaba siempre los zapatos cuando estaba a gusto o quería estarlo- y le preguntó que por qué no mostraba ante el público esa cara tan afable que él tenía. La respuesta no tiene desperdicio: "Porque en el mundo del fútbol todos son unos hijos de puta y siempre me ha ido bien así"

En el caso de la prensa, otra fuente del club dice que el problema era que Mou despreciaba intelectualmente a los periodistas. "¿Ahora me tengo que sentar a hablar con este gilipollas que no tiene ni puta idea de fútbol?", decía. Lo que no se entiende es que quisiera llegar tan lejos a la hora de crear una atmósfera de, literalmente, "El Madrid contra el mundo". Para la gente del club se pasó claramente de frenada. En otros equipos europeos, cuentan, con su curriculum podía conseguir controlarlo todo, pero en la capital de España no. "Esto es más que un club, es un negocio" revela uno de ellos. Razón no le falta.

 

Aunque nada de eso justifica que, por ejemplo, a periodistas como la propia autora del libro no se les permitiera hacer preguntas en las ruedas de prensa porque le resultaban incómodas. "Atente a las consecuencias" le advirtieron si seguía insistiendo con sus "interpretaciones negativas". Esta actitud le costó recibir miles de insultos en las redes sociales que ella resume en "vuélvete a tu país" (es Italiana), "vuelve a la cocina" y "delante de quién te has puesto de rodillas para estar ahí".

Aunque Mourinho una vez planteó una queja interesante. En una pretemporada en América apareció una rubia despampanante en el césped, una reportera, y el técnico se lo hizo saber a sus pupilos. Qué buena está esa, les dijo. Las cámaras de Cuatro lo captaron y lo dieron a bombo y platillo en el informativo. Parece que eso le ofendió mucho y no había hecho más que aterrizar. Se quejó al grito de "¡lo que estáis haciendo es prensa rosa!". Detallito

Por lo demás, en lo personal Mourinho aparece como un tipo en cuya casa manda su mujer, que cuando se van de viaje de placer conduce ella. Muy apegado a sus hijos y preocupado por su educación. Al pequeño no dejaba de seguirle en el Canillas, club al que donó grandes cantidades de dinero para pagar desplazamientos o la ficha de niños cuyos padres estaban atravesando problemas económicos, como unos que directamente dormían en una furgoneta. Y cuando estaba con el resto de los padres se esforzaba por ser uno más para que a nadie le agobiase su presencia. Animaba a todos los chavales del equipo y a su hijo le dejaba claro que si no sacaba buenas notas no podría seguir jugando.

Pero volvemos a lo mismo. Nada es relevante. De hecho, en este campo, más bien sería más interesante la aportación de algún sociólogo, porque es un hecho que un debate entre Mourinho y Guardiola sería más seguido en televisión que otro entre Rajoy y Rubalcaba. De todas formas, demos gracias. Si Mourinho se hubiera cortado las uñas con unas tijeras como hizo Juande Ramos en el banquillo del Madrid, o le hubiera hecho una peineta a la grada, como hizo Fabio Capello, podrían haberse desencadenado el caos, violencia en las calles, el hundimiento de la UE... Bien está que sólo haya sido así, irrelevante.

El efecto Mourinho. Tierra quemada
Eleonora Giovio
Editorial: La Esfera de los libros
Páginas: 304 páginas
Precio: 17.95 euros

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