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Alta fidelidad: Valencia desafía la explotación antirromántica del vinilo

JORGE SALAS. 27/11/2014 Aprovechando la Feria Internacional del Disco, hablamos con los dueños de tres de las tiendas más emblemáticas de Valencia

VALENCIA. La imagen de Rob Gordon, la versión cinematográfica del Rob Fleming de Nick Hornby en ‘Alta Fidelidad', rodeado de vinilos apilados en el suelo de su salón es, sin duda, una de las más paradigmáticas de la película de Stephen Frears. La escena en la que un John Cusack sentimentalmente desahuciado intenta reordenar sus discos ("autobiográficamente") es la metáfora perfecta de un personaje que se encuentra en pleno proceso de recomposición y resituación vital. El salón de Rob Gordon, propietario de una tienda de discos, es hoy en día un sueño relativamente popular gracias al resurgir social y mercaderil de los vinilos; una moda recuperada de quién sabe dónde y explotada sin mesura por las multinacionales y las grandes superficies, que no dudarán en exprimir hasta la última gota de pureza.

Sin embargo, por cada intento sistemático de deshumanizar y eliminar de forma industrial el romanticismo, surge una respuesta espontánea de resistencia y defensa de la pureza por parte de algún miembro de la comunidad. Se trata de una reacción diminuta en comparación con la dimensión del ataque, es cierto, pero eso solo la hace más heroica. "La industria es voraz y cambiante", dice Juan Vitoria antes de destacar que, casualmente, los vinilos más caros son los que editan las multinacionales y los que se encuentran en las grandes superficies: "ya sabemos que los borregos acuden al rebaño", termina. La moda es la manada, ya lo decía Buñuel.

VINILOS: ALGO MÁS QUE UN FORMATO

Los seis grados de separación de la famosa teoría social son, seguro, algunos menos en el caso de Juan Vitoria. Cualquiera en Valencia mínimamente aficionado a la música conoce al periodista, DJ y gerente de Discos Amsterdam junto a Miguel Ángel Galán. Con más de tres décadas de existencia, el local, que nació como "una tienda de coleccionistas para coleccionistas", resiste en el interior de Nuevo Centro contra todo pronóstico, y lo hace gracias a la voluntad de sus gerentes: "ser un pequeño club de intercambio cultural". A Vitoria, los registros internacionales de ventas que le dan a 2013 el título de mejor año para el vinilo en las últimas dos décadas le encajan "más o menos": "en realidad creo que los años 91 a 94 fueron mejores porque se vivió una nueva generación de grupos y el CD no estaba del todo establecido todavía". ¿Y en Valencia? "Los 80, por lo que supuso una ciudad abierta como fue Valencia en aquellos años".

Bien, así que no hay duda de que ahora se venden más vinilos que hace diez años. Sin embargo, el trozo del pastel que las tiendas de discos deben recibir del resurgir actual del acetato va coronado con una guinda envenenada. "Espero que perdure, pero para ser sinceros hay mucha pose en esto y temo que la moda se vaya esfumando", confiesa Vitoria. La moda de comprar vinilos no ha ido acompañada con la de escucharlos de una manera digna, sino más bien todo lo contrario: los vinilos se escuchan con la ligereza tecnológica y vital de un CD. "Ahí está el problema: hay mucha gente joven que compra vinilos en mal estado, simplemente porque son más baratos, pero un disco no es sólo un formato, es algo para disfrutar y el sonido es importante", avisa el periodista: "han hecho mucho daño esos platos baratos y malos que venden grandes superficies como FNAC o Media Markt, son de ínfima calidad y muchos de los vinilos saltan y se estropean por esas agujas sin contrapeso".

LA ETERNA KAMCHATKA

"Se puede tener un equipo decente por 200 euros", dice Jose Martín, apostado al otro lado del río. Recién llegado de uno de sus viajes para adquirir discos ("me muevo mucho por el mundo"), el gerente de Acetato Records (Pelayo, 12) tiene claro que las multinacionales simplemente aprovechan las oportunidades del mercado para hacerse con un poco de dinero fácil: "no creo que sigan, seguro que inventarán otra historia para ganar más pasta aunque sea temporalmente"; pero, con treinta años de vinilo en Valencia en su DNI, Martín puede decir sin necesitar la prueba del algodón que, en su caso, "el consumo de discos nunca disminuyó por causas de marketing y la aparición del CD, solo lo hizo por la crisis".

