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El gas y el olvido de la frontera sur

PABLO CAÑETE BLANCO. 25/04/2014 La estabilidad del norte de África no debe ser un asunto ajeno a la Unión Europea si ésta desea un abastecimiento de gas y petróleo establ

VALENCIA. Uno de los peligros que generan los nuevos conflictos es que los viejos caigan en el olvido. La tensión prebélica entre Ucrania y Rusia ha puesto en duda la seguridad energética de gran parte de Europa Occidental. De cara al futuro inmediato parece que España saldrá "beneficiada" de esta inestabilidad, ya que su suministro de gas y petróleo proviene, principalmente, del norte de África. Sin embargo, esa región del Mediterráneo ha sido desatendida sistemáticamente en las últimas décadas y se plantea en la actualidad como una zona llena de riesgos e incertidumbres.

A la guerra civil de Siria, la volatilidad de Libia o las tensiones en Egipto se suman viejas contiendas, como la del Sahara Occidental. La religión, la política, las dictaduras, el alto porcentaje de desempleo y las rivalidades históricas entre estados son un desafío que no se puede afrontar solo desde España. La Unión Europea (UE) deberá actuar como un solo actor si quiere garantizar la seguridad energética de su olvidada frontera sur.

La cooperación en materia de terrorismo podría ser un buen punto de partida, ya que asegurará las rentas de los gobiernos de los países productores y el abastecimiento energético de los países compradores. En ese marco, los Estados fallidos del Sahel (la franja de África que va desde Mauritania a Erítrea) son foco de atención, dado el creciente número de movimientos terroristas que ponen en peligro la seguridad de países suministradores de energía tan fundamentales para Europa como Argelia, Libia o Egipto.

Hasta hace poco, la política de los socios europeos se basaba en el apoyo bilateral de dictaduras que mantenían a raya el terrorismo a cambio de la estabilidad comercial (véase Muamar al-Gadafi, Hosni-Mubarak o Ben Alí). Con la llegada de las primaveras árabes en 2011 la UE se mostró tan inoperante e incapaz como lo hiciera años atrás en Yugoslavia. De cara al futuro será necesario traducir el discurso pro-derechos humanos, que Europa ha hecho suyo, en un relato efectivo que respete la soberanía de los pueblos y fomente el crecimiento económico y la gobernanza de la zona.

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