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LA OPINIÓN PUBLICADA

Y ahora, primarias... ¿en el PP?

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA. 04/05/2014

LA OPINIÓN PUBLICADA

Guillermo López García

Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València
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VALENCIA. Ya hemos comentado en otras ocasiones que la implantación de las elecciones primarias en los partidos constituye una realidad indiscutible. Desde luego, en los nuevos partidos, pero también en algunos partidos tradicionales (como el PSOE), las primarias son vistas como una oportunidad de demostrar transparencia y democratización internas, así como de abrirse a la sociedad.

Sin embargo, en el que es hoy el principal partido político español, el Partido Popular, la idea de las primarias nunca ha llegado a considerarse seriamente. Cuando alguien ha insinuado desde dentro del partido que podría ser una alternativa interesante, los mandatarios conservadores se han apresurado a cerrar filas y a desautorizar a quienes hacen la propuesta, como ocurrió en su día con Esperanza Aguirre.

Por eso sorprende que una de las principales dirigentes del Partido Popular en la Comunidad Valenciana, Isabel Bonig, proponga abiertamente la celebración de primarias y que sus declaraciones no sólo no caigan en saco roto, sino que hayan tenido tan buena acogida por parte de las direcciones provinciales del PP. Los líderes del partido en Valencia (Alfonso Rus) y Alicante (José Ciscar) se han manifestado a favor (con distinto grado de intensidad e implicación). En cuanto a Castellón, cabe suponer que Bonig, secretaria general del PP de la provincia, cuenta con el respaldo de muchos de sus compañeros.

Sin duda, es improbable que en un horizonte razonable de tiempo asistamos a unas elecciones primarias en el PP, a la vista de la trayectoria previa de este partido y de su enorme jerarquización interna. En el PP las candidaturas se eligen por parte de la cúpula y después son oportunamente validadas en los congresos o en los organismos colegiados encargados de designarlas.

Lo más cercano a un proceso de primarias que hemos vivido desde que la derecha se refundó como Partido Popular, en 1990, fue el Congreso de Valencia de 2008. Esperanza Aguirre amagó con presentarse, pero no lo hizo al constatar que sus apoyos eran insuficientes. Finalmente, Rajoy fue candidato único y ganó con un holgado 82,7% de los votos (que constituyó, sin embargo, el menor apoyo conseguido por un líder del PP en toda su historia). En un partido como el PP es muy difícil nadar contracorriente; es decir, contra quien ocupa la cúpula en cada momento, porque ello se interpreta como un ejemplo de deslealtad con el partido.

Pero, aunque la entrevista de Bonig y las declaraciones aparecidas en su apoyo no tengan efectos prácticos, es evidente que la aparición de este tipo de debates, en los que se está pidiendo un proceso de selección abierta de las candidaturas, no se limita a ser el griterío habitual en el PP valenciano ante la sempiterna debilidad de Fabra.

Un mandato siempre endeble

Desde que ascendió a la presidencia de la Generalitat y del PP valenciano, Fabra no ha hecho más que afrontar dificultades, que ha solventado con desigual (en verdad, escasa) fortuna. Casi tres años después de su nombramiento, no sólo no ha logrado controlar el partido, sino que éste parece cada vez más descontrolado (y este tipo de declaraciones son la prueba).

A ello se une el fracaso en la gestión de la economía y el escasísimo peso demostrado por el que hasta ahora es el principal granero electoral del PP en las negociaciones con el Gobierno central. Y, por supuesto, el progresivo descenso en las encuestas electorales.

En los últimos meses parecían haber remitido los rumores de fondo, continuados, que ponían en duda la candidatura de Fabra para las próximas elecciones autonómicas. Rumores alimentados por políticos históricos del PP valenciano, por la clamorosa falta de atención y de interés de Rajoy por Fabra hasta fechas muy recientes, y por la animadversión de algunos dirigentes muy próximos a Rajoy; sobre todo el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo.

Sin embargo, el inusitado amor de los dirigentes provinciales del PP por las elecciones primarias ha reactivado el debate (parece que el hecho de no haberse enfrentado nunca, en toda su carrera, a este tipo de elecciones no es un factor disuasorio, sino que contribuye a aumentar su interés por probar). Y lo hace en el momento justo, a pocas semanas de unas Elecciones Europeas en sí mismas poco importantes, pero de extraordinaria relevancia por la inevitable lectura en clave nacional, y también autonómica, que se hará de los resultados.

En un contexto poco halagüeño para el bipartidismo, en el que se estima una bajísima tasa de participación, la cuestión no es si el PP perderá votos respecto de 2009 -algo que se da por supuesto- sino cuántos perderá. Y, sobre todo, si el descenso en la Comunidad Valenciana será más pronunciado que en otras comunidades autónomas. En este último escenario, la continuidad de Fabra será puesta en duda con mucha más fuerza. Y por supuesto también lo sería en escenarios aún más dramáticos, como no ser el partido más votado en la Comunidad Valenciana (es decir, verse superados por el PSPV u otro partido).

A la vista de cómo se comportan los dirigentes del PP valenciano con su teórico líder (y viceversa), más de un partido de la oposición podría aprovechar la oportunidad para criticar lo obvio: el PP es hoy una jaula de grillos, un partido ingobernable que sólo comunica división y liderazgos débiles a la ciudadanía. No es que se trate de algo totalmente nuevo (recordemos la eterna guerra entre zaplanistas y campsistas durante la época de Camps), pero la situación del presidente nunca había sido tan precaria.

Desde luego, no es probable que acabemos disfrutando de unas primarias en el PP. Pero aludir a ellas como una posibilidad atractiva es la manera de poner sobre la mesa la auténtica cuestión: forzar unas "primarias" sui generis en donde se toman estas decisiones, es decir: en Génova. Unas primarias en las que se descarte a Fabra como candidato y se escoja a su sucesor como se escogió al anterior: por designación de Mariano Rajoy.

#prayfor... Wall Street no confía en Twitter

Esta semana se ha hablado mucho de Twitter, como siempre; pero en este caso, no sólo de lo que estaban hablando los usuarios de la red social, sino también los inversores en ella. Las acciones de Twitter se desplomaron un 10% en el Nasdaq tras los malos resultados de la empresa en el primer trimestre de 2014, que multiplicaron por cuatro las pérdidas.

Las incógnitas con respecto a Twitter se centran en si logrará convertirse en una red tan amplia como Facebook o con un modelo tan sencillo de rentabilizar como Whatsapp. La evolución bursátil no ha sido hasta ahora demasiado halagüeña, aunque las acciones están por encima del precio inicial de venta al público (26 dólares) en noviembre de 2013.

El planteamiento de Twitter no es diferente al de otras aplicaciones digitales: lo fundamental es alcanzar la hegemonía en un sector; eso permitirá rentabilizarlo al máximo después. Es lo que hizo Amazon hace más de una década, con su estrategia de crecimiento agresivo a base de endeudarse. Una estrategia sin duda arriesgada, aunque el premio sea enorme.

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Guillermo López García

Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València
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1 comentario

Teodoredo escribió
05/05/2014 11:08

¿Una aplicación que cuesta un triste euro que los usuarios se niegan a pagar es sencilla de rentabilizar?

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