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MADRID. Hay una generación de españoles, los que nacimos con la democracia, que siempre hemos tenido una imagen idílica de la UE, antes CEE. Había material escolar que nos lo regalaba Europa, con datos sobre cada país, y veíamos Euronews por las mañanas en TVE2, donde siempre salían cosas bonitas, como niños finlandeses poniendo una placa solar en su escuela, o algún experimento de integración social e interracial en Francia que había dado excelentes resultados. Europa era amor e iba integrando a otros países para darles más amor todavía. Todas las naciones querían el amor de la UE y, además, la buena pasta que les enchufaba desde la preadhesión.

De mayores, sin embargo, vimos como esa pasta no se aprovechó como es debido en muchos casos y en otros se robó directamente, aunque hay que decir que en España con estos fondos el país cambió de siglo y hacia delante, no como es costumbre aquí con ciertas leyes y decretos. 

Y no muchos años después, pasó lo de Grecia. Un país al que le reventaron las cifras maquilladas y trampeadas que presentaba; un país con un nepotismo y una corrupción en torno al trabajo público impresentable. Grecia se intervino y se "rescató". De eso va este libro, ‘Las cuatro estaciones de Atenas'. No de las grandes cifras, que ya conocemos, sino las consecuencias del "ajuste" de esas cifras. No la escala macroeconómica, la humana.

El prólogo lo firma Joaquín Estefanía. Explica que en el anterior cuarto de siglo los gobiernos prefirieron prestar servicios sociales o ampliarlos en lugar de con impuestos, con deuda. Una medida de profundo calado ideológico, la deuda la paga el país, los impuestos las personas dependiendo de su patrimonio.

Cuando Grecia no pudo abordar su deuda llegó el rescate. Resultado, el PIB descendió un 26% y el paro juvenil se situó por encima del 50%. Un régimen de "austeridad autoritaria", lo denomina, que paralelamente ha ido aumentado los superávits de Alemania, mientras multiplicaba los décifits del sur, incluido el democrático, explica.

Como resultado, la UE ha dejado de ser, sostiene, un supraestado en el que todos ganan al formar parte de él, para ir convirtiéndose en uno donde unos ganan a costa de otros. Mal asunto.

Pero el trabajo que sigue, el de la periodista Mariangela Paone no entra en estas disquisiciones. Se centra en dar voz, en valorar y explicar las consecuencias sociales y humanas de esta "austeridad autoritaria". Se desplazó a Grecia para reunir los testimonios de la crisis y había uno que se lo repetían mucho: "Esto es un experimento para ver qué se puede llevar a otros países, sólo estamos dos años por delante de vosotros".

Por lo pronto, lo que se encuentra la autora en las calles de Atenas es un grupo de jóvenes saliendo de un curro en el que trabajan cuatro horas al día, veinte a la semana y cobran 250 euros al mes.

Si se quedasen en paro, al año perderían la cobertura sanitaria, añade más adelante. Los médicos en los hospitales, mientras, están trabajando en turnos de 36 horas. Los días libres o vacaciones que están generando con todas esas horas abarcan ya amplios periodos de su vida y de la de sus hijos probablemente, pero... no hay nadie para sustituirlos. No pueden librar y los días que acumulan son papel mojado. Vaya por dios, a estos nadie les paga su deuda ¿por qué no es tan sagrada como la otra que España devuelve por imperativo constitucional?

Las consultas tienen 5 euros de copago. Para que a uno le realicen una prueba diagnóstica, tiene que entregar por adelantado un depósito monetario. Si no, no se hacen. Los médicos entrevistados en el libro dicen que han visto a personas con fracturas múltiples no poder ser intervenidas hasta que no reuniesen el dinero. La atención de muchos ciudadanos ya está en manos de oenegés internacionales. El seguro médico es una obsesión para los griegos, marca la diferencia entre una vida normal y la indigencia.

La ciudad huele a leña. Las ventas de combustible han bajado un 80%. En casa la gente quema cartones, tablas. En la calle, no han respetado ni el olivo de Iera Ordos, ‘La vía sagrada', bajo cuya sombra se supone que Platón daba sus clases.

Y en este contexto, subida de impuestos. El Gobierno la decretó en la madrugada de un sábado, nada menos. Subían todos los tipos impositivos menos los de las rentas más altas, que bajaban unos puntos porcentuales. Fiesta.

La droga también ha bajado de calidad. Ya no se puede consumir heroína, demasiado cara. En las calles ahora corre la shisha, una mezcla de metanfetamina en cristales y productos químicos como cloro o el líquido de la batería de los coches. Tiene la ‘ventaja' para los toxicómanos que se prostituyen de que aumenta la predisposición sexual, pero precisamente por este motivo las infecciones de sida están creciendo exponencialmente. Algunas calles llenas de jeringuillas y basura recuerdan a los peores momentos de los años 80.

Así ha llegado también la llamada guerra entre pobres. Es el caso del partido neonazi Aurora Dorada, al que por fin parece que el gobierno se ha decidido a pararle los pies. Aunque la idea de que los griegos pagan la sanidad para que los inmigrantes vayan gratis está extendida no sólo entre los cabezas rapadas.

Hay quienes les hacen frente. Se llaman patrullas y desfilan en moto por las calles buscando enfrentamientos con ellos. Pero no son suficientes como para que los neonazis no ataquen mercados, teatros o apuñalen a un rapero delante de una inmóvil unidad de policía. 

En una ocasión en que un grupo de diputados de Aurora Dorada estaba tirando piedras a un grupo de inmigrantes, la policía no intervino, según dijo a uno de ellos: "porque tienen inmunidad". El ejemplo más destacado es el de su líder Ilias Kasidiaris, que llegó a agredir a una mujer en televisión, a una diputada comunista.

Todo este cuadro sólo puede ser remachado con la Iglesia. Los popes ortodoxos no sudan y tiemblan al lado de los miembros de Aurora Dorada. Bendicen sus se sedes, se quejan si les preguntan el porqué, pues porque se lo han pedido y qué van a hacer ellos si no, responden. Recuerdan las repugnantes imágenes de popes bendiciendo cañones en las guerras de Yugoslavia veinte años atrás, en lugar de poniéndose delante de ellos. 

Pero el problema más grave fue que el presidente Samaras no quisiera que Aurora Dorada le comiera terreno por la derecha y lanzó una campaña de detención de inmigrantes ilegales que tuvo los arrestos de denominar "Zeus Hospitalario". Nunca falta el humor.

Al final, el libro concluye con un detalle curioso, a los griegos no les gusta que se exagere con sus problemas. ¡No estamos tan mal, no estamos tan mal! Llegó a decirle uno a la autora.

LAS CUATRO ESTACIONES DE ATENAS

Mariangela Paone

Libros del KO

159 páginas (y un juego de mesa  ‘El juego de la crisis griega')

14.90 euros