Definitivamente, la especialización parece ser la Kamchatka de las tiendas de vinilos, el lugar en el que resistir. En el caso de Acetato, además, que uno de cada dos discos que salen de la tienda lo hagan con servicio postal para abandonar el país es un añadido para la supervivencia. Quizá sea precisamente eso lo que invite a aclarar a Martín, al mismo tiempo que prepara su material para la Feria Internacional del Disco de este fin de semana, que "mientras existan tiendas de coleccionismo que lo trabajen y se preocupen de tener la demanda y stock adecuado, siempre habrá vinilos".

 Flexidiscos

DISCOS PARA TODOS, NO PARA UNOS POCOS

Pero la maquinaria expropiadora de pureza no descansa. Por eso, en el otro extremo, el de la resistencia romántica, almas jóvenes se unen a los más de 60 años de experiencia de Amsterdam y Acetato. Desde hace mucho menos tiempo, Flexidiscos (Plaza de Baró de Cortes, 2) se ha unido a la causa. "Todos tocamos en bandas y, en mayor o menor medida, hemos estado o tenido otros sellos discográficos o distribuidoras anteriormente, así que no es nada demasiado nuevo para nosotros", cuenta Óscar Mezquita. Desde Ruzafa inyectan sangre fresca en la maquinaria con la misma procacidad con la que irrumpen los grupos que editan desde su también sello discográfico (Carmonas, Cuello, Las Rodilleras o Antiguo Régimen). "La industria musical apesta, es algo realmente putrefacto, pero aún así en la tienda nos gusta tener de todo, hasta cierto punto. Nos interesa más la música real, hecha por personas que aman la música y no solo piensan en el dinero", asegura Mezquita.

En muy poco tiempo, Flexidiscos se ha convertido en un referente del underground en la ciudad ("a nosotros nos gustaría que no fuera algo underground, como no lo era en el pasado"), así que no es extraño que su enfoque sobre el auge puramente mercantilista de los discos los sitúe inequívocamente enfrente de las grandes discográficas: "nos da bastante asco la forma en la que las multinacionales lo llevan con el rollo de ediciones ultralimitadas".

El viejo truco de las reediciones alcanza una nueva dimensión con la recuperación del vinilo por parte de las multinacionales, pero también empuja a la especulación y al concepto de la crema que solo disfruta el que puede pagar un precio fuera de mercado; sin ir más lejos, la reedición limitada que Sony lanzó del ‘Una semana en el motor de un autobús' de Los Planetas el año pasado se vende hoy en Discogs por 250€. "Segurísimos de que hay gente que se dedica a especular y a inflar los precios de los discos", en Flexidiscos creen que la felicidad de los vinilos es para todos: "a nosotros nos encantaría estar constantemente reeditando nuestras referencias y que siempre estuvieran disponibles, esa es nuestra política, que aunque el disco sea un objeto preciado y apreciado, no sea algo que tengan cuatro afortunados, sino que lo pueda tener todo el mundo".

Flexidiscos

VINILOS: LA MUERTE OS SIENTA TAN BIEN

Con todo esto, parece evidente que la supervivencia del vinilo pasa por hacerse el muerto sin perder de vista los salvavidas del coleccionismo y el underground. Es decir, lo de casi siempre. "Hasta que el disco no sea algo cotidiano en nuestras casas, como el papel del culo, la cosa no estará normalizada, pero dudo que eso ocurra, hay muchos intereses económicos en que esto sea algo de coleccionistas y con lo que se pueda especular, odiamos esta mierda", dice Mezquita.

La conclusión de Flexidiscos entronca, si la despojamos de todo, con la de Juan Vitoria: "hasta que no se vuelva a valorar una obra sonora al nivel de obra de arte para prestarle toda la atención, no avanzaremos", sentencia el periodista. Quizá la solución sea volver a los orígenes, resituar la obra de arte en lo cotidiano. La pregunta del millón es cómo. Mientras se buscan respuestas, lo más saludable será contentarse con reordenar la colección de discos que, como escribía Hornby en ‘Alta Fidelidad', jamás será como coleccionar estampillas, posavasos o dedales antiguos.

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