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EL CABECÍCUBO

'La mentira de Lance Armstrong': en España sólo mienten los de fuera

ÁLVARO GONZÁLEZ. 19/07/2014 Un documental analiza las mentiras del ciclista estadounidense; mentiras que sólo han sido escuchadas y aceptadas en España

VALENCIA. No miren para otro lado. Todos ustedes saben muy bien lo que es el ciclismo. Eso que ocurre en televisión cuando los clubes de fútbol hacen fichajes y se van de pretemporada a destinos balompédicamente exóticos. Y de todos ustedes, los que si miran por la ventana y en un cielo azul ven una cosa redonda y amarillenta que con una luz cegadora da calorcillo y a continuación miran su reloj y ven que marca las dos de la tarde y en consecuencia son capaces de afirmar en plena posesión de sus facultades mentales que al menos en ese instante es de día, saben que hubo unos escándalos de dopaje de tal magnitud que este deporte ha perdido toda su credibilidad.

Esto no quiere decir que en el atletismo, el baloncesto o el todopoderoso fútbol, hasta en las mismísimas traineras, haya habido no pocos indicios de que la putrefacción también pueda ser importante, pero el ciclismo se colgó todos los récords, batió todas las marcas, logró todos los retos, pongan el símil deportivo que prefieran, en materia de chanchullos.

Esta pérdida de credibilidad nos ha dejado sin las siestas veraniegas del "experto en ciclismo", pero nos ha dado grandes satisfacciones. Incluso mayores que ver la escapada de un sponsor sujeto por un individuo de nuestra nacionalidad. Es la mafia del ciclismo, sus ramificaciones, palmeros y su omertá. Un relato que no tiene nada que enviar a The Wire o Los Soprano y que, a falta de que HBO meta la nariz en el asunto, lo pueden consultar en el famoso blog ciclismo2005. Un espacio que logra informar con el viejo truco de exponer hechos y divertir con el avispado recurso de relacionarlos entre sí. La fórmula de la Coca-Cola, poco menos.

Al margen de los tramposos y el tráfico de sustancias, la parte más entretenida del blog es la de la prensa; la patria, en particular. Ahí podrán leer buscando por 'Lance Armstrong' que cuando se desenmascaró al estadounidense no faltó quien le justificó aquí en la piel de toro. Uno de los que lo hizo, Xabier Usabiaga, explicó a grandes rasgos que lo de Armstrong sucedió en una época en la que todos los ciclistas iban tan dopados que en realidad competían en igualdad de oportunidades. El señor que mira al sol y sabe que es de día igual diría que si todos hacen trampas no es una competición sino una piscina de heces humeantes con gente chapoteando, pero bueno. No todo el mundo lleva un meteorólogo dentro.

Pero esa, ni más ni menos, viene a ser La mentira de Lance Armstrong, un documental que está emitiendo Digital + en estos días en los que se disputa el Tour de Francia. Rodado en 2013, dirigido por Alex Gibney (Enron, los tipos que estafaron a América) el reportaje pretendía analizar el regreso de Armstrong al ciclismo después de haber ganado siete tours.

Sin embargo, sin esperarlo, el autor se encontró con que gracias a las testificaciones de varios ex compañeros fue formalmente acusado de dopaje, se le suspendió de por vida y le quitaron los títulos, incluida la medalla olímpica. Y en enero de 2013, en una entrevista con Oprah Winfrey, reconoció que se había dopado.

Y ahí está la mentira, pese a que le cogieran con el carrito de los helados, el corredor todavía se aferra a que se drogó cuando los demás se drogaban, de modo que todos iban en igualdad de condiciones y nadie habría hecho trampas realmente, el aludido plumilla vasco aprovechaba para llamar hipócrita a la sociedad y denunciar la inmoralidad del capitalismo en este punto quitándole hierro a lo del ciclista. No hay más. Eso es lo que ofrece Armstrong en su documental, esa versión, y grandes dosis de asco, pena y vergüenza ajena, ya saben, nuestro sentimiento favorito en televisión.

No podemos decir que el documental sea una obra maestra, pero mola el retrato que hace del corredor. Le vemos en vídeos caseros haciendo deporte en su Texas natal. Nos pone heavy metal para añorar aquellos años. Y Armstrong dice a un periodista local en los ochenta tardíos: "I love beat people". Caspa pura. Es un verdadero cowboy descerebrado, ambicioso sin fin, competitivo hasta la nausea. Un machorro. La faceta más repugnante de la cultura estadounidense y la que suele eclipsar todo lo bueno que tiene ese país.

Son memorables las frases que suelta el muchacho como "no soporto la idea de perder, para mí eso significa la muerte", dichas mirando al objetivo, a los ojos de los telespectadores. "A los niños les gustan las bicis porque es la primera vez que son libres", para que llore usted señora.

