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'EL CABECICUBO'

‘El jefe infiltrado' ¿Y por qué no infiltrarse en la Inspección de Trabajo?

ÁLVARO GONZÁLEZ. 09/08/2014 La Sexta muestra cómo se sacrifican jefes de empresa trabajando junto a sus empleados

VALENCIA. Un 10% de share y "programa revelación" de La Sexta esta temporada. ‘El jefe infiltrado' es un espacio de telerrealidad en el que un jefe se disfraza y se mezcla entre sus empleados para localizar qué falla en el negocio. Antena 3 lo estrenó en 2011, pero el éxito le ha llegado a La Sexta en la temporada pasada.

¿Qué sensaciones provoca en el espectador? Pues depende. Primero desazón. Qué bonito sería que La Sexta, que supuestamente es la cadena nacional más escorada a la izquierda, se hubiera atrevido a hacer precisamente lo contrario. Un programa de infiltrarse, pero en la Inspección de Trabajo y Seguridad Social.

Si Mercedes Milá en su ‘Diario de' perseguía a señores que se iban de putas buscando menores de edad, con todo un despliegue de cámaras ocultas y persecuciones ¿no se podría hacer lo mismo en esos centros de trabajo donde el convenio se pasa por salva sea la parte en el mejor de los casos -porque a veces ni el Estatuto del Trabajador de Adolfo Suárez-?.

¿No sería bonito que el típico presentador moralista de los que tantos tenemos en este país le echase una bronca al empresario cuando se descubriese el pastel? Las condiciones de seguridad, los cambios de horario, la elección de las vacaciones, las horas extras, la nocturnidad y la turnicidad no pagadas... Daría para una serie de varias temporadas y además sería educativo, porque póngase usted a buscar ahora trabajadores que no se han leído ni su contrato ni su convenio y pásmese de que son mayoría. Y en especial abundan en las oficinas, donde se hallan los licenciados. La generación mejor formada de la historia de España.

Si tenemos a un tío que va por ahí criticando si los bares tienen la cocina sucia, si hubo una Supernani que metía a los críos en vereda y enseñaba a los padres a tratarlos, por qué no un Superdelegado que suelte al jefe de turno: "a un trabajador que sale a las once de la noche no le puedes poner que entre a las siete de la mañana porque tiene que descansar doce horas que lo dice la ley". Y que también haga aspavientos, eche miradas de desprecio y les insulte con ingenio como Chicote.

Pero no. Por algún motivo, por algo que se nos escapa, una vez más en España hemos tomado partido por el fuerte y hemos adaptado el británico ‘Undercover Boss'. Igual los estudios de mercado indican que los espectadores-trabajadores que ven el programa disfrutan viendo sufrir a otros trabajadores, que también puede ser.

En cuanto al entretenimiento, ‘El jefe infiltrado' está bien. Deja buenas dosis de vergüenza ajena, ascopena y bochorno. La última entrega, de antes de verano, estaba protagonizada por Marta Martín, directora de marketing y comunicación de una franquicia de belleza. La disfrazaron de "ni-ni que quiere dejar de serlo". Eso dijeron literalmente. Y resulta curioso que en todos los programas, cuando disfrazan al jefe de ni-ni, le pongan gafas de moda, un complemento que se ha ido de las manos. Tome nota usted que me está leyendo que no le va a poder enseñar las fotos de su juventud a sus hijos. Al tiempo.

Porque la protagonista tenía mucha clase y elegancia. O sea, era muy pija. Cuando habló con sus compañeras jefas de la misión que iba a emprender no pudo dar más dentera. Le dijeron "te tienes que quitar los pendientes de perlas". Y ella reaccionó como si tuviera que salir en topless. Luego una dijo algo de "bigote", pero la frase la editaron cortada y no se sabía si se refería a que también debería descuidar su estética femenina para mezclarse con las empleadas o a la etapa de Rafael Martín Vázquez en el Torino.

En el primer centro en el que entró, la encargada le enseñó cómo sablear a los clientes. Lo primerito. Interesante haberlo visto. Y luego ella, para disimular, se rió a carcajadas cuando le tuvo que depilar las orejas a un caballero. Dio mucha pena la cara de ese hombre. En otra ocasión tuvo que quitar callos y dijo: "no me he imaginado en la vida haciendo esto.... Las pielecitas cuando saltan... o sea, no".

Las empleadas la criticaron seriamente por esta actitud suya irrespetuosa con los clientes y le dijeron que de paso hiciera el favor de sacarse las manos de los bolsillos. El programa iba avanzando con ella tomando nota para luego vengarse. Cuando le hicieron la sugerencia de que podría perder unos kilitos, porque no era apropiado trabajar con su tamaño en un centro de belleza, le explicaron, se notó verdadera tensión.

Pero no hubo vendetta. El final es muy friendly, por llamarlo de algún modo. A la que más se metió con ella, le regaló un viaje. Esa mujer dijo sobre la estrategia del programa "Claro, es como si yo me meto en un taller mecánico". A un tipo que había hecho una web de la franquicia por su cuenta porque la de la central le parecía una castaña, le dio mil euros, así, de regalo, y le prometió "escuchar tus ideas". D remate, a una trabajadora brasileña,le llevaron la madre para que se reenconrtaran. Y no las tiraron luego a las dos a una piscina desde un trampolín rizando el rizo del crossover porque no había llegado todavía el verano.

Al final nunca hacen sangre. El programa está más orientado a mostrar cómo se sacrifica el jefe para conocer los problemas de los empleados. Así fue el anterior también, sobre una empresa de mensajería, donde el jefe se tuvo que disfrazar "de quillo", en sus propias palabras, para hacer los repartos. 

Lo gracioso del asunto es que ni éste ni la directora de marketing eran capaces de realizar el trabajo de sus empleados correctamente ni de coña. Lo pasaban fatal para repetir rutinas y esas cosas tan agradables que hace la gente en sus curros. Resoplaban. Se impacientaban. Mostraban escaso respeto en definitiva por el trabajo que hacen sus empleados.

Por cierto, que en ese programa apareció Wilfred, el que fue portero del Rayo Vallecano, que estaba ordenando los paquetes para que se los llevaran las furgonetas. Su mujer había fallecido y el hombre no se encontraba en el mejor momento. Quería volver a su país, Nigeria, a montar una escuela de fútbol e intentaba sacarse unas perras. Ya saben cuánto le gusta a las cámaras sacar a caídos en desgracia.

Al final lo que queda del programa es eso. El protagonismo del jefe, que se sacrifica, sufre con sus empleados, llora por sus desgracias, descubre los errores, todo mejora y reparte regalos u obra milagros como reunir familias. Como la vida misma. Y luego hay cierto punto de cuñadismo, cuando se muestran las chapuzas que se hacen en algunos centros de trabajo, ya sea por problemas de organización del curro o por otros motivos. Ahí se aprende algo, por ejemplo, a no enviar jamás un animal por una empresa de mensajería.

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1 comentario

Diego escribió
10/08/2014 21:11

Lo gracioso es como comentas, las horas extras no pagadas pero obligatorias que se hacen en esas empresas, como se les exprime cual putas a los empleados... Y el programa demuestra la realidad del país, que "jefe" (entre comillas porque esta claro que de jefe sólo tienen el puesto y el sueldo) tenga que salir en la tele a hacerse famosete para que baje al centro de trabajo a ver las condiciones de sus empleados, por las cuales jamás se han interesado y seguro que las han exprimido todo lo que han podido desde su despacho. Se ve que andan tan liados que nunca tienen tiempo para pasarse por los centros a ver como funciona SU negocio.

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