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TEBEO

El demonio
es el nuevo zombie

JAVIER CAVANILLES. 02/08/2014 Robert Kirkman, el padre de The Walking Dead, vuelve por la puerta grande con Outcast, una serie sobre posesiones demoníacas

VALENCIA. Robert Kirkman la ha vuelto a liar. El guionista más exitoso de los últimos años regresa por la puerta grande a los kioskos. Tras el imparable éxito de Walking Dead (128 números y una serie que encara ya su quinta temporada), Kirkman deja a un lado los muertos vivientes y se rinde al Maligno. Habrá que ver si Mike Barnes, un exorcista a su pesar que prefiere sacar los demonios a puñetazos, consigue sustituir en el corazón de los aficionados al policía caza-caminantes Rich Grimes, que ocupa el puesto 26 entre los 100 mejores personajes del noveno arte (según la revista IGN).

De momento, los datos prometen: los dos primeros números han llegado a la segunda edición antes de alcanzar las tiendas gracias a las ventas anticipadas. Las críticas son excelentes, tanto que parece que a alguno se le ha ido la mano. El arranque es bueno pero tampoco es La Iliada.

Sería exagerado decir que Kirkman se reinventa, pero él mismo reconoce en la contraportada del número 1 que quiere hacer algo nuevo. The Walking Dead, dice, no es una serie de terror, The Outcast sí. Y para añadir más morbo asegura que los zombies son ficción pero que las posesiones demoníacas no se sabe, aunque hay datos para por lo menos planteárselo.

Público no le va a faltar. Según una encuesta publicada en 2012, y firmada por Public Politic Polling, el 63% de los americanos entre 18 y 29 años cree que son auténticas. Además, en el llamado Bible Belt (la zona más conservadora y religiosa de EEUU), la presencia de demonios se considera tan americana como el Appel Pie. Hay pocos estados que no cuenten con su Hell House, una especie de museo viviente del horror donde se escenifican todos los vicios que pueden mandar a alguien derechito al infierno.

CON USTEDES MIKE BARNES

Por ahora, sólo ha llegado a las tiendas una primera entrega de 44 páginas. Apenas ha habido tiempo para presentar a Mike Barnes, un tipo de edad indeterminada (parece rondar los 30) con un curioso pasado: fue poseído por el demonio en su adolescencia. Para disgusto de su familia (y suyo) vuelve a casa tras varios años alejado, y el mismo sacerdote que le sacó a Satán del cuerpo le pide ayuda.

Por supuesto, el tipo oculta un misterio que algún día se revelará. Por lo visto, lo suyo con el Príncipe de las Tinieblas es personal. Nada se sabe aún del secreto que esconde, pero hay algo que le hace diferente de quien ha sufrido una experiencia parecida. Esa será una de las claves a descubrir en los próximos números.

UN CREATIVO EQUIPO DE LUJO

En todo caso, sus métodos son distintos: nada de sutilezas y rezos en plan El Exorcista, lo suyo es sacar a los demonios a golpes. El dibujo de Paul Azaceta (que ha dibujado casi de todo para Marvel, Dark Horse o Image) y el color de Elizabeth Breitweiser son dos alicientes para una serie que va a dar que hablar.

Por mucho que Kirkman pretenda negarlo, hay algo de The Walking Dead en esta nueva serie. El ambiente es distinto, los escenarios también (de Georgia nos traslada a West Virgina) pero la base es la misma: personajes cotidianos, con problemas normales, que luchan por sobrevivir en un mundo que se les ha ido de las manos.

LA MODA EXORCISTA

De lo que no cabe duda es de que Kirkman ha sabido aprovechar el momento. Aunque las posesiones no han dado tanto de sí como los zombies o los vampiros nadie negará que el tema tiene tirón. Sólo hay que ver el goteo de títulos que ha llegado a los cines recientemente (El Rito, El Expediente Warren, El Último Exorcismo...), sin contar que El Exorcista (1973, William Friedkin) sigue siendo una de las grandes películas de terror de todos los tiempos. Todas ellas tan basadas en hechos reales como Los Picapiedra.

Ni el Papa Francisco, tan moderno en otras cosas, se ha podido resistir a la moda. A principios de este mismo mes, el Vaticano decidió reconocer a la Asociación Internacional de Exorcistas, que agrupa a 250 sacerdotes de 30 países. Cabe suponer que las posesiones diabólicas se van a multiplicar, como se multiplicaron las brujas cuando empezó a darse recompensa a los que las cazaban.

En España no nos quedamos atrás: el año pasado el cardenal Rouco Varela nombró a ocho exorcistas para combatir al Malísimo en la Comunidad de Madrid. Y no es para menos, el franciscano Alfonso de Spina calculó en el siglo XV que había 133.316.666 demonios por ahí danzando. Un siglo más tarde el holandés Johan Weyer redujo la cifra a 44.439.622, que tampoco está mal.

LECTURA POLÍTICA

Pero una de las cosas más interesantes que promete The Outcast es el transfondo político en un país en el que la creencia en estas cosas está tan extendida que incluso hay quien afirma que Obama puede ser nada más y nada menos que el Anticristo. Incluso existe un grupo de chicas de buen ver -el Teen Girls Exorcism Squad- que se dedica a sacar demonios del cuerpo y de tanto en tanto aparecen en televisión contando sus batallitas.

La creencia en las posesiones y la existencia de Satanás forma parte de lo que allí se conoce como las guerras culturales, que es algo así como el esfuerzo de los liberales de erosionar los cimientos de la sociedad americana a base de modernidades tales como impedir el rezo obligatorio en las iglesias o sustituir el "Feliz Navidad" por "Felices Fiestas". Suena a chiste, pero el 68% de los republicanos cree que el demonio puede poseer a una persona (frente al 48% que cree en el Cambio Climático). Si The Outcast sabe aprovechar este telón de fondo sin duda ganará enteros.

Lo más curioso del fenómeno de las posesiones diabólicas no es quien cree en ellas, sino quien no lo hace. Los satanistas, por ejemplo, rechazan la existencia física del demonio y todavía más que sea capaz de colarse en el cuerpo de una persona para hacerle hablar en lenguas inventadas y rociar de vómito al personal. Por supuesto, también rechazan que la "masturbación compulsiva" (signo inequívoco de posesión según el Vaticano) tenga que ver con otra cosa que no sea el exceso de hormonas propio de la pubertad.

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