Y por supuesto, la huida hacia delante. Cuando da positivo por cortisona y explica que se debe a una crema que emplean todos los ciclistas para las irritaciones que les produce el sillín en salva sea la parte. Es una "cantidad ridícula", las "trazas son mínimas". Excusas que no se si les suenan.

O un mensaje en una rueda de prensa a los "cínicos y escépticos" con el ciclismo: "No sois capaces de soñar a lo grande". Gloria bendita. Aunque me quedo con lo que le suelta a Greg Lemond, quien también le acusó, del que dice que hablaba así de él porque iba drogado ¡Qué jeta!

La realidad, dejando de lado estos momentos de humor involuntario, es que el médico de Armstrong tenía, dice el documental claramente, informadores en los laboratorios que le permitían dopar sin que se detectase con los protocolos del momento. Eso, que le costó un buen dinero, lo utilizó para ir más puesto que nadie y ganar los tour como churros con la punta del pedal. ¿Ese proceder mafioso sólo ocurrió con Armstrong y en este deporte? Ya.

Y el minuto dorado, lo que describe a la perfección todo lo que había, es cuando Armstrong coge a un ciclista, Simeoni, y le amenaza en vivo en directo durante una etapa por haber testificado en un caso y roto la omertá del pelotón. Gloriosas imágenes las del campeón americano cerrándose la boca como si fuera una cremallera, sonriendo, frente al objetivo de la cámara.

¿Y dónde caló ese gesto o mensaje del malo de la película? ¡En España! En nuestro país hemos tenido varias decenas de Armstrongs. Y el más destacado últimamente ha sido Alberto Contador y su maravillosa historia del solomillo. La pena es que en lugar de un documental sobre su mentira lo que tenemos es un apoyo férreo en la prensa al tipo que pretendió estafarnos. Les dejo con un párrafo del mencionado blog que sintetiza el fenómeno con la prensa extranjera como protagonista.

"Ayer le preguntaron en la rueda de prensa [a Contador] cómo es posible que un escalador que ha subido Vebier superando grandes rendimientos atléticos sea capaz de ganar también la crono larga de Tour, como pasó ayer mismo. Contador no respondió, aunque permitan que lo haga yo por él: ¡Coño, porque soy español!".

Dicho todo esto. Si les interesa profundizar más en el tema sin salir de la caja tonta, qué menos que recomendar el capítulo de South Park A scause for aplause en el que se trata el tema de las pulseritas de Armstrong y las causas nobles, pues en no pocas ocasiones el ciclista tachó a los que le acusaban de hacer trampas de ir contra los niños con cáncer. South Park sí que no tiene piedad, a dios gracias.

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1 comentario

keenan escribió
19/07/2014 19:07

Yo llevo años desconandome de los aficionados al ciclismo. Probablemente esté muy mal, y me merezca un coscorrón, pero desde la época de Virenque, Pantani, y esta gente, yo ya tenía pocas dudas de que a)El doping estaba un paso por delante de los controles b)El que gana va puesto y c)Al que le pillan suele ser porque se lo ha montado mal, o va tan hasta las cejas que es imposible que no les pillen. Entonces, ya cada año cuando me hablaba del tema algún colega, yo decía indefectiblemente que el que iba ganando era un dopao. Y acertaba! La lista es tan larga... practicamente a todos los que han ganado alguna vuelta importante les han acabado pillando tarde o temprano. Particularmente gracioso fue el caso de Landis, al que le desposeyeron del Tour para darselo a Pereiro, del que también hubo serías sospechas. Pero bueno, luego está Rassmunsen, Heras, todo el US Postal (Hamilton, Hincapie, Leipheimer), y tantos otros. Y a los que no les han pillado de marrón, les ha aparecido el nombre en la Operación Puerto (Basso). No se salva ni chus. Y despues de cada episodio de verguenza deportiva, hay siempre una fase de "bueno, el doping se acabó, ahora ya lo controlan todo mucho". Pero idefectiblemente, vuelven los casos de doping. Dicen que con lo del pasaporte biologico es muy dificil doparse, pero aún quedan las autotransfusiones y demás mandangas que no están nada controladas. Armstrong ha sido, eso sí, el caso mas flagrante. Lo de la testosterona por prescripción ya olia mal, pero eso solo era la punta del iceberg. Pero lo realmente asqueroso de este personaje es el mensaje que transmite, en plan "yo salí del Cancer porque soy un machote, pero igual tu eres un piltrafilla que te mueres, por marica y pringao". Esa mierda de mensajes de autosuperación siempre me han parecido hipocritas, y mas si cabe cuando hablamos de una enfermedad en la que el enfermo tiene poca o ninguna capacidad de mejorar su estado mediante pensamiento positivo y mierdas motivacionales. Además, cowboy y descerebrado, si, totalmente. Un anormal de puta madre, vamos.

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