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HISTORIAS DE LA CIUDAD DE VALENCIA

Los olvidos de la Historia tienen nombre de mujer

VICENT BAYDAL*. 23/08/2014 El caso de la Guerra de Sucesión, entre 1705 y 1714; las mujeres valencianas que tuvieron un papel destacado

VALENCIA, Pregúntele a quien quiera si sabe decirle personajes importantes de la historia valenciana. Quizá le conteste alguno de éstos: Jaime I, Ausias March, Joanot Martorell, San Vicent Ferrer, Joan Lluís Vives, Joaquim Sorolla, Vicent Blasco Ibáñez... Con casi toda seguridad no incluirá ninguna mujer en sus respuestas. Pensémoslo bien, ¿dónde están las mujeres valencianas a lo largo de la historia? Usted mismo, ¿puede recordar alguna?

Tal vez, como un rayo de esperanza femenina, le vengan a la cabeza la reina Violant, primera esposa de Jaime I, o la virreina Germana de Foix, última esposa de Fernando el Católico. Pero cabe decir que ninguna de las dos era valenciana (húngara la primera y occitana la segunda) y que, además, encajan a la perfección en los dos principales roles que la Historia oficial ha reservado durante mucho tiempo a las pocas mujeres que ha tenido en cuenta: las santas, virginales, que son un perfecto y silencioso complemento del hombre (¿quién sabe qué hizo Violant?), o las pérfidas, vampiresas, que ejercen un poder inusual de manera ambiciosa y despiadada (¿quién no conoce la crueldad de la virreina con los agermanados valencianos?).

Germana de Foix

En definitiva, la mujer ha sido invisibilizada en la Historia, no sólo porque durante siglos ha vivido en desigualdad en un entorno que la consideraba sujeta e inferior al hombre en el terreno político, social, económico y cultural, sino también porque los que se han dedicado a construir los relatos históricos han sido, igualmente, los hombres, que hemos "olvidado" analizar la aportación femenina al desarrollo común. Lo podemos comprobar en cualquier acontecimiento de nuestro pasado, como, por ejemplo, la Guerra de Sucesión, que enfrentó entre 1702 y 1714 a los partidarios de Felipe V, de la Casa de Borbón, y del archiduque Carlos, de la Casa de Austria, en pugna por el trono de España tras la muerte de Carlos II el Hechizado sin descendencia.

Como es sabido, fue un conflicto bélico en el que intervinieron tanto los Estados europeos (Francia dio apoyo al Borbón, mientras que el Imperio Germánico, Inglaterra y los Países Bajos lo hicieron al Austria) como los propios integrantes de la Monarquía Hispánica (Castilla mantuvo su fidelidad a Felipe V, pero Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca declararon rey al archiduque, con el nombre de Carlos III). En el caso valenciano el núcleo de la guerra se concentró entre agosto de 1705, cuando se inició la revuelta contra Felipe V, y junio de 1707, cuando, tras la derrota de Almansa, la ciudad de Valencia volvió a la obediencia borbónica, Xàtiva fue arrasada y se derogaron los Fueros mediante el Decreto de Nueva Planta. 

Pero si nos preguntamos, de nuevo, a quién conocemos de aquellos hechos que cambiaron la historia de España, la contestación es igualmente masculina. Aparte de los pretendientes al trono citados, en el caso valenciano la respuesta será unánime: Joan Baptista Basset, el líder popular de los austracistas, el héroe maulet. ¿Algún personaje más? Quizás los más entendidos puedan replicar que Francesc Garcia Dàvila, Josep Vicent Torres Eiximeno o Josep Marco el Penjadet, otros jefes destacados del austracismo en tierras valencianas. ¿Pero alguna mujer? ¿Alguien puede citar nombres de mujeres valencianas que tuvieran un papel destacado en la Guerra de Sucesión?

La verdad es que es difícil encontrarlas, porque los documentos de la época apenas las nombran y a menudo las desprecian, como el cronista borbónico que achacaba la decadencia de la corte de Carlos II al "despótico dominio de las mugeres". De hecho, aparecen casi siempre como "madres de", "mujeres de" o "hijas de", pero en ocasiones sus perfiles son fundamentales para reconstruir la historia más allá de su relación con los hombres. En otras ocasiones se puede intuir un papel mucho más relevante de lo que la que la mentalidad de la época estaba dispuesta a reconocer.

