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Fiesta Nacional

Yo, toro

ÁNGEL MEDINA. 06/12/2013 Permítanme que me presente: soy negro (a mucha honra), tengo uno de los árboles genealógicos más antiguos de España, llevo unos cuernos muy bien puestos (también a mucha honra), peso 560 Kg. y voy a ser lidiado y, casi seguro, muerto a estoque

VALENCIA. Un amigo inglés, extrañamente aficionado a los toros, me ha pedido que escriba algo para intentar que sus compatriotas puedan entender nuestra 'Fiesta Naciona", su conveniencia y su adecuación, o no, a los tiempos que vivimos.

Tiempos, en los que el ecologismo, los verdes, el naturismo, las sociedades protectoras de animales y otras ONG's campan a sus anchas con protecciones de todos los estamentos internacionales y cobrando subvenciones de todas partes, en un mundo donde aún mueren miles de niños de hambre y donde en la India sólo hay un presupuesto de educación de 10 euros por año y habitante.

Flagrantes contradicciones que únicamente existen en el mundo de los humanos.

Pero, permítanme que me presente: soy negro (a mucha honra), tengo uno de los árboles genealógicos más antiguos de España, llevo unos cuernos muy bien puestos (también a mucha honra), peso 560 Kg. y voy a ser lidiado y, casi seguro, muerto a estoque, en las próximas Fallas de Valencia.

Ya sé que les puede parecer raro que un toro se exprese en un medio de comunicación, ¡sí! un toro y bravo, pero la ocasión también es extraordinaria; este texto, cuando se traduzca, quiere intentar que americanos, ingleses, irlandeses... nos comprendan. Tengo mis reservas, mejor dicho, estoy casi seguro de que no lo lograré.

Y no dudo de la capacidad intelectual de una raza que ha dado cabezas tan bien amuebladas como Newton, Shakespeare, los Beatles... pero tengo comprobado que el ADN de los nacidos en cada país hace diferentes las percepciones de sus sentidos. Sé que a un escocés abstemio le es fácil distinguir un JB de un Ballantines y que un pastor manchego sabe la edad de una oveja a 1Km. de distancia.

Por eso es muy complicado explicarle a un british lo de los toros, más cuando se habla de percepciones, de instintos, de tradición, de arte y no de ciencias empíricas y racionales.

Aún así voy a intentarlo.

Empezaré desde el punto de vista filosófico, que me apasiona y que he cultivado en las largas horas de tedio en la campiña, bajo la luna, respirando ese aroma fresco de las noches andaluzas, envuelto en el sepulcral silencio de los olivares.

Toda la filosofía es una búsqueda de la razón de ser, de la explicación de la propia existencia y del alcance de la felicidad. Y nosotros, los toros, que llevamos miles de años pensando y discurriendo con mayor facilidad que los humanos, porque disponemos de más tiempo y mejor marco, tenemos las soluciones a todas estas cuestiones y las hemos puesto en práctica con tan buenos resultados, que hoy somos la especie salvaje (hablando de animales de peso) con mayor número de ejemplares existentes sobre la tierra.

Otras especies de mayor envergadura e inteligencia han desaparecido o están en peligro de extinción. A nosotros nos ocurre lo contrario, cada vez somos más y, por supuesto, gracias a la tauromaquia.

Recomiendo a las asociaciones protectoras de animales que se dediquen a recoger a los chuchos o gatos desamparados, perdidos, maltratados, pero, por favor, olvídennos. Nosotros queremos que los niños del futuro puedan ver un animal salvaje en su hábitat y sabemos que si se acaban las corridas terminaremos unos pocos repartidos en zoos, aburridos, amariconados y llenos de mierda.

Somos toros bravos, queremos vivir en el campo, ser libres, comer buenos pastos, montar a las mejores vacas y morir luchando.