Es el caso de Esperança Ramos i Lis (c. 1630-1707), la madre de Basset, el Mesías maulet. Y no hablamos en vano. En plena guerra, en una misa que se celebraba en su propia presencia, un dominico la comparó a la Virgen María al dedicarle las mismas palabras que dijo Santa Marcela: "Beatus venter qui te portauit" ("Santo el vientre que te llevó"). Lo narra con rabia el borbónico Vicent Bacallar, al constatar que "la trataban como restauradora de su patria en su hijo Basset ¡A tanto había llegado la ceguedad y locura de aquella plebe!".

También la maldicen el resto de escritores partidarios de Felipe V, como Nicolau Belando e Isidre Sales: "era esta muger una vieja desconocida", "la havía hecho su hijo marquesa de Cullera", "¡de ‘cullera de fusta' o de madera!". Pero ninguno de ellos esconde el fervor que despertaba en todos los estratos de la sociedad valenciana aquella mujer con un nombre tan simbólico como el de Esperança. Como indica otro borbónico, Josep Manuel Minyana, "había gente, aparte del pueblo, que consideraba y veneraba a aquella vejestoria". De hecho, durante el transcurso de la guerra, los gremios de Valencia formaron voluntariamente una guardia personal que velaba por ella.

Según se puede deducir de su trayectoria, la vinculación entre Esperança Ramos y su hijo debió ser muy intensa. Joan Baptista Basset siguió la carrera militar como su abuelo y sus tíos maternos e incluso en muchas ocasiones se hizo llamar General Ramos, en vez de Basset. Dicha unión, además, se comprueba a lo largo del conflicto bélico, puesto que Esperança se movió junto a su hijo, a pesar de tener más de 75 años, de Denia a Valencia, Tortosa, Lleida y nuevamente a Denia, donde murió el 30 de mayo de 1707 y fue enterrada con honores militares bajo el altar de San Agustín del Convento de Nuestra Señora de Loreto, en cuyo edificio aún deben morar sus restos mortales. Apenas sobrevivió un mes a la noticia de la derrota de Almansa.

La batalla de Almansa. Recreación pictórica

También hubo otros casos en que el papel de las mujeres fue vital para el destino de sus hijos, según destaca Ximo López Camps, un historiador que ultima su tesis sobre la Guerra de Sucesión en el reino de Valencia. Es, por ejemplo, el caso de la condesa de Erill, Margarida Teresa, que fue madre del principal líder de la nobleza austracista valenciana, Josep Folch, conde de Cardona y marqués de Castelnovo. Josep pasó su infancia en Viena, ya que su madre había sido Camarera Mayor de la emperatriz Margarita -la figura central de Las Meninas-, de manera que al estallar la guerra continuó fiel a la Casa de Austria, junto a la que se había formado.

En otras ocasiones hubo mujeres que tuvieron que tomar decisiones amargas, como la de Magdalena Escrivà, condesa viuda de Bélgida, que desheredó a tres de sus hijos, Josep, Teresa y Marianna, por ser partidarios del archiduque Carlos. A su lado permaneció el heredero, Francesc, pero se tuvo que despedir de los otros para siempre, ya que acabaron sus días en el exilio vienés. Dichos enfrentamientos fueron comunes entre las filas de la nobleza, como en el caso de la setabense Isabel Sanç de la Llosa, casada con el líder de los austracistas de Dénia, Felip Antoni Gavilà, que defendió con uñas y dientes su señorío de Guadasséquies, usurpado por unos familiares borbónicos.

También podemos suponer que las mujeres tuvieron una participación destacada en los numerosos ataques que sufrieron las poblaciones valencianas, como Vila-real, Xàtiva o Dénia. Una fuente coetánea, Proesas que las barcelonesas donas han ostentat en lo siti del any 1706, relata de manera excepcional el papel que cumplieron en el segundo asedio borbónico de la ciudad de Barcelona, acudiendo al campo de batalla para curar a los heridos: "Deixan casas, pàtria, fills y, com furiosas lleonas, pujant van per la muntanya com lo cervo ferit corra. Alguns paysans preguntaven ¿ahont, ahont aneu, donas? A morir per nostre rey, responian orgullosas. Unas pel mig de las balas a los patrícios socorran, altres prenian lo ferit y a Barcelona el retornavan..."

Una monja dominica de Vila-real narra cómo en enero de 1706 su convento se hizo cargo de cuidar a un grupo de vecinos, mientras "las balas nos pasaban por las celdas". Desconocemos su suerte, pero hasta 1.500 habitantes de la localidad fueron finalmente "passados a chuchillo" por las tropas castellanas, navarras y valonas de Felipe V. Un destino similar tuvieron las setabenses que en junio de 1707 defendieron su ciudad contra el general borbónico D'Asfeld: "pocos sacerdotes escaparon, mugeres pocas y hombres ninguno; nada quedó de Xàtiva, ni aun el nombre".