Yo, y todos mis compañeros de camada, estamos encantados de no ser caballos (toda la vida con un hierro en la boca y un cabrón encima), ni chihuahuas (siempre en brazos de señoras cursis), ni pollos (hacinados en jaulas sin conocer la luz del sol). Queremos ser toros, queremos que nos toreen, sentir la pasión, la violencia natural innata dentro de un marco establecido como puede ser el de las carreras de coches, el de los alpinistas... Queremos -y esta es la filosofía final- vivir el riesgo controlado como mejor alternativa.

¿Es preferible morir en un matadero después de estar estabulado entre dos barras de hierro años y años comiendo un pienso asqueroso?

Risa nos producen las señoras en cuyos ojos se refleja el no haber sentido nunca el ardor del sexo o del miedo, enseñando las puntas de unas banderillas. ¡Qué diferencia de mirada a la del torero que ha asumido el riesgo, que se juega la vida y que disfruta cuando la adrenalina le llena el cuerpo como a nosotros al salir al ruedo!

¿Hay vida sin riesgo? ¿Existe uno realmente cuando no conoce el peligro? La vida no existe sin miedo, sin lucha. Y todo ésto está en la "Fiesta".

También el cine y el teatro intentan acercarnos a ese sufrimiento necesario para sentirse, para saberse, para disfrutar más tarde del final, riendo o llorando, pero en las plazas es mucho más real.

Pero... se preguntarán los antitaurinos ¿y la sangre y el dolor?

Señoras y señores, el dolor es más moral que físico. A mi me molesta menos una banderilla en el fragor de una faena que a Belén Esteban una jaqueca. Yo estoy acostumbrado a clavarme astillas en el campo, a romperme el lomo con las ramas de los árboles, a pelear con otros toros que quieren apoderarse de mi pareja: estoy acostumbrado a padecer y a luchar.

Podría escribir de toros y toreros desde el punto de vista económico, o medioambiental, o artístico, pero hoy prefiero profundizar en esta filosofía de vida que nos llena. Es cierto que alguna vez muere un torero o un banderillero, sí, pero el número de muertos es mucho mayor en otros deportes y actividades.

Amigos y amigas: déjenme ser toro bravo, no me impidan vivir cuatro o cinco años esplendorosos y morir luego luchando en la arena, seguramente el próximo 19 de marzo, creo y espero (me gustaría a manos de Morante, Talavante o El Juli). Vengan a verme. Disfruten del espectáculo. Y espero en mis últimos momentos oír una salva atronadora de aplausos con un vibrante pasodoble de fondo.

(Morito de Cerroalto)

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3 comentarios

Linda escribió
03/09/2015 19:23

Usted tiene derecho a su opinion. Y su pasion. Pues yo tambien... Sin disrespeto pregunto: como puede bablar por el toro.? Este articulo lleva puesto desde el 2013 y hasta ahora solo dos comentarios... pues ya ves cuanta gente movida por tal. .. Y digo: que viva el toro.. y adios a las corridas.... bendiciones a todos.

07/12/2013 09:34

Buenos días Sr Medina: hasta hoy sus anteriores comentarios eran cuando menos originales y con un "toque" muy personal. me gusta la fiesta de los toros,me gusta el ambiente de la misma pero ahí se acaba el "gusto" ni matar ganzos, ni tirar de un campanario un chivo,ni cazar elefantes,ni cazar perdices.El sufrimiento de los animales y (pese a reconocer que me gusta la carne y que la misma se consigue matando una vaca o un ternero) no me impide considerar que en estos tiempos algunas cosas deberiamos dejar de considerar una "fiesta" o un "disfrute" de nuestro tiempo libre.Un saludo y buenos días Alejandro Pillado Marbella 2013

Fede escribió
06/12/2013 17:58

Formidable argumento y muy bien elaborado. Sólo ha faltado decir 'La maté porque era mía'. No seńor, no quiero ser taurino, ni español. Soy valenciano, europeo y universal!!!

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