Ximo López informa de las vicisitudes de otras mujeres con nombres y apellidos, como Manuela Tredós, de Alicante, que perdió buena parte del patrimonio familiar vinculado al comercio, o Francesca Sicília, de Orihuela, a quien prendieron seis mulas y un carruaje. Por su parte, Gertrudis Montaner, de Valencia, tuvo que huir de la ciudad tras la derrota de Almansa con su familia, muriendo su marido y uno de sus tres hijos al poco de llegar a Cataluña. Maria Antònia Llop permaneció en la capital, pero su propio hermano Jeroni ordenó talar todos los árboles que poseía y clamaba a viva voz que él mismo la mataría si pudiese.

Dibujo de la destrucción de Xàtiva

Otras participaron en la resistencia que se organizó con la esperanza de volver a proclamar rey al archiduque Carlos. Por ejemplo, Maria Lluïsa Lamarca, a pesar de ser obligada a alojar soldados borbónicos en su casa, fue capaz de ejercer de enlace para las cartas que llegaban desde Barcelona. Fue desterrada durante cinco meses a Utiel y finalmente se tuvo que exiliar en la propia capital catalana, centro de las operaciones austracistas. También se encontraba allí Josepa Nàcher, mientras su padre se refugiaba en Dénia y su madre y su hermana estaban presas en las Torres de Serranos, ya que desde su alquería de Ruzafa, cerca del mar, habían mantenido correspondencia secreta con los austracistas y habían servido de punto de salida para los que querían abandonar Valencia.

El exilio fue el último destino de aquéllas que habían estado más implicadas en la guerra. Primero en Barcelona, donde unos cuantos miles de valencianos residieron durante varios años, hasta su caída final en manos borbónicas. Lo ha estudiado con detalle el historiador Albert Garcia Espuche en Una societat assetjada. Barcelona, 1713-1714, obra que por primera vez da voz a una treintena de valencianas que vivieron aquellos convulsos momentos. Una de las más destacadas fue Teresa Ceverio Folch de Cardona, quien, como mujer del conde de Cirat, jefe de la "nación valenciana" en el exilio, llegó a influir en las decisiones militares de defensa de la ciudad condal.

Otra fue Caterina Mundi, que se había casado en Valencia sin el consentimiento de su familia cuando era una adolescente, por lo que su marido, Domingo Barco, fue encarcelado en 1710. Unos meses después nació su hijo en común, Josep Francesc, que fue bautizado en la Iglesia de los Santos Justo y Pastor de Barcelona y que era sobrino nieto de Joan Baptista Basset, puesto que Domingo Barco era su sobrino. Caterina sobrevivió con su hijo en la capital catalana cocinando un "puchero" diario al antiguo pavorde de la catedral de Valencia, pero tuvo que partir  al ser ocupada por las tropas de Felipe V.

Al parecer acompañó a su marido, que ingresó en el ejército del archiduque Carlos y luchó en la Tercera Guerra Austro-Turca de 1716-1718. Acabó instalándose en Viena y más tarde, posiblemente viuda, participó en el intento frustrado de fundar una colonia en la Voivodina serbia, habitada por los exiliados austracistas catalanes, valencianos, aragoneses y castellanos que aún vivían en 1735. Debilitados por los años de penurias y diezmados por una epidemia que les atacó durante la construcción de la ciudad, la mayoría de ellos regresaron a Viena, donde Agustí Alcoberro, en su obra L'exili austriacista, aún documenta a Caterina en 1747.

Ése también fue el destino de muchas otras mujeres valencianas, que por fidelidad a la causa austracista se vieron obligadas a vivir lejos de su tierra durante décadas. Las que permanecieron en el reino de Valencia, por su parte, se vieron obligadas a sufrir el castigo colectivo que Felipe V aplicó a todos sus habitantes, sin distinción de sexo, condición, edad o filiación dinástica: la eliminación de las leyes e instituciones políticas propias, la militarización de la administración y el aumento exorbitado de las contribuciones fiscales. Pero ésa es ya otra historia...

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2 comentarios

benicadell escribió
06/09/2014 11:36

buen comentario aunque los comentarios sobre cataluña sobran. creo que hay un mensaje subliminal catalanista en este articulo. es mi opinión.

luis escribió
23/08/2014 16:30

Un article molt interessant. Incita a llegir mès sobre la nostra desconeguda història. Tot un encert de Valencia Plaza. Gràcies